Cambio Climático
Transformando sistemas para un futuro sostenible
El desafío de un cambio sistémico puede ser abrumador, pero también es una oportunidad emocionante para rediseñar nuestro mundo y la forma en que hacemos las cosas. En lugar de temer al cambio, debemos abrazarlo para crear un futuro mejor para todos.
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Seamos sinceros: abrir un periódico hoy en día es un deporte de alto riesgo para el equilibrio emocional. Constantemente nos rodean mensajes de distopia y empieza a hablarse de fenómenos como el estrés climático. Las evidencias de que nuestro sistema económico está al borde del colapso son cada vez mayores. No sólo por los indicadores económicos en sí, sino también desde el punto de vista ecológico y social.
Hablemos de ecología. De los nueve límites planetarios que marcan los umbrales ecológicos que no podemos traspasar, ya hemos superado seis. Nos estamos «comiendo» el planeta: en la actualidad necesitaríamos 1,7 planetas para satisfacer nuestras demandas ecológicas (Global Footprint Network) y los efectos del cambio climático o la pérdida de biodiversidad ya son palpables en nuestro día a día.
A nivel social, la foto tampoco es alentadora. Millones de personas mejoran su calidad de vida y salen de la pobreza cada año, pero también aumenta la desigualdad y múltiples colectivos siguen sufriendo agravios por su condición sexual, racial, social… Solamente el 12% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU avanzan a buen ritmo.
Solamente el 12% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU avanzan a buen ritmo
¿Cómo podemos desarrollar un sistema económico capaz de ofrecer una vida digna a una población mundial creciente, y todo ello dentro de los límites biofísicos del planeta? Nadie tiene una respuesta simple y evidente a esta pregunta, más allá de que las antiguas recetas están claramente obsoletas. Pero propongo tres avenidas que, bien aplicadas, nos pondrían en la senda correcta.
La primera es cambiar las reglas del juego: Actualmente nuestras economías de mercado nos llevan al colapso, porque tratan de optimizar un número reducido de variables de corte fundamentalmente económico, olvidando los impactos sociales y ecológicos de éstas. Necesitamos un enfoque sistémico, que entienda los múltiples retos y genere incentivos para solucionarlos. La regulación, especialmente la europea, cada vez plantea nuevos estándares, normativas o tasas. Pero lo realmente novedoso recae en cambiar lo que medimos, los criterios que empleamos para determinar lo que consideramos valioso y en función de los cuales tomamos decisiones. ¿Son el PIB y su crecimiento un buen indicador de la riqueza de un país, cuando cuidar a nuestros mayores no suma, pero destruir la naturaleza sí? ¿Es la contabilidad financiera un buen sistema para saber si una empresa genera valor, cuando no permite valorar el coste ambiental y social provocado? Obviamente no. Existen esfuerzos esperanzadores que están proponiendo nuevos estándares de medición, transparencia y contabilidad empresarial. Son la base para contar el valor de lo que de verdad importa, y descontar los costes de aquello que nos perjudica. Quizás estemos a dos o tres décadas de que estos estándares se conviertan en la norma, pero no por ello debemos perderlos de vista.
Mientras tanto, la segunda avenida y la más fundamental es contar con liderazgos innovadores, comprometidos y atrevidos. Personas valientes dispuestas a transformar las empresas, las instituciones y las políticas públicas, que propongan nuevos modelos de negocio, formas organizativas y vehículos financieros enfocados a resolver a largo plazo los problemas de la sociedad. No por normativa, sino por convicción y por sentido de negocio. Por desgracia, muchos directivos no se sienten apoyados o legitimados para ello ante las exigencias de sus consejos de administración o de sus financiadores, que siguen demandando rentabilidad. ¿Cuántas empresas retiran del mercado productos que son rentables porque están dañando al planeta o las personas, por ejemplo, por ser poco saludables? Todavía muy pocas, a pesar de la creciente exigencia de los consumidores. Esta sería la auténtica revolución. No obstante, encontramos cada vez más ejemplos inspiradores de pioneros que están replanteando sus modelos de negocio para alinearlos con objetivos de sostenibilidad. Startups que nacen con el propósito de contribuir a resolver retos sociales o medioambientales, los llamados emprendedores de impacto. Pymes que han incorporado la responsabilidad social y ambiental como parte fundamental de su estrategia convirtiéndola en un factor de competitividad. Y muy especialmente empresas familiares que están atreviéndose a cuestionar los cimientos de su propia industria.
Encontramos cada vez más ejemplos inspiradores de pioneros que están replanteando sus modelos de negocio para alinearlos con objetivos de sostenibilidad
La tercera avenida es la colaboración. Para lograr un cambio significativo, debemos reconocer que no podemos resolver estos problemas mediante acciones aisladas, los desafíos a los que nos enfrentamos son demasiado grandes y complejos para que una sola persona, empresa o institución los resuelva. Es por eso que la colaboración y la cooperación son fundamentales en nuestro camino hacia un futuro sostenible y equitativo. En todo el mundo están surgiendo alianzas improbables para abordar objetivos de impacto social. Competidores que se alían para definir mejores estándares ambientales para su sector y su cadena de valor (como The Beauty Coalition o la Better Cotton Initiative). Plataformas público-privadas que reúnen a diversos sectores para mejorar sus territorios, como hace Nactiva para proteger y regenerar el capital natural en el Mediterráneo. Líderes conscientes que se juntan para aprender, compartir y mejorar juntos, como en «Capitalismo Consciente» o la cooperativa global BforGoodLeaders. Y nuevos sellos que distinguen a empresas que cumplen unos mínimos estándares éticos, como la comunidad BCorp.
El desafío de un cambio sistémico puede ser abrumador, pero también es una oportunidad emocionante para rediseñar nuestro mundo y la forma en que hacemos las cosas. En lugar de temer al cambio, debemos abrazarlo para crear un futuro mejor para todos. Visión sistémica, liderazgos atrevidos y plataformas de colaboración nos ponen en el camino correcto. Se hace camino al andar.
Clara Navarro es cofundadora y directora general de Fundación Ship2B.
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