Cultura

«Ser conocido no implica ni ser leído ni ser comprendido»

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17
noviembre
2023

Espido Freire (Bilbao, 1974) es una prolífica autora de novelas, libros de relatos, literatura infantil, ensayo, poesía y hasta una ficción sonora. Su nombre se volvió muy conocido cuando en 1991, con tan solo 25 años, ganó el Premio Planeta por ‘Melocotones helados’. Además de escribir, codirige el Máster en Creación Literaria de la Universidad Internacional de Valencia. Hablamos con ella sobre el poder de la escritura en la era de la inteligencia artificial, los podcasts y las series.


Con el boom de la inteligencia artificial, se ha hablado mucho de la posibilidad de que este tipo de tecnología llegue a suplantar a los escritores. Pero, ¿crees que los autores pueden también sacar partido de la inteligencia artificial para «mejorar» su obra? ¿Dirías que es más una amenaza o una ventaja para los creadores?

No podemos saberlo en este momento; toda innovación tecnológica ha favorecido hasta ahora tanto el proceso de creación como el de publicación y distribución, pero en este caso el cambio es tan radical que aún no podemos evaluarlo. Como mucho, aventuramos hipótesis más o menos guiadas por el miedo. En el punto en el que está, solo ahorra tiempo en algunos procesos, sin una mejora importante ni en originalidad ni en creatividad.

Por el momento, las historias que nos han llegado escritas por la inteligencia artificial adolecen de muchas carencias, ¿piensas que esto cambiará con el tiempo? ¿Cuál será entonces el valor diferencial de los escritores humanos en el futuro?

Todo apunta a que el entrenamiento de las IA permitirá una cierta mejora. Queremos creer que la mente humana supera la capacidad creativa de lo artificial, y que es capaz de originar un chispazo, una obra completamente novedosa, algo que por otro lado la mayoría de los escritores tampoco logran. Respecto al valor diferencial, será muy relativo según el género literario y según el éxito previo de determinados autores, o la inversión que las editoriales decidan realizar en unos o en otra.

Recientemente, varios autores demandaron a OpenAI por violación de derechos de autor, al utilizar sus obras sin permiso para desarrollar los modelos de aprendizaje de la aplicación. Por otro lado, ya algunos directivos de editoriales han reconocido que no pueden tener la certeza al 100% de que un texto ha sido escrito por un ser humano. ¿Cuáles son las implicaciones para el derecho de autor de las obras creadas por medio de la IA?

Son enormes, y aún estamos vislumbrando su alcance. La ley va tarde, y lo descubriremos según los casos salten al conocimiento público o a los tribunales. No soy especialmente optimista en este aspecto, como no lo podemos ser respecto a la persecución de la piratería.

«Aunque ahora estemos obsesionados con la IA, no lo es todo ni lo invade todo»

¿Consideras que poder recurrir a una oferta académica reglada en el campo de la creación literaria resulta relevante en este contexto?

Aunque ahora estemos obsesionados con la IA, no lo es todo ni lo invade todo: la flexibilidad, la creación de obras y de contenidos, la base cultural y lectora que aporta, la experiencia de otros autores y profesores tienen un peso propio que con o sin IA resultan importantes. Es una formación altamente aspiracional: los alumnos desean escribir, contar sus historias y hacerlo de la mejor manera posible.

¿Existe una oferta lo suficientemente amplia en España para cubrir los intereses de los futuros creadores?

La demanda continúa siendo abrumadora, porque no se trata de la oferta que exista sino de la calidad de la misma y de la seriedad del título conseguido. Y el grado de satisfacción es altísimo.

Sin caer en los clichés de que el talento es innato o que no se debe poner cortapisas a la creatividad, ¿no se corre cierto riesgo, con los cursos de creación literaria, de estandarizar o de dar unas mismas referencias que acaben uniformando a los autores?

No. Si el curso está bien planteado y el profesor es capaz, eso no se da. Hay que escoger con tino, y distinguir talleres o cursos de aficionados de cursos para y por profesionales.

Por otro lado, como persona que destacó por su talento muy joven, ¿crees que la formación de un escritor es clave para poder hacer literatura de calidad? Y, por el contrario, ¿puede la formación compensar un talento mediocre?

Claro. Sin formación no hay nada. Un fogonazo, en el mejor de los casos, que tiende a apagarse. Respecto al talento «mediocre», el talento no es estático: la práctica mejora el gusto, el ojo y el ritmo literarios, aporta nuevas lecturas y mejora el vocabulario, la gramática, la estructura y la psicología necesaria para personajes y narrador, da claves para la documentación… Pensar otra cosa es bastante ingenuo.

Eres bastante activa en redes sociales, ¿qué te aportan estas plataformas desde un punto de vista creativo?

Un lenguaje nuevo y una manera de comunicación con lectores, oyentes y curiosos diferente. Soy una gran defensora de las mismas, con todas sus carencias, cambios e intereses, y lo soy porque a mí me ha permitido hacer cosas y entender visiones que de otra manera desconocería.

Además, has creado una ficción sonora, ¿qué te llevó a interesarte por este formato para hablar de Madame Thermidor?

Siempre me han interesado mucho los formatos narrativos, y en este caso la producción era exquisita y la libertad absoluta. Llevo muchos años trabajando con lo sonoro, con mi voz u otras, y era una oportunidad preciosa de mostrarlo. 

Muchas veces se habla de este tipo de canales como si fueran amenazas a la lectura. Pero está claro que también sirven para promocionarla. Por un lado, el fenómeno de los booktubers, o la popularización de los audiolibros, pero también pensando en esos autores que comenzaron escribiendo en Twitter y hoy venden montones de libros.  Además de amplificar el alcance, ¿cómo están estos nuevos canales transformando (si es que lo que están haciendo) el lenguaje literario y las formas de narración?

Yo distinguiría entre esos canales como ampliación y promoción de las formas convencionales (libro y texto escrito), y la aparición de nuevos autores que han destacado o se han originado en redes u otras plataformas. Vender no implica nada más que ventas. Venga el autor de donde venga. No le doy demasiado valor. Es un fenómeno, generalmente puntual, que se ocasiona en casos muy distintos (celebrities, políticos, modas, temas de interés). Las redes solo son uno más. A largo plazo la simplificación de tramas y de lenguaje se continuará dando, y es difícil medir el peso que estos creadores tienen en ello. Pero las redes han permitido también oportunidades a un puñado de autores (en particular los de no ficción) estupendos que de otra manera pasarían inadvertidos y también han facilitado que el lector descubra nuevas voces.

«El talento no es estático: la práctica mejora el gusto, el ojo y el ritmo literarios»

¿Están realmente los canales digitales democratizando la creación literaria?

No tengo una respuesta única: hay enormes diferencias generacionales, por ejemplo. En muchos casos son canales que se basan en opiniones subjetivas y no en una capacidad crítica o un conocimiento mínimo literario: por lo tanto, sirven para compartir experiencias, algo que tiene un valor en sí mismo, pero no tiene mucho que ver con la literatura y menos con la creación y aún menos con la creación de cierta calidad. La labor de clubes de lectura, de bibliotecas y centros culturales contribuye también al acceso a lo literario, y funciona por otras vías y con personas de otras edades y otros entornos.

¿Consideras que los autores «tradicionales» deberían adaptarse a estos nuevos canales para seguir conectando con nuevos públicos?

Ningún autor tiene por qué «hacer» nada ni sentir que debe hacerlo. Ha sido mi opción, pero entiendo perfectamente que otros autores no deseen probar nada nuevo y que sigan enamorados del libro impreso. Muchos ni siquiera ofrecen conferencias, otros aman las redes y dedican mucho tiempo a ellas. Los públicos llegan por muchos medios, y el digital es solo uno de ellos, especialmente volátil. Ser conocido no implica ni ser leído ni ser comprendido.

¿Existe cierto esnobismo que hace que rechacemos a aquellos escritores que usan estos canales para lograr mayor visibilidad o esto es algo ya superado?

El esnobismo funciona en ambos sentidos, con lo que no le daría demasiada importancia. 

¿Es fácil discernir qué es y qué no es literatura hoy en día? Está claro que la ficción cinematográfica o radiofónica es un producto diferenciado de una novela, pero, al mismo tiempo, sus guiones se podrían englobar dentro de la creación literaria.

Claro que es fácil. Siempre ha sido fácil. La teoría de la literatura y la crítica literaria se encarga de ello. Otra cosa es que coincida con nuestro gusto o con nuestros intereses.

¿Crees que el auge de estos productos está conduciendo, o puede conducir, a que bajen los índices de lectura?

Los índices de lectura obedecen a razones mucho más complejas que el que aparezcan opciones audiovisuales, y la diferencia con otros países muy avanzados lo demuestran. Desde las opciones de ocio, al precio de los libros, a la cultura general, al acceso a la lectura, al clima y las costumbres, la edad, el sexo…

¿Suponen un reto para el autor literario, o simplemente, abren «nuevas» vías para su capacidad creativa?

Si el autor lo desea se le abre este camino. Si no, que continúe con el suyo. Al fin y al cabo, los fenómenos literarios nos demuestran que hay público para ensayos, para novelas complejas, para novelas de temáticas diferentes, para obras comerciales, para infantil y juvenil, y en todos estos géneros se dan bestsellers.

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