Biodiversidad

«La biodiversidad no son un montón especies bonitas: es lo que mantiene nuestra economía»

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07
marzo
2023

Los datos que Juan Carlos del Olmo acaba de poner sobre la mesa en el ciclo de conferencias ‘En Código Abierto’, organizado por la Cátedra Inditex-Universidade da Coruña de Sostenibilidad, resultan abrumadores. La mitad de los corales del planeta se han esfumado, algo que también han hecho el 69% de los vertebrados desde 1970. El secretario general de WWF España referencia el ‘Informe Planeta Vivo’, elaborado por la organización, que señala que la biodiversidad mundial está en crisis. Hablamos con él sobre el futuro del planeta (y sus habitantes, humanos o no).


¿Estamos olvidando la biodiversidad cuando hablamos de los efectos del cambio climático y lo que debemos proteger? ¿O en realidad deberíamos estar hablando de dos crisis paralelas y conectadas, la climática y la de biodiversidad? 

Siendo el problema del cambio climático complejo, este es solamente una cara de la moneda. Hay otra cara muy importante que es la pérdida de naturaleza, la de la biodiversidad, y la destrucción de los ecosistemas. Tienen causas a veces incluso diferentes, pero que están entrelazadas y se retroalimentan. Es decir, el cambio climático tiene una incidencia en la pérdida de biodiversidad, pero los ecosistemas y la naturaleza que son necesarios para reducir los efectos del cambio climático están siendo degradados y están desapareciendo. Hacen falta medidas para luchar contra el cambio climático, pero también para luchar contra esto: medidas y planes concretos como puede ser el cambio del sistema alimentario, que es lo que está detrás en un mayor porcentaje de esa situación.

No podemos revertir lo que ya hemos perdido, pero ¿todavía estamos a tiempo de cambiar las cosas y no perder más biodiversidad? 

Estamos a tiempo. Las medidas tradicionales que se han estado usando hasta ahora para proteger la naturaleza –como era la protección legal de los hábitats, de los espacios o de las especies y la restauración ecológica–, aún siendo muy importantes, se quedan cortas; hace falta otro tipo de cambios mucho más sistémicos en la forma que producimos y en la que consumimos. Es necesario incluso un cambio de valores, porque los de nuestra sociedad en gran medida tienen que ver con el crecimiento ilimitado. Hace falta reforzar las medidas clásicas, pero a la vez es necesario cambiar la forma de producir y consumir. 

«Es una falacia el que la intensificación de la agricultura está relacionada con la seguridad alimentaria»

Al final podemos concluir que crear reservas naturales está muy bien, pero que no es suficiente si seguimos quemando combustibles fósiles o gastando agua.

Sí, ese es otro aspecto importante, el de la huella ecológica y el coste de los recursos.  En el caso de la pérdida de biodiversidad, hemos visto que a nivel mundial es la producción de alimentos lo que está acabando con ella a mayor velocidad. En los lugares del planeta donde hay una mayor pérdida –en el caso de América Latina es un 94%, lo que es una auténtica hecatombe–, esta está relacionada con la conversión de tierras para la producción de soja o carne. La pérdida de naturaleza tiene muchos factores dispersos, y ese es uno de los grandes problemas para luchar contra ella, pero hay muchos elementos convergentes. Sabemos que hay algunos –como el modelo alimentario, el derroche de alimentos y la forma en la que producimos los alimentos y los consumimos– que si logramos cambiarlos lograremos detener mucho del proceso que está detrás de la pérdida de los bosques tropicales. Lo mismo pasa con la pesca. El problema es el modelo de industrialización de la pesca y de intensificación, igual que está pasando con la agricultura. Todo va a la intensificación. Como sociedad, igual que asimilamos que necesitamos un cambio de modelo energético, debemos asumir que, si queremos frenar la pérdida de biodiversidad, preservar el agua y los ecosistemas, tenemos que cambiar radicalmente la forma en que producimos los alimentos. 

Y con un modelo menos intensivo, ¿no vamos a pasar hambre? 

No, realmente es una falacia el que la intensificación está relacionada con la seguridad alimentaria. Es un argumento que ha utilizado la industria, los lobbies, para frenar las medidas que estaba tomando la Unión Europea para una agricultura más sostenible. Con el fantasma de la guerra en Ucrania, dijeron que íbamos a pasar hambre si eliminábamos los pesticidas. Lo que van a hacer estos, en realidad, es que perdamos los ríos y los acuíferos. Ese modelo es el que nos va a llevar realmente a una crisis de falta de alimentos y de algo tan esencial como es el agua. Si utilizamos una agricultura más regenerativa, ecológica y de pequeña escala vamos a generar mucho más empleo y alimentos de mucha más calidad. Lo mismo ocurre con la ganadería. España tiene un territorio inmenso donde se podría perfectamente tener una ganadería extensiva, de calidad, con animales en condiciones éticas, pero la realidad es que el apoyo público está masivamente con la intensificación. Esto nos está llevando a acentuar el cambio climático y la crisis ecológica, que es la mayor amenaza a la que se enfrentan en este momento la humanidad. 

Siguiendo con España, ¿cómo se está notando esta crisis de biodiversidad en el país? 

España es quizás el país más rico de Europa: tenemos unas condiciones ecológicas extraordinarias para la biodiversidad. Las prácticas intensivas han llegado mucho más tarde que en el resto de Europa, lo que ha hecho que la biodiversidad se conservara.  Dicho esto, España es el país europeo que en los últimos años más rápidamente la está destruyendo. El declive es enorme. Primero, porque estamos en el epicentro del cambio climático. España está en la zona cero. Pero, además, a eso hay que sumar las prácticas que están destruyendo de forma directa los ecosistemas y que no tienen que ver con el cambio climático. Te vas a La Mancha y los acuíferos están totalmente sobreexplotados por la agricultura intensiva; te vas a Doñana y está totalmente seca por los cultivos de fresas; te vas al Mar Menor y está destrozado porque los nitratos han acabado convirtiendo aquello en un pozo negro. España es un país que tiene una biodiversidad importante, pero que se ha dormido en los laureles: la tendencia es muy negativa y todos los informes de la Unión Europea señalan a España en este momento como el país con un mayor declive de biodiversidad. 

«El cambio climático y la crisis ecológica son las mayores amenazas a las que se enfrenta en este momento la humanidad»

En cuanto se abordan estas cuestiones, siempre se habla de la cuestión económica, porque de todos estos usos dependen muchos trabajos, pero vosotros explicáis que, en realidad, la desaparición de la biodiversidad a largo plazo también tendrá un impacto económico. 

A corto plazo, evidentemente, sale rentable para el que está extrayendo y usando de forma perjudicial ese recurso natural –que es de todos–, pero a medio plazo es una catástrofe para todo el mundo. Si los acuíferos se sobreexplotan o se salinizan como está ocurriendo en muchas zonas de la costa o se contaminan por nitratos, son la sociedad y las generaciones futuras las que van a verse sin ellos. Y ello en un contexto de cambio climático, donde va a llover menos. Al final, es pan para hoy y hambre, pero no ya para mañana, sino también para hoy. La biodiversidad no son simplemente las especies bonitas. La biodiversidad es sobre lo que se mantiene nuestra economía. Nuestra especie es tan soberbia que nos hemos separado tanto de la naturaleza en nuestro modo de vida que nos hemos acabado creyendo que estamos separados de ella. Pero, desde que nos levantamos por la mañana y encendemos la luz o abrimos el grifo o la nevera, la estamos usando. Todo eso está ahí porque unos ecosistemas han permitido que se produjeran esos alimentos y esa energía. Para que los ecosistemas funcionen, tiene que haber biodiversidad. 

En vuestro estudio señaláis que su desaparición no solo afecta al bolsillo, sino también a la salud. ¿Deberíamos haber aprendido la lección de la pandemia?

Pues sí, esa es una de las cosas que hemos comprobado que ayuda más a que la sociedad entienda la importancia de la naturaleza. Muchas de las enfermedades que estamos viendo, como la covid-19 y otras, son zoonóticas. Estaban en los animales salvajes y, a medida que hemos ido destruyendo la naturaleza, los ecosistemas, hemos ido entrando en contacto mucho más con ellas.  Estamos convirtiendo a los animales en auténticas fábricas de carne, y cuando hay un problema de gripe aviar o peste porcina, es más fácil que se expanda. Proteger la naturaleza es una forma de protegernos también desde el punto de vista sanitario. Por otra parte, la pandemia nos ha enseñado algo muy importante y es que necesitamos el contacto con la naturaleza. No solo nos da cosas materiales, también nos da cosas inmateriales para nuestro esparcimiento, nuestra salud mental o nuestro disfrute.

¿Notáis más sensibilidad entre la gente? 

Sí, en general la sensibilidad está creciendo. Creo que tiene que ver con que todo el mundo está viendo que, sobre todo con el cambio climático, los impactos ya están aquí. Está haciendo que todo el mundo se conciencie y esté más preparado para las medidas que hay que tomar. Vemos un auténtico ecodespertar. Hay muchísima gente en todo el mundo, así como asociaciones, plataformas, empresas grandes y pequeñas o ayuntamientos que hacen cosas muy interesantes para poner sobre la mesa soluciones. El reto, ahora mismo, está en conectarlas y amplificar esas actuaciones para acelerar esos cambios. El problema es que no tenemos tiempo y necesitamos que sea mucho más rápido y sistémico.

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