Sociedad

«No es fácil enfrentarse al pasado del propio país»

Fotografía

Katja Demnig
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06
septiembre
2023

Fotografía

Katja Demnig

Si se encuentra en una localidad europea –también española– a un señor que supera la setentena, con sombrero que recuerda a Indiana Jones, camisa vaquera, chaleco de cuero y pañuelo rojo al cuello, arrodillado sobre la acera colocando una especie de baldosa pequeña dorada con un mazo, probablemente esté ante Gunter Demnig (Berlín, 1947). El artista alemán lleva casi 30 años colocando sus ‘Stolperstein’ –traducido al castellano como piedra de tropiezo– por todo el continente para recordar el destino de las víctimas de los nazis. El proyecto artístico de colocación de estos cubos de 10x10x10 con una lámina con los datos de la persona (nombre, fecha de nacimiento, datos de la deportación y fecha de fallecimiento o liberación), comenzó en Colonia con la instalación de 25 Stolperstein delante de las casas de nacimiento de víctimas del Holocausto. Hoy, se pueden encontrar miles por todo Europa con las que se conmemora a todas las víctimas (judíos, homosexuales, presos políticos, miembros de las Brigadas Internacionales, españoles deportados…) comprendidas entre los años 1933 y 1945.


¿Por qué se decidió a llevar a cabo este proyecto?

Existe un trabajo preliminar a las Stolperstein. En 1991 coloqué una huella de color en Colonia para conmemorar las rutas de deportación de los sinti y los romaníes. Esta señal se había desvanecido unos años después y la sustituí por letras de latón. Fue entonces cuando se me acercó una anciana, que apreciaba mi proyecto, pero dudaba de que los llamados gitanos hubieran vivido en su barrio. Fue entonces cuando me di cuenta realmente de que la memoria de los antiguos vecinos había sido en gran parte suprimida. Comprendí que era necesario un proyecto que devolviera el recuerdo a las ciudades y las calles y señalara los lugares donde vivieron las víctimas y comenzaron los crímenes. Al principio, las Stolpersteine eran una idea puramente conceptual y solo después de que las primeras piedras obtuvieran la aprobación de los familiares de las víctimas decidí ampliar el proyecto y continuar.

Para la colocación de estas primeras Stolperstein en Colonia estuvo dos años esperando a que la administración –que no le decía ni que sí, ni que no– le diese el permiso oficial. Un día se hartó, y sin este permiso oficial, decidió poner las primeras 25. El resto es historia. Estas fueron todo un éxito y tras ellas llegarían otras miles en todo el mundo. Cuando los poderes públicos se muestran tibios en este tipo reivindicaciones, ¿cree que los ciudadanos tienen la obligación de elevar la voz aunque no se lo permitan?

Por supuesto que sí. Es muy importante asumir la responsabilidad de lo ocurrido y alzar la voz contra la injusticia social y moral.

¿Qué siente cada vez que coloca una Stolperstein?

Cada vez que pongo una siento algo muy especial. Contantemente oigo: «Todo lo que haces es rutina». Pero no es cierto. Los diferentes destinos de represaliados por los nacionalsocialistas, los encuentros in situ con los iniciadores, los residentes, los alumnos y también los familiares, así como los acontecimientos que rodean la colocación de las piedras hacen que cada piedra sea algo único.

En los casi 30 años que lleva de proyecto, ¿ha habido alguna Stolperstein que le haya provocado especial emoción?

Son demasiados los momentos bellos, conmovedores y emotivos que he vivido, así que es difícil destacar un solo destino y una sola historia.

«Cada vez más ciudadanos de fuera de Alemania investigan las acciones de su propio país»

Este proyecto comenzó en la década de los 90 y desde entonces el clima político ha vivido todo tipo de disrupciones, especialmente tras la crisis económica de 2008. ¿Diría que en estos 30 años ha aumentado más la conciencia sobre el Holocausto o, por el contrario, se ha elevado el antisemitismo?

Todo el personal de mi fundación y yo solo hemos experimentado acontecimientos positivos en el curso de nuestro trabajo para las Stolperstein. En los últimos años, hemos podido comprobar que, además de los ciudadanos alemanes, cada vez más ciudadanos de fuera de Alemania investigan las acciones de su propio país y, por tanto, su propia historia nacional. A través de esta investigación, en los últimos años se han descubierto muchas historias que han puesto de manifiesto que los gobiernos de muchos países europeos han contribuido al increíblemente elevado número de víctimas. Muchos países colaboraron de forma más o menos voluntaria con los nacionalsocialistas alemanes.

Con el auge de la extrema derecha que se vive en algunos países, el aumento del racismo… ¿cree que se podría repetir uno de los episodios más negros de nuestra historia?

Creo que la historia no se repetirá de la misma manera. Sin embargo, con una mirada crítica sobre el giro cada vez más fuerte hacia la derecha en muchos países europeos, debemos formar un contramovimiento aún más fuerte para no dar una oportunidad al antisemitismo, al fascismo y a la xenofobia.

Hace tiempo que el proyecto salió de las fronteras alemanas e incluso en España podemos contar por decenas las Stolpersteine que hay en nuestras calles. ¿Qué siente cada vez que un país nuevo se pone en contacto con usted para instalar las Stolperstein?

Mi equipo y yo nos alegramos de cada nueva Stolperstein y de cada nuevo país, porque cada piedra arranca un destino del olvido y cada destino es un recordatorio de que nunca debe volver a repetirse esta época en la que las personas son condenadas al ostracismo, se esconden o incluso tienen que huir por su opinión política, su orientación sexual, su religión o sus enfermedades congénitas para poder sobrevivir.

¿Considera que en España somos realmente conscientes de que decenas de españoles acabaron en los campos de concentración?

Todavía no he leído ningún libro de texto español, pero podría imaginar que la verdadera historia en España, como en muchos otros países europeos, no ha sido suficientemente investigada. No es fácil enfrentarse al pasado del propio país y posiblemente de los propios familiares. Hace falta tiempo y distanciarse lo suficiente de los hechos.

 

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