Siglo XXI

¿Por qué el mundo ha perdido sus colores?

Vivimos en un mundo descolorido, o al menos eso es lo que dice la ciencia. A diferencia de hace 200 años, hoy muchas más cosas son blancas, negras o grises, condenándonos a vivir en una paleta de colores neutros.

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28
septiembre
2023

Levanta la vista y mira a tu alrededor. Es bastante probable que la paleta cromática de las cosas que te rodean esté dominada por unos cuantos colores neutros. El blanco, el gris y el negro se han convertido en los tonos que casi uniformizan la vida moderna. Son los habituales de las carcasas de los smartphones, los que dominan los coches comercializados o hasta los que se han asentado en la decoración de los hogares de medio mundo. Y este dominio está conectado con una realidad tan clara como visible: el mundo en el que vivimos ha ido perdiendo color.

Un estudio de un museo británico fue el primero en convertir en ciencia lo que ya algunas personas habían identificado viendo las tendencias en moda y diseño. Los investigadores usaron una muestra de imágenes de los ítems de la Science Museum Group Collection, que reúne los fondos de varios museos londinenses. Las imágenes capturaban dos siglos –los productos reproducidos más antiguos se remontan a principios del siglo XIX– y 21 categorías de objetos.

A partir de ahí, se centraron en estudiar los patrones de forma, textura y color, para ver cómo habían cambiado las preferencias. El gris es el color que lo domina todo –algún toque gris está presente en el 80% de todas las fotos de todos los productos analizados– pero su peso ha ido creciendo con el paso de los años. La gráfica que captura la evolución de los colores muestra cómo se ha ido contrayendo el centro: los extremos –gris, blanco y negro– han ido conquistando la paleta.

E incluso si se puntualizan los datos teniendo presente, como hacen en Architectural Digest, que el mundo está ahora más lleno de cosas, la traducción a porcentajes que se puede hacer de las conclusiones del estudio es sorprendente. En 1800, solo el 8% de los objetos eran grises o negros. En 2020, ya lo eran el 40%. Si se suma el blanco, la diferencia es igualmente llamativa. Se pasa del 15% de hace 200 años al 60% de ahora. Sorprendentemente, el mundo de Jane Austen era más colorista que el nuestro.

Los cambios se pueden ver de forma clara aplicándolos a productos concretos. Los teléfonos fueron en sus primeros tiempos de colores sobrios, como negro o plateado, pero se volvieron pop y coloridos en los años 60, 70 y 80. Ahora tiran, nuevamente, a lo gris. Algo simular pasa con los coches: hace 25 años solo el 40% de vehículos era negros, grises o blancos. Ahora lo son el 70%.

En 1800, solo el 8% de los objetos eran grises o negros; en 2020, ya lo eran el 40%

Incluso los contenidos como series y películas se han ido apagando. No se trata solo de la tan comentada escena nocturna de hace unos años de Juego de Tronos, en la que los espectadores se quejaban de que era casi imposible ver nada, sino de una tendencia generalizada. Las paletas cromáticas se han desaturado y, como teoriza Emily St. James en una columna en el medio de comunicación estadounidense Vox, puede ser tanto por lo que ahora permite hacer la tecnología como por la influencia visual de los grandes éxitos del cambio de siglo, como El señor de los anillos o Matrix. O quizás es, apunta, que estamos obsesionados con el fin de los tiempos y esa es la paleta que le damos.

Pero, ¿por qué el mundo se ha vuelto cada vez más monocromo y por qué se han ido perdiendo tonalidades vibrantes con el paso de las décadas? De entrada, es un efecto del boom del minimalismo, que ha dominado la idea de lo que es «bonito» en estas últimas décadas. Mientras nos obsesionamos con lo mínimo –algo que se ve desde en el interés por las teorías de Marie Kondo hasta en cómo se diseñan los aeropuertos, con todos esos grandes espacios de vacío y líneas asépticas– no esperamos colores vivos. Lo excesivamente barroco nos ha parecido en estos últimos años, casi en general, hortera. Gris, negro y blanco son, por tanto, los colores que encajan mejor con lo que ha estado de moda que sea aceptable.

Por otro, hay quienes teorizan también en el efecto que ha tenido la unificación de diseños. Todos los espacios se parecen, tanto en nuestro entorno privado –todas nuestras casas son muy parecidas, cortadas por los mismos patrones modernos– como en los espacios públicos. Los logos de las marcas son cada vez más similares y se habla ya de blanding para explicar la migración a quedarse con una tipografía negra y aséptica. Las tiendas o las sucursales de los bancos han acabado teniendo todas un cierto aire a una tienda de Apple. Hasta las cafeterías modernas y hipster son ya exactamente iguales en todas partes, con sus toques industrial-chic de tonalidades grises.

Recuperar los colores perdidos es muy posible: cuando cambien las modas y la tendencia global lo hará también la paleta del mundo que nos rodea. Quizá, que estos tonos sean un tanto deprimentes en un mundo en el que cada vez más personas se sienten ansiosas, quemadas y un poco tristes podría ser el elemento que empuje a «recolorear» el espectro. O, quizá, lo que lo haga sea la necesidad de diferenciarse en medio de la uniformidad. Fiat ya ha dejado de vender coches grises, porque es un color que tiene poco que ver con la alegría y porque el mundo, consideran, no necesita más vehículos grises: ya hay demasiados, los produce toda su competencia.

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