Ocho de cada diez muertes infantiles en países de renta baja se podrían evitar

Las muertes infantiles han sido una de las cuestiones que, por razones obvias, ha marcado la agenda de salud pública durante décadas. Es también uno de los elementos en los que, a pesar de los grandes avances que se han alcanzado en los últimos dos siglos, no se ha llegado a una situación ideal. Todavía fallecen en el mundo demasiados niños y niñas, muertes que podrían ser evitables, como acaba de demostrar un estudio.

El problema afecta especialmente a los países en vías de desarrollo. Según datos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), el 99% de las muertes de menores de cinco años ocurren en países de renta baja y media.

«Si queremos prevenir estas muertes, necesitamos conocer las causas, pero el problema es que carecemos de datos fiables», señala Quique Bassat, investigador ICREA en ISGlobal, centro impulsado por la Fundación la Caixa. Tanto los datos clínicos como los testimonios de la familia o cuidador –lo que se conoce como autopsias verbales–, no son lo suficientemente detallados. Sin embargo, estos son métodos muy usados en zonas de pocos recursos.

Para intentar perfilar qué está pasando y qué conclusiones se puede extraer de ello, los investigadores responsables de un estudio de la red internacional CHAMPS han empleado la técnica de autopsia mínimamente invasiva desarrollada por ISGlobal. Gracias a esa técnica, descubrieron un agente infeccioso en el 87% de los casos y señalaron la desnutrición como la causa subyacente más frecuente. Sus conclusiones son una llamada de atención: el 82% de las muertes infantiles en países de renta baja podría evitarse, según el informe, que ha sido publicado en JAMA Network Open.

Se podría evitar el 82% de las muertes infantiles en países de renta baja

Los investigadores recuerdan la importancia de distinguir entre causas subyacentes –es decir, las que inician la cadena de eventos que conduce a la muerte– y la causa inmediata de fallecimiento. «Esta distinción es importante porque la muerte puede ser el resultado de la interacción entre distintas afecciones», explica Bassat.

En este estudio, un equipo de CHAMPS liderado por Bassat investigó las causas de muertes infantiles en siete países de África subsahariana y el sudeste asiático (Mozambique, Sierra Leona, Kenia, Mali, Etiopía, Sudáfrica y Bangladesh), distinguiendo entre causas subyacentes, intermediarias e inmediatas. El análisis incluyó 636 muertes en niñas y niños de entre un mes y cinco años de edad, ocurridas en la comunidad o en el hospital entre el 2016 y el 2020. En todos se había hecho una autopsia mínimamente invasiva además de contar con datos clínicos y autopsia verbal.

De esas investigaciones extrajeron que las principales causas subyacentes de muerte fueron: desnutrición (16,5%), infecciones por VIH (11,9%), malaria (11,2%), defectos congénitos (10,1%), infecciones respiratorias (8,4%) y diarreas (7,2%). Pero en el 87% de los casos –la amplia mayoría– se detectó un agente infeccioso. «Solo el 25% de muertes se debía a una sola causa; todas las demás se debían a una compleja interacción de factores», señala Bassat.

Este dato es crucial, porque ayuda a entender qué está ocurriendo y cómo afrontar la situación. Subraya la importancia de considerar toda la cadena de eventos que conducen a la muerte y no solo la causa inmediata, para diseñar así estrategias de prevención más efectivas. También permite llegar a esa conclusión de que el 82% de las muertes podrían haber sido evitadas.

Todo ello abre, concluye el estudio, muchas oportunidades para diseñar intervenciones específicas con alto impacto.