Sociedad

¿Por qué ya no bebemos leche?

La creciente popularidad de los alimentos de origen vegetal y el miedo a las intolerancias alimenticias parecen querer condenar a un producto tan tradicional como la leche de vaca al ocaso.

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07
agosto
2023

Con una dieta cada vez más extendida hacia la tendencia de evitar los alimentos de origen animal, la sociedad está poniendo en tela de juicio, entre otros, a un producto básico, universal y que forma parte de los hábitos alimentarios del ser humano desde hace 9.000 años: la leche de vaca.

Ahora, sin embargo, un estudio elaborado por la OCU ha venido a restituir, sin necesidad de nombrarlas de manera explícita, las bondades de la leche. Para ello, la organización ha comparado 181 «leches vegetales». Es decir, bebidas confeccionadas a partir de soja, avena, arroz o almendra, para lo cual se ha fijado en aspectos como sus ingredientes, sus componentes adicionales o su valor nutricional.

Las conclusiones de este informe no dejan a estas pseudoleches (solo una de ellas, la de almendras, está autorizada a usar la palabra «leche» en su etiquetado en España, si bien por razones más históricas que de composición) de origen vegetal en demasiado buen lugar. Por lo que respecta a sus ingredientes, el trabajo concluye que el agua constituye de media el 90% del contenido de este tipo de productos, un porcentaje que en el caso de las leches de almendras llega hasta el 98%. A mucha distancia, el siguiente ingrediente presente en estas bebidas es el del elemento vegetal que da nombre al producto. Pequeñas cantidades de sal, azúcar, aceite vegetal, vitaminas y calcio añadido completan la mezcla. 

El agua constituye de media el 90% del contenido de las llamadas «leches vegetales»

Por tanto, ¿son estas leches vegetales más o menos sanas que la leche de vaca? Para Rafel Urrialde, profesor de las Universidades Complutense y San Pablo CEU y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nutrición, el mero hecho de compararlas no tiene demasiado sentido. «Estamos hablando de cosas distintas. La leche de vaca se podría comparar con otras leches de secreción de glándula mamaria, como la de oveja o la de cabra, pero nunca con bebidas vegetales porque estas no son lácteos. La Unión Europea prohíbe expresamente llamar a estas bebidas «leche» y no las acepta como productos sustitutivos ni como alternativas. Eso no quiere decir que no sean productos interesantes ni que no tengan sus propias ventajas y propiedades, pero no son leche. Por eso no deberían venderse en los mismos lineales que los productos lácteos en los supermercados». 

El estudio de la OCU no pasa por alto esas ventajas de las bebidas vegetales: su bajo contenido de aditivos, aromas, sal y grasas las hacen acreedoras a obtener buenas puntuaciones en la Escala Saludable de la OCU, la herramienta con la que esta entidad hace una valoración de distintos productos a partir de determinados parámetros. En concreto, las «leches vegetales» que mejor paradas han salido de su análisis son las de soja, gracias, sobre todo, a su mayor aporte de proteínas, equivalente al de la leche de vaca. Eso sí, la organización de consumidores deja claro que el aporte nutricional de este tipo de bebidas es limitado más allá de su capacidad para hidratar: en ningún caso son equiparables a la leche de vaca. 

Demonización injusta

Entonces, ¿por qué existe ese estigma que parece gravitar sobre la producción lechera desde hace unos años? Potenciales alergias alimentarias, intolerancias o miedo a posibles problemas digestivos han sido algunas de las razones que han llevado a muchos consumidores a vetar el color blanco en el interior de sus vasos. Al respecto, el profesor Urrialde recuerda que «también las bebidas vegetales pueden producir problemas a personas con intolerancia al gluten o los frutos secos». 

Urrialde: «Cuando en los años 60 y 70 se dieron suplementos lácteos a los niños, los resultados fueron muy positivos en términos de mayor desarrollo»

Para este experto en nutrición, la persecución a la leche de vaca no tiene suficiente base científica. «Es cierto que, por la cantidad de grasa que contiene, conviene limitar su ingesta a dos o tres raciones diarias, pero fuera de eso no hay razón para temerla». Y añade: «Cuando en los años 60 y 70 en distintos países se dieron suplementos lácteos a los niños, los resultados fueron muy positivos en términos de mayor desarrollo cognitivo y crecimiento. Y en países de la cuenca Mediterránea como España, Italia o Francia, tradicionalmente grandes consumidores de leche, tenemos una de las esperanzas de vida más altas del mundo». 

Un caso paradigmático es el de la leche sin lactosa, un producto imprescindible para aquellas personas con intolerancia a la lactosa (el 15% de la población, de acuerdo a los datos que maneja Asociación de Intolerante a la Lactosa de España) pero que no ofrece ninguna ventaja desde un punto de vista nutricional a aquellos consumidores que no la sufren. Sin embargo, son muchas las personas que han acabado optando por este tipo producto en la creencia de que es más saludable que la leche convencional. No es así. La única diferencia entre la leche sin lactosa y la leche con lactosa es, como se puede sospechar, la lactosa. Por eso, quienes prescinden de ella en su dieta sin necesitarlo por razones médicas se están perdiendo los efectos beneficiosos que para el organismo tiene este tipo de azúcar presente de forma natural en la leche. Entre ellos, una mejor absorción del calcio, el magnesio o el fósforo, elementos esenciales durante la etapa de crecimiento y que previenen el desarrollo de enfermedades como la osteoporosis. 

En el caso de las bebidas vegetales, el boom de la comida vegana y una cierta percepción de las alternativas no animales como más éticas, sostenibles e incluso «sofisticadas» han impulsado su expansión, hasta el punto de que están presentes incluso en cafeterías y establecimientos de bebidas de prestigio como un producto especialmente refinado. Aunque Rafael Urrialde no se plantea la cuestión como una guerra entre la leche vegetal y la leche de vaca: «Ambas son complementarias y pueden coexistir perfectamente».

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