Sociedad

¿Otra vez España dividida?

El término polarización está en boca de todos los analistas de la actualidad política local e internacional. Pero ¿por qué las sociedades están hoy mucho más divididas en sus creencias y preferencias políticas que hace una década? Luis Miller aborda esta cuestión en su libro ‘Polarizados, la política que nos divide’ (Deusto, 2023).

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15
noviembre
2023

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Una buena parte de la sociedad española está harta de la política. Uno podría decir que esta afirmación representaba el estado de ánimo del país también hace diez, veinte y ochenta años, y, efectivamente, hay motivos para que ese hartazgo perdure en el tiempo. Pero otros no, y surgen nuevos elementos que hacen que la sensación de crisis política actual sea distinta.

De eso va este libro, de qué hay de especial en esta vuelta a la política como problema. La tesis central del libro es que la sociedad española se encuentra cada vez más dividida, no sólo en el plano ideológico, sino también en otros que no ocupan tanto espacio en los telediarios, como el de las creencias, los valores, las emociones o los deseos acerca de lo que queremos que sea la política. La ciudadanía española está dividida en bloques ideológicos cada vez más compactos, y esto crea el caldo de cultivo para la confrontación, primero entre las élites políticas y, después, si nada lo remedia, entre la ciudadanía. Son demasiados los ejemplos de países que aún consideramos democráticos y que se hallan al borde del conflicto civil para que ignoremos las peores consecuencias del creciente enfrentamiento político en España.

[…]

He querido empezar mi relato sobre la creciente división política en España por la parte que menos se ve de la polarización: el alineamiento de las divisiones ideológicas y políticas de los españoles con otras divisiones sociales, como la religión o las preferencias por determinadas políticas públicas. Otros comienzan por la parte más visible del conflicto político contemporáneo: el aumento de los malos modos en la política, los insultos, la deslegitimización o deshumanización del adversario político, la falta de acuerdo o la crispación. De todo me ocuparé más adelante, pero antes quiero dejar claro por qué empiezo por las diferencias ideológicas y sociales. Los malos modos en política son especialmente dañinos en situaciones donde la población está dividida en identidades políticas enfrentadas.

El problema no es la competición partidista, incluso cuando esta adopta un tono bronco y desagradable, sino que, si la sociedad está dividida en bloques homogéneos en términos ideológicos y sociales, la bronca se magnifica y alcanza cuestiones personales, lo que llamaré en el tercer capítulo la identidad personal. Las divisiones ideológicas crean el trasfondo adecuado para que los partidos políticos pongan el foco en la identidad, en el nosotros frente a ellos. Hoy la sociedad española está mucho más preparada para el conflicto de identidades, entre las izquierdas y las derechas, por ejemplo, que hace una década.

La política partidista se está erigiendo en este contexto en una parte central de nuestras identidades, y esto magnifica muchas tendencias psicológicas y sociales. Por ejemplo, numerosos estudios han mostrado que la polarización disminuye el deseo de llegar a compromisos, reduce de igual modo el efecto de la información objetiva sobre la formación de nuestras opiniones, aumenta todo tipo de desigualdades sociales e incluso puede contribuir a empeorar la situación económica. En última instancia, el problema es que, en un país profundamente dividido, la política ya no va de alcanzar los mejores resultados colectivos, sino que va de ganar. El objetivo es que los nuestros ganen, aunque eso tenga un coste para toda la sociedad. Las victorias no son sobre nuevas conquistas individuales o sociales, sino fundamentalmente sobre quién gana la partida.

Hoy la sociedad española está mucho más preparada para el conflicto de identidades, entre las izquierdas y las derechas, por ejemplo, que hace una década

Una vez que la política va de identidades es muy difícil revertir esta tendencia, porque los humanos estamos diseñados para el conflicto. En realidad, desde un punto de vista psicológico, los humanos somos víctimas de dos pulsiones que podrían parecer contradictorias: la pulsión de la inclusividad y la de la exclusividad. La formación de identidades políticas excluyentes nos permite satisfacer al mismo tiempo estas dos pulsiones. Nos sentimos parte de un grupo político homogéneo y, al mismo tiempo, excluimos a esos adversarios políticos que ahora se convierten en nuestros enemigos. En última instancia, se alcanza una situación en la que preferimos un mal generalizado si nuestros enemigos están aún peor. Todo va de quién gana y quién pierde.

La evidencia que tenemos acerca de un incremento de la confrontación política en el campo de los afectos y las emociones en España es limitada, pero cuando existe apunta en la misma dirección de las diferencias ideológicas mostradas más arriba. Una de las pocas comparaciones que podemos hacer es sobre los sentimientos que despiertan los líderes de los distintos partidos entre los ciudadanos. Desde el año 2011, ha aumentado la diferencia entre los sentimientos positivos que tenemos hacia los líderes de los partidos con los que nos identificamos y los sentimientos que nos despiertan los líderes de otros partidos con los que no nos identificamos.

En concreto, esta diferencia aumentó un 30 por ciento entre 2011 y 2015, y, aunque en 2019 había bajado algo este indicador de polarización, seguía siendo más de un 20 por ciento mayor que en 2011. De hecho, la mayor diferencia de los últimos veinticinco años entre los sentimientos que nos despiertan líderes propios y ajenos se da en las elecciones de 2015 y abril de 2019. En una década donde las diferencias ideológicas y sociales han aumentado tanto, también lo ha hecho la confrontación en el plano de los sentimientos. No sólo se están configurando dos bloques político-ideológicos con los que los ciudadanos se encuentran cada vez más identificados de forma exclusiva, sino que está incrementándose la animadversión sentimental entre los dos bloques.

No somos una isla

La creciente división ideológica y emocional en la política española no es una excepción en el contexto internacional. Valgan cinco ejemplos recientes. El jueves 23 de junio de 2016, un 52 por ciento de los participantes en el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea vota a favor de abandonar la Unión y un 48 por ciento vota a favor de la permanencia. Desde ese momento, la política británica quedaba profundamente dividida, los cambios de gobierno no han dejado de sucederse, la economía británica se llena de nubarrones en 2023 y las encuestas pronostican que el Partido Conservador, defensor del Brexit, se hundirá electoralmente como nunca antes.

La creciente división ideológica y emocional en la política española no es una excepción en el contexto internacional: Reino Unido, Estados Unidos, Argentina, Chile o Brasil son otros ejemplos

El miércoles 6 de enero de 2021, seguidores del todavía presidente saliente, Donald Trump, asaltan y ocupan durante varias horas la sede del Congreso de Estados Unidos. Este asalto le puso cara a algo de lo que cada vez se habla más abiertamente en el país norteamericano: la posibilidad de un conflicto civil que enfrente a los dos bandos ideológicamente opuestos.

El jueves 1 de septiembre de 2022, un atacante intenta disparar en plena calle contra la vicepresidenta de Argentina, Cristina Kirchner. Todos los comentaristas culpan a la extrema polarización que se ha instalado durante décadas en el país y que se conoce popularmente como la grieta.

El domingo 4 de septiembre de 2022, un 62 por ciento de los participantes rechazan el texto de la nueva constitución propuesta por la convención nacional en Chile. La principal conclusión de este rechazo, también entre los partidarios del presidente progresista Gabriel Boric, es que la nueva propuesta de constitución era demasiado de izquierdas para la mayoría del electorado chileno.

Finalmente, el domingo 30 de octubre de 2022, el candidato Jair Bolsonaro alcanza, contra pronóstico, más del 49 por ciento del voto en las elecciones presidenciales en Brasil. A pesar de la victoria de Lula da Silva y el cambio democrático de gobierno, el país más poblado de Sudamérica queda dividido en dos ideologías políticas enfrentadas que amenazan con cuestionar los resultados electorales y la propia legitimidad del sistema democrático.

Estos cinco hechos responden a países y situaciones históricas muy distintas, y, sin embargo, todos han sido señalados como ejemplos de lo que hoy llamamos polarización política. Desde luego, España no es una isla y lo que voy a contar en este libro tiene su reflejo en muchos otros países y territorios del mundo. Nos enfrentamos a una nueva etapa de la historia en la que la clave es la división política y social. Es la época de la grieta, como la han apodado gráficamente los argentinos.


Extracto del libro ‘Polarizados, la política que nos divide’ (Deusto, 2023) de Luis Miller.

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