Siglo XXI

«El mundo ha cambiado y necesitamos una nueva arquitectura»

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11
diciembre
2023

Ante el auge de los populismos, el multilateralismo es la clave, defiende Soraya Rodríguez (Valladolid, 1963), diputada en la Unión Europea por Ciudadanos. Pero esa forma de cooperación puesta en marcha por Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial «está fallando y debe ser reformada». Junto a esta revisión, opina que también debemos someter a examen otros asuntos, como nuestro compromiso con el cambio climático, su repercusión en los derechos humanos o las consecuencias de las tecnologías digitales en la salud mental de las personas.


Una primera pregunta casi obligada: ¿cómo ves la situación nacional actual? ¿Qué consecuencias opinas que tendrá la amnistía para la democracia en nuestro país?

Esta amnistía es más bien una impunidad, un indulto generalizado. No cabe en nuestro país. Es un golpe importante al estado de derecho que lesiona gravemente el principio de igualdad de todos los españoles ante la ley y una invasión del poder Legislativo en el Judicial. No cabe que unos ciudadanos perseguidos por la justicia y estando en fuga, como se encontraban en ese momento en Bruselas, puedan tener un trato privilegiado negociado con el Estado solo porque tienen siete votos necesarios para una investidura. Y estos acuerdos se van a ir negociando y verificando fuera de España por un mediador internacional. Es una verdadera locura, ninguna democracia europea puede aceptar esto. Va a ser una legislatura que sirve para estar en el gobierno, pero no para gobernar, porque la amnistía es un condicional para toda la legislatura. Y lo que más me preocupa es que creo que va a haber muy poco espacio para los proyectos comunes para España.

Otro tema candente es la guerra entre Hamás e Israel. Partimos de la base de que Hamás es una organización terrorista que atacó de forma brutal a ciudadanos civiles israelíes y que Israel tiene derecho a defenderse, como cualquier otro Estado que sea atacado. Pero, en esta defensa, estamos viendo muchas bombas caer de forma indiscriminada sobre Gaza, alcanzando incluso hospitales. ¿Hasta dónde llega ese derecho de legítima defensa?

Hamás es una organización terrorista, el primer verdugo del pueblo gazatí, y los atentados del 7 de octubre merecen toda la condena y el reclamo de la comunidad internacional de pedir una liberación inmediata sin ningún tipo de condición. A partir de ahí, la respuesta armada que el gobierno israelí de Netanyahu ha puesto en marcha en Gaza vulnera todas las normas del derecho internacional humanitario, que comienzan por prohibir castigos colectivos a una población civil, como los que está sufriendo la población gazatí a través del asedio a la Franja, impidiendo la entrada de suministros básicos o sufriendo cortes y destrucciones de infraestructuras necesarias para vivir. Hay enclaves que nunca pueden ser atacados, entre ellos hospitales, escuelas o recintos de organizaciones internacionales, como la UNRWA [la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo], donde, en un territorio de apenas 300 km2, eran los únicos lugares en los que una población indefensa podía encontrar refugio. Es necesario un alto el fuego para poder dar asistencia humanitaria y buscar una solución a esta dramática crisis humanitaria que se ha creado en la Franja de Gaza.

«La respuesta armada que el gobierno israelí ha puesto en marcha en Gaza vulnera todas las normas del derecho internacional humanitario»

Efectivamente, Gaza, con tan solo 365 km2 y más de 2 millones de habitantes, es el territorio más densamente poblado del mundo. Este conflicto está generando el desplazamiento de un buen número de palestinos a países vecinos. Junto a los refugiados por crisis humanitarias, debemos sumar también los «refugiados climáticos» que se han multiplicado en los últimos años. ¿Cómo puede la sociedad internacional hacer frente a estas migraciones poblacionales?

Mencionas una figura –los refugiados climáticos– que no está reconocida, pero que son una realidad. Las consecuencias del cambio climático que estamos viendo son devastadoras y las sufrimos todos; también en Europa hemos visto grandes incendios o inundaciones, pero los países más pobres son los que sufren mucho más estas consecuencias que producen movimientos de personas en busca de un lugar seguro y de alimentación. África es un caso muy claro: apenas contribuye al 3% de las emisiones globales de efecto invernadero y, sin embargo, es el que más sufre desde hace años estas consecuencias. De los veinte países más pobres del mundo, trece están en África y son los más afectados por estas migraciones climáticas. Es necesario atender a esta figura y saber que no va a desaparecer, sino que, lamentablemente, van a ir en aumento. Tenemos que hacer un esfuerzo enorme por ayudar a estas poblaciones en sus propios países e invertir en transformar estructuras que se ven dañadas por este cambio climático. Una buena noticia es que en la cumbre COP28 [30 de noviembre-12 de diciembre de 2023] ya se ha aprobado un fondo de resiliencia precisamente para los países más afectados por las consecuencias del cambio climático, lo que supone un signo de reconocimiento de las consecuencias injustas y asimétricas que está provocando la crisis climática global.

«África apenas contribuye al 3% de las emisiones de CO2 y, sin embargo, es el que más sufre las consecuencias del cambio climático»

Al hilo del cambio climático y los derechos humanos, alguna vez has hablado de vincular la vulneración de estos con el deterioro ambiental. ¿En qué consiste exactamente este nexo?

El cambio climático afecta a la vida de las personas y al desarrollo de esa vida en condiciones dignas. Somos una generación que tiene perfectamente identificadas las causas del calentamiento global y, por lo tanto, tenemos una obligación colectiva de actuar ahora para frenar las emisiones de efecto invernadero y sus efectos perversos. Recuerdo una demanda que presentaron un grupo de jóvenes alemanes en el Tribunal Constitucional Federal denunciando al gobierno alemán, porque no estaba cumpliendo con la reducción de emisiones de CO2 a la que se había comprometido su país en el Acuerdo de París. Argumentaban la falta de decisión política a la hora de tomar medidas adecuadas para evitar el calentamiento de más de 1,5 ºC del planeta y, además, las consecuencias directas que eso iba a tener en generaciones futuras, afectando a los derechos humanos, al derecho a una vida digna, a un desarrollo personal e integral. Apelaron directamente al Tribunal Constitucional en una vulneración de derechos fundamentales de generaciones presentes, pero también futuras. [El Tribunal Constitucional Federal decretó que la insuficiente protección del clima violaba directamente las libertades y los derechos fundamentales de la ciudadanía]. El debate sobre la sostenibilidad del planeta es siempre con los ausentes, en el sentido de que las peores consecuencias las van a sufrir quienes aún no existen, esas generaciones futuras que no tienen voz ni actuación en la escena internacional. Pero nosotros sí tenemos esa responsabilidad frente a ellos.

El Parlamento Europeo rechazó el pasado 22 de noviembre [de 2023] el proyecto legislativo para reducir el uso de pesticidas. ¿Qué ha fallado? ¿Qué hace falta para impulsar una ley que regule estos productos químicos que están generando impactos negativos tanto en la salud humana como en el medio ambiente?

Han fallado muchas cosas, porque últimamente sacar adelante normas que estaban dentro del Pacto Verde que aprobamos está siendo cada vez más complejo. Además del ejemplo que citas, quiero destacar también la ley de restauración de la naturaleza, en la que hemos estado trabajando más de un año y que, finalmente, hemos conseguido que fuera ratificado por el Consejo por una amplia mayoría. Hay una visión por parte de algunos grupos políticos de pensar que hay más tiempo del que tenemos para hacer una transición –como es el caso del reglamento de pesticidas y la reducción del uso de energías fósiles– y que esta transformación debe ser más larga. El problema es que no tenemos más tiempo. Esta es una realidad con base y conocimiento científico que nos permite buscar alternativas. Todavía existen negacionistas climáticos y aquellos que, aun aceptándolo, siguen anteponiendo la visión economicista a la medioambientalista, sin darse cuenta de que no es posible mantener una economía sostenible, productiva y competitiva si seguimos basándonos en energías de producción que están agotando nuestros recursos naturales y dejando exhausto nuestro planeta. El 80% de los ecosistemas de la Tierra están en un estado deplorable; si no somos capaces de regenerarlos y recuperarlos, está en juego nuestra propia capacidad de crecimiento y desarrollo. No es un problema científico, sino de compromiso político, de valentía política.

Junto a la salud física de las personas, estás muy involucrada en impulsar una Estrategia Integral de Salud Mental a nivel europeo. En la era tecnológica, donde cada vez pasamos más tiempo conectados a nuestras pantallas –ya sea por ocio o por trabajo– estamos viendo un aumento de la adicción a las plataformas digitales, especialmente en los más jóvenes. ¿Qué medidas se pueden activar para ayudar a paliar estos efectos, sobre todo en los colectivos más vulnerables?

Estamos haciendo un ejercicio de reflexión colectiva sobre el uso de las plataformas digitales, sobre todo en la infancia. De hecho, ya hay estudios importantes que están desaconsejando, por ejemplo, la utilización de las tablets en las escuelas a una edad muy temprana. No se trata de excluir los ordenadores y las tablets del sistema educativo, sino de que no sean el único instrumento de desarrollo cognitivo de la infancia. Las nuevas tecnologías y la conexión en red nos dan unas enormes capacidades de trabajar y de comunicarnos, pero, a su vez, son un arma de doble filo que aísla al individuo. Nuestra forma de trabajar, de comunicarnos nos deja menos tiempo y produce una epidemia nueva: la soledad. Hasta hace poco hablábamos de personas mayores que estaban solas, pero ahora estamos viendo que es más colectiva y que afecta, incluso, a niños o adolescentes en edades muy tempranas. Y aquí todos podemos hacer mucho, desde los poderes públicos hasta el entorno familiar. En el ámbito europeo, la salud mental es una de las prioridades. Pero me da miedo que esta estrategia se haya quedado un poco en eslogan político, porque oigo a mucha gente hablar de salud mental, pero apenas conocemos medidas de impacto que se hayan adoptado para cambiar esto no solo en España, sino también en otros países europeos.

«El gran problema de la brecha salarial es su desconocimiento: se habla de grandes cifras, pero en tu empresa no se habla de cuánto cobra tu compañero»

Como integrante de la Comisión de Derechos para la Mujer e Igualdad de Género del Parlamento Europeo, ¿qué opinas de la Ley del «solo sí es sí», de sus efectos y consecuencias, no solo para las mujeres, sino para la sociedad en su conjunto?

La denominada Ley del «solo sí es sí» es una buena ley, yo la he defendido. Creo que la aplicación se podría haber hecho muchísimo mejor, desde el punto de vista legislativo-punitivo, pero la ley es buena, porque, aparte de clarificar que el elemento sustancial de una agresión sexual es el consentimiento, tiene una visión mucho más integral a la hora de abordar la prevención de estos delitos y, sobre todo, el tratamiento de las víctimas. Eso no existía y esa visión integral de tratamiento se ha visto muy opacado, porque todo el debate se ha centrado en las consecuencias inmediatas de la reducción de penas a condenados por delitos de violación, que indudablemente ha generado alarma. Pero la ley es adecuada y, ahora mismo, en la directiva contra la violencia de género contra mujeres y niñas en la que estamos trabajando (se encuentra en fase de negociación con el Consejo) estamos en la línea de introducir la violación como un crimen europeo. [Es decir,] que la relación de ese delito de violación sexual esté basada en el convenio de Estambul, que establece el consentimiento como elemento central. La ley española [es buena porque incluye], además de esto, la necesidad de un tratamiento integral para víctimas de agresiones sexuales, que requieren una atención especializada con profesionales, que necesitan una formación específica para atenderlas.

Siguiendo con el tema de mujeres e igualdad, pero extrapolándolo al plano laboral, vemos que aún existe una importante brecha que nos separa de los hombres. En muchas áreas, el talento masculino sigue dominando frente al femenino y eso hace que muchas niñas no se planteen estudiar, por ejemplo, carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas). ¿Cómo podemos revertir esta tendencia?

Aquí hay dos temas diferentes. [Por un lado,] la necesidad de que las mujeres accedan a carreras técnicas es absolutamente necesario, porque es un sector fundamental de futuro. Ahí se está rompiendo esa dicotomía y cada vez hay más chicas que quieren hacer Matemáticas o estudiar Física, porque aparecen más referentes femeninos. [Valga de ejemplo] lo que hemos avanzado con la selección de fútbol: estas mujeres campeonas del mundo que ves por la tele, que generan atención mundial y que cambian para las generaciones futuras de niñas. [Por otro lado,] la brecha salarial, que existe en prácticamente todos los sectores y sigue siendo muy importante. En esta legislatura, hemos aprobado una directiva de transparencia salarial, que es una revisión de la directiva de igualdad de trato en el salario, pero que introduce elementos de transparencia y vinculantes para la empresa. El gran problema de la brecha salarial es el desconocimiento sobre ella: se habla de grandes cifras, pero luego en tu empresa no se habla de cuánto cobra tu compañero. Esta directiva va a ser un elemento muy importante para detectar que hay una diferencia para igual trabajo, iguales capacidades e iguales competencia de un puesto de trabajo y, por tanto, poder actuar dentro de la empresa para denunciarlo.

«Hoy en el mundo hay más regímenes autocráticos y dictaduras que regímenes democráticos»

Eres una gran defensora de revitalizar el multilateralismo en Europa ante el auge de los populismos (valga como ejemplo la victoria de Wilders en los Países Bajos, una muestra del auge de la ultraderecha en Europa, o cruzando el charco, la reciente victoria de Milei en Argentina). ¿Es posible frenarlos?

Estamos viviendo una ola de populismo autoritario en el mundo. Yo fui ponente de un informe en 2019-2021 y el primer dato que puse de manifiesto, sobre el que basculaba el texto, es que hoy en el mundo hay más regímenes autocráticos y dictaduras que regímenes democráticos. Esto es un altavoz para modificar la estructura de la comunidad internacional del multilateralismo que nos dimos tras la Segunda Guerra Mundial, porque está demostrando que está obsoleta y no funciona. Naciones Unidas es el gran armazón de esta arquitectura internacional del multilateralismo, pero está fallando y debe ser reformada. Hay que dar entrada a otros países y otras áreas geográficas que, en su momento, tras la creación, tenían un papel secundario. El mundo ha cambiado y necesitamos una nueva arquitectura. Tenemos un camino que recorrer, pero hay que defender la democracia y el Estado de derecho, base fundamental sobre la que se construyen los sistemas democráticos. La garantía de un Estado de derecho, de una división de poderes, de contrapoderes y contragarantías, es la mayor defensa en la libertad de los derechos y libertades cívicas de los ciudadanos. Hay algunos datos de democracias cuyos estados de derecho han sido claramente deteriorados; esas son las autopistas por las que regímenes autocráticos y movimientos políticos populistas autoritarios se van abriendo camino.

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