Medio Ambiente

Domingo Domingo, el agricultor contra las patentes

Las semillas también están protegidas por patentes y salirse de ese entramado es muy complicado. Un agricultor castellonense lo ha intentado: es el proceso que captura un documental.

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25
septiembre
2023
Un detalle del cartel del documental, ‘Domingo domingo’

La mayoría de las frutas y verduras que llegan a nuestra mesa –incluso muchas de las que llevan la etiqueta orgánica o ecológica– tienen derechos de autor. Las semillas de sus variantes tienen patentes, como las de los medicamentos o el tipo concreto de lavadora o frigorífico que estemos usando, y para poder cultivar las más populares los agricultores de todo el mundo, incluidos por supuesto los españoles, deben pagar a las multinacionales que las poseen.

Aunque de vez en cuando surge un quijote que desea enfrentarse a todo eso. Es el caso de Domingo Domingo, nombre y apellidos, un agricultor de Les Alqueries, un municipio de la provincia de Castellón, y protagonista de Domingo Domingo, documental de Laura García Andreu. Uno que cuenta la aventura de este agricultor, eminentemente práctico pero con el deseo de mejorar, empeñado en desarrollar una nueva variante de naranja y patentarla. Ganarle a las multinacionales en su propio juego, ser rico y retirarse. Y que todos los días sean como su nombre, domingo.

Con mucho sentido del humor y retratando el particular ambiente de la comarca de Les Alqueries –donde prácticamente todo el mundo cultiva naranjas y son el tema de conversación universal en el bar, el supermercado o el parque de los niños–, Laura García Andreu utiliza el caso de Domingo para hacer un retrato de los problemas del sector primario, los abusos de las grandes empresas sobre los pequeños productores y la situación de las patentes.

Aunque Domingo, el protagonista –que trabaja de albañil mientras lucha por mantener a flote sus naranjas y hace piscinas para otros mientras él se baña en una alberca–, es el elegido por ser familia de la directora, la zona no puede estar mejor seleccionada para mostrar la problemática. España totaliza 3.496.000 toneladas de naranjas al año, sobre una producción de toda la Unión Europea que se sitúa en 6.651.000 toneladas. De esos casi 3,5 millones de kilos, 771.446 se producen solo en la provincia de Castellón. Al menos, eso ocurría en las últimas cifras de un año sin sequía, las de 2022. En 2023 seguramente serán más bajas, pero la proporción se mantendrá. La zona seguirá siendo el epicentro de la producción de naranjas.

Laura García Andreu: «Las transformaciones están afectando a nuestra soberanía alimentaria, y encima, nos falta información al respecto»

La película sigue al agricultor, su abogado, sus amigos del colegio (algunos de ellos precisamente por la zona de Castellón en la que se han criado) y a expertos en patentes por ferias agrícolas alemanas, reuniones de productores y todo tipo de espacios en el complejo –y destinado al fracaso– proceso de patentar una variante fuera del control de las grandes compañías. Y, así, explica el entramado de leyes internacionales que lo mantiene y hace que determine la vida de los agricultores en todo el planeta.

España pertenece desde 1980 a la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), organización internacional con sede en Suiza cuya labor oficialmente «proporcionar un sistema eficaz de protección de las obtenciones vegetales». Sus miembros deben respetar los derechos de propiedad intelectual sobre dichos desarrollos y aplican el Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales de 1991, conocido como UPOV 91. En España, la última legislación al respecto es de 2007. Esta normativa guarda y reutiliza variedades protegidas –es decir, con lo que llamaríamos «derechos de autor»–, salvo en casos excepcionales, y se aplica a todas las especies vegetales.

Así, la historia de Domingo es la de los problemas del campo español. En la película se retrata la falta de relevo generacional, con agricultores que se jubilan y venden sus tierras a esas mismas grandes multinacionales que los explotan. O con personas como el propio protagonista, que querrían dedicarse a tiempo completa a la huerta, pero no les renta lo suficiente y necesitan completarlo con otros ingresos.

Como explica la directora, Domingo intenta ser lo más libre posible dadas las circunstancias, colarse entre las grietas del sistema, «en un momento en que las transformaciones están afectando a nuestra soberanía alimentaria, y encima, nos falta información al respecto».

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