Siéntese y escoja su terapia
Más allá de los distintos tipos de psicoterapia, que aborda los problemas en profundidad, en los últimos años se ha producido un boom de todo tipo de técnicas y procedimientos naturales y alternativos, como la danzaterapia o el mindfulness.
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Si hay un tema que en los últimos años ha salido del baúl de elementos invisibilizados de la sociedad, ese es el de la salud mental. Este ámbito –que hasta hace poco quedaba relegado a la consulta con el especialista y, quizá, al diálogo con alguna persona de confianza– se ha situado ahora en un lugar más espacioso, con un foco más intenso, desde el que se pueden contemplar distintas aristas. Algo que permite analizarlo con más sosiego y profundidad, eliminando los tabúes y propiciando la normalización de este aspecto de nuestra salud.
Para afrontar las dificultades vitales y sociales que desembocan en sufrimiento psíquico, muchas personas –fundamentalmente, quienes pueden permitírselo económicamente– deciden adquirir herramientas para mitigar el dolor. Más allá de una farmacología sobre la que también llueven críticas, las distintas terapias, variadas y cada vez más numerosas, se han convertido en opciones recurrentes. No estaríamos hablando de la llamada «psicología positiva», que persigue una inalcanzable felicidad plena y permanente y demoniza emociones más desagradables como la tristeza, la ira o la frustración, sino de procesos que asumen la existencia del malestar y ofrecen herramientas de desarrollo y cambio.
Más allá de los distintos tipos de terapia psicológica –cognitivo-conductual, sistémica, psicodinámica, Gestalt o narrativa, entre otras– que intentan enfocarse en la raíz de los problemas para ir afrontándolos, de un tiempo a esta parte se han popularizado también otras alternativas, como el mindfulness, la danzaterapia, la risoterapia o la terapia con animales. Pero lo cierto es que, aunque se les añada la palabra «terapia», no serían tratamientos o procesos como tales, sino actividades que, realizadas de manera más o menos frecuente, pueden aportar cierto bienestar. También se han extendido las terapias naturales, técnicas alternativas o complementarias a la medicina tradicional que contribuyen al mantenimiento de la salud: homeopatía, acupuntura, osteopatía, quiropráctica, reflexología, constelaciones familiares o terapia biomagnética.
Vivimos en sociedades donde el estrés diario y el ritmo frenético de la actividad laboral y personal nos sobrepasan
Tras este breve repaso, podríamos preguntarnos por qué existen tantas opciones actualmente para cuidar de nuestra salud emocional. Una explicación podría orientarse hacia la existencia de un hueco que la medicina no está cubriendo y ante el que las personas crean y buscan nuevos recursos. Si alguien, por ejemplo, precisa una terapia psicológica y el sistema público le ofrece una sesión cada dos o tres meses parece lógico que la persona busque otras formas de lograr cierto bienestar emocional, aunque sea de forma temporal y aunque, en muchos casos, más que una solución, se trate de un parche.
Pero aquí también podríamos cuestionarnos algo más: ¿tenemos actualmente más dificultades para afrontar las situaciones dolorosas que hace algunos años? Lo cierto es que vivimos en sociedades donde el estrés diario y el ritmo frenético de la actividad laboral y personal nos superan, pero a veces no somos conscientes de ello hasta que sobrepasamos cierto límite. Quizá esta propia vorágine vital es parte del problema, pero si no disponemos de tiempo para hacer un trabajo personal de introspección y reflexión –también para el descanso– que nos permita analizar nuestras debilidades, carencias y comenzar a hacer algo con ellas, tendremos más predisposición a acumular un malestar que en algún momento va a encontrar su vía de escape.
Entonces, ¿necesitamos siempre alguna de estas terapias y remedios cuando vivimos situaciones complejas? Si contamos con una base sólida y una fortaleza que hayamos aprendido desde nuestra infancia, probablemente nos resultará más sencillo afrontar las vivencias con habilidades propias. De hecho, tampoco resulta lo más recomendable acudir a una terapia ante la más mínima dificultad. Pero si el malestar repercute de forma prolongada en nuestra actividad cotidiana y en nuestras relaciones, sería el momento de buscar fórmulas que intenten remitir el dolor. Por ejemplo, la mirada externa, objetiva y profesional, de una psicóloga nos ayudará a enfocar desde otro lugar una misma vivencia, a poner en valor lo ya trabajado y a proponernos metas.
Es decir, ni todo el mundo necesita una terapia, ni esta tiene que ser por un tiempo prolongado. Pero lo cierto es que la psicoterapia –las terapias alternativas funcionan de un modo más cortoplacista– puede ser una gran caja de herramientas de la que poder extraer lo que precisemos en un momento determinado. Si no las conocemos, difícilmente podremos acceder a ellas. En cualquier caso, también existen otros espacios no tan conocidos pero muy enriquecedores, como son los Grupos de Apoyo Mutuo (GAM) en salud mental, donde varias personas que comparten una misma dificultad se reúnen para intentar mejorar su situación.
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