Cultura

«Se ha construido una imagen de Chaves Nogales de película de sobremesa»

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
16
agosto
2023

«A toda figura que ha entrado en el canon le corresponde hacerlo con los datos correctos»: Yolanda Morató (Huelva, 1976), ensayista, poeta, profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla y autora de ‘Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (1940-1944)‘, quiere que el celebrado periodista sevillano, fallecido poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial y considerado una referencia tanto de su oficio como de su tiempo, no escape a este dictado. Chaves fue olvidado tras su muerte al no servir a los fines partidistas de ningún grupo político, pero hace ya tres décadas que comenzó a ser recuperado. Morató, sin embargo, cree que este proceso ha acusado errores de bulto que es preciso revertir. Conoce bien al icónico periodista, a quien investiga desde que le encargaran la traducción de los textos del autor que integran ‘La España de Franco’ (Almuzara). Y se ha encontrado con una verdad incómoda: el reportero «no fue un superhéroe del periodismo». El español, sostiene, trabajó en agencias de prensa integradas ‘de facto’ en el Gobierno británico, realizando labores de propaganda. Pero ¿merma esto la entidad moral de Chaves Nogales, uno de los principales cimientos de su imagen? 


Este ensayo está atravesado por una suerte de pulsión destructora. ¿Qué elementos de la imagen de Chaves Nogales has pretendido derribar?

La imagen es lo que menos me preocupaba. A diferencia de la mayor parte de estudiosos, de quienes me gusta decir medio en broma que están enamorados de él, a mí me interesaba contextualizar su figura sin tener que especular. A menudo daba con trabajos en los que se decían cosas aparentemente anodinas como: «Chaves se reunía con sus compañeros, en su casa…» y siempre me preguntaba cómo se podía saber eso si nadie lo ha contado ni dejado por escrito. Se ha construido una imagen demasiado plana, como si hubiese sido un héroe –que es algo que no se da en ninguna guerra– o, peor aún, un héroe vencedor: el exiliado que llega a una gran ciudad, monta por su cuenta una agencia, tiene éxito… Es una representación como de película de sobremesa que no podía cuadrar con la realidad. Y lo que me he encontrado es que, efectivamente, no fue ese superhéroe que «anda y cuenta» todo el rato. Pero porque no podía serlo: era alguien que llegaba a un segundo exilio solo y que además no gustaba a bastantes otros exiliados, razón por la que incluyo a quienes rivalizaron con él o directamente lo tenían en el punto de mira. He intentado presentarlo de una forma más realista y humana.

«En tiempos de guerra, nadie está en tierra de nadie, y menos aún en esa Inglaterra: no existía nada mínimamente equiparable al periodismo independiente»

¿A qué atribuyes que la recuperación de la vida y la obra del periodista haya sido «inexacta»? Eres muy crítica con la labor de María Isabel Cintas, biógrafa del periodista y quien primero recuperó, en los años noventa, su figura.

En esta época se ha abusado de testimonios de segunda mano, en buena medida porque, como decía, Chaves Nogales estaba solo. Y esta técnica, como la especulación o el recurso a fuentes dadas por buenas por estar incluidas en una biografía del personaje [la de la propia Cintas, publicada en 2011 y ampliada en 2021], es ineficaz: hace que a día de hoy tengamos docenas de libros con datos erróneos. Por poner un ejemplo, se dice que Chaves intuía que los americanos iban a desembarcar en Normandía. No es que lo intuyera; es que lo sabía. Había estado en un ensayo del desembarco en Tenby (Gales). Por eso, hablar de que era un visionario me parece excesivo; era lúcido, sin duda, pero no era un visionario. O como cuando se dice que era un periodista que estaba continuamente buscando historias. No: mucha información, como la anterior, la tenía de primera mano, no era el resultado de un proceder periodístico.

La tesis principal de tu investigación es que los años que Chaves vivió en el Reino Unido —desde 1940 hasta su muerte en 1944— trabajó para agencias de prensa dirigidas por el Gobierno británico. Pero derivar de ahí que se convirtió en un agente de propaganda, ¿no es un poco excesivo?

No, porque no es lo mismo ser un propagandista en el Londres de 1940 que serlo hoy. En tiempos de guerra, nadie está en tierra de nadie, y menos aún en la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, que había aprendido de la Primera a no dejar nada al margen del esfuerzo bélico. Todos emitían propaganda: no existía nada mínimamente equiparable al periodismo independiente. Solo con la descripción que se ha venido haciendo de que era una especie de emprendedor que se puso a ofrecer colaboraciones a distintos medios ya deberían haber saltado las alarmas. Un exiliado recién llegado no tiene capacidad de producir tantísimo como él produjo. Chaves llega a un lugar y le dan alojamiento y un trabajo. Aunque en ningún caso invalida la imagen que tenemos de alguien con aversión a los extremos y fusilable por unos y por otros, conviene poner las cosas en su sitio.

Pero, por poner un ejemplo, los periodistas ucranianos que hoy cubren desde Kiev la guerra contra Rusia no necesariamente hacen propaganda. Y tampoco diríamos que Chaves fue un propagandista por seguir las consignas de Azaña tras estallar la Guerra Civil…

Bueno… Es importante quién te paga, eso lo primero. En España tenía un buen sueldo y no le pagaba Azaña. En la época británica fue diferente: no tenía dinero y, además, el Gobierno británico había estructurado una organización de guerra que incluía la vivienda, el trabajo, la alimentación…

«Tenemos que pensar en él como un refugiado, que es lo que era»

¿Hubo figuras públicas de la altura de Chaves que en esa época actuaran de otra manera? Citas a Orwell para señalar que él sí se distanció de las fuentes oficiales.

Es cierto que lo menciono, pero no para trazar esa comparación, que me parece injusta. Orwell está en su tierra, con su lengua y con una reputación previa: puede buscarse la vida. Chaves no. Ni siquiera habla bien inglés. Tenemos que pensar en él como un refugiado, que es lo que era. En el libro no lo critico, y no me gustaría que el lector se quedara con un «hasta ahora nos han contado un Chaves equivocado», sino con un «si no nos lo han contado bien, es porque no nos han presentado correctamente la época y el país». Lo importante es el contexto: yo no me habría aventurado a hacer este trabajo, que me ha exigido leer más de 5.000 páginas de la inteligencia británica y muchos informes de prensa, si este no fuera mi campo de estudio.

¿Has dado con otros expatriados que desarrollaran una actividad diferente a la de Chaves?

Cernuda, por ejemplo: es un exiliado que busca maneras de sobrevivir aislándose del centro gubernamental que es Londres. Pero entre los periodistas, no. La mayoría se van a México y de entre los que se quedan, tanto los Portillo como los Barea, por mencionar a los más conocidos, se enrolan en algún tipo de actividad gubernamental.

¿En qué cambia entonces la imagen que teníamos de él? En este sentido, pese a haber localizado más de 500 colaboraciones desconocidas de los últimos años de Chaves, Cintas te devuelve la crítica señalando que tocas cuestiones «tangenciales» de la estancia en Londres, pero que ofreces «pocas aportaciones nuevas».

Pero es que lo importante no es la imagen… ¡Yo soy investigadora, me preocupan los hechos! En ningún momento el objetivo de este estudio fue convertir a Chaves en un nuevo periodista, y lamento si alguien lo lee de ese modo. Mi único interés era que conociéramos su vida con los datos adecuados y, desde este punto de vista, es natural hacer enmiendas al trabajo de Cintas: cuando narra su exilio, lo «sube» a un barco erróneo; lo «desembarca» en un país que no es [Inglaterra en lugar de Gales]; dice que ha montado de cero una agencia de prensa, cuando no; sugiere que en Brasil ha publicado una serie de artículos, y son más de 500… 

¿No has pensado que te pueden leer menos desde la letra de lo que dices que desde lo que se infiere?

No, si eso ocurre es porque se está juzgando este estudio desde una concepción de Chaves errónea, la de quien «anda y cuenta», que, por otra parte, no tiene nada de original porque es el “periodista de patas” del que ya hablaba Baroja. Y eso no es responsabilidad mía. Chaves no es un exiliado que comparte un vino con el resto de republicanos en una tertulia, como de ahí se deduce. ¡Si vivía en un cuarto de veinte metros cuadrados!

«Inglaterra está sola en Europa y Chaves tiene como cometido lograr que Brasil, que es un país a medio camino del nazismo, oscile hacia los aliados»

En el ensayo también argumentas que cuando Chaves dice «veinte millas de travesía entre Calais y Dover. Eso era todo. Yo atravesé entonces esas veinte millas en un destroyer británico» no está contando la verdad, dado que él salió de Burdeos cuando huyó de Francia. Dices que «desvirtúa» los hechos para que su relato encaje con el que difunde como corresponsal. ¿Te parece algo excusable?

Sí, primero porque estás huyendo y tienes que protegerte a ti y a quien te protege. La primera regla cuando trabajas para gente que tiene ciertos planes que no deben ser descubiertos es no contar lo que estás haciendo. Eso es algo problemático para un periodista, pero también para quienes investigamos. No es nada fácil reconstruir las vidas de quienes están a las órdenes del Gobierno, y menos aún en esta época en la que en Londres había espías en cada esquina y, en consecuencia, la paranoia de la población era considerable. Hay que tener en cuenta que se ensayó el desembarco de Normandía y no se filtró: tal era el secretismo. Pero aún hay una segunda razón. Narrativamente, Dover-Calais es un trayecto muy conocido y al lector le resulta más sencillo imaginarlo. 

Claro, pero esto último ya es diferente. No es lo mismo justificar la distorsión de la realidad por motivos de seguridad que por motivos narrativos. Esto último es más problemático.

Chaves, según el medio para el que escribía, utilizaba un enfoque u otro. Eso es así.

Pero hablamos de hechos, no de enfoques. Son cosas diferentes.

En la guerra, no. Inglaterra está sola en Europa y Chaves tiene como cometido lograr que Brasil, que es un país a medio camino del nazismo y con sus medios llenos de propaganda nazi, oscile hacia los aliados. ¿Cómo no iba a narrar, de todo lo que veía y podía volcar al papel, lo más favorable? De ahí los artículos hablando sobre la flema británica [su estoicismo] o ensalzando la organización ciudadana.

Volviendo a la relación entre Chaves y el Gobierno británico, sugieres que fue espía. Sin embargo, no aportas ningún dato concluyente. ¿En qué se basan tus suposiciones?

No lo sugiero; de hecho, creo que no lo fue. Simplemente digo, basándome en informes de la inteligencia británica, que al menos tuvo una cita con uno, Luis Calvo, que no era precisamente un cualquiera [a la sazón director de ABC y de quien la autora considera probado que espió para los nazis y que lo hizo a sabiendas]. Esa relación no se conocía y es relevante, por eso la incluyo. Dicho eso, creo que no fue un espía porque, de haberlo sido, lo más seguro es que hubiera compartido algunos años con Calvo, y eso no ocurrió.

También aportas una entrevista inédita de Chaves con un colega brasileño, seguramente la última que concedió y en la que se muestra muy favorable a posiciones que hoy, sintetizando mucho, serían de centroizquierda («Los partidos políticos enriquecieron a la República española con su pesado bagaje ideológico» o «Todo lo que sea hablar de unificación en España resulta funesto. España no es una, sino varias»). Sin embargo, Chaves también fue durísimo con algunas figuras de referencia de la izquierda. 

He detectado cierta confusión al interpretar esta entrevista. Chaves la respondió por escrito, por lo que es razonable pensar que midió las respuestas todavía más que en interlocuciones orales. Y dice: «Hay que aceptar el separatismo catalán», no «comulgo con» o «me parece que». También «esa milagrosa fuerza centrífuga que es lo mejor que tienen los españoles», no «que tenemos los españoles». Hay que tener presente que, por una parte, Chaves vive en Londres rodeado de personas separatistas y de diferentes ideologías y que, por otra, hay muchos pensadores en la época que asumen que España está hecha de un conjunto de pueblos con sus características propias, entre ellos Madariaga. Ambas cosas influyen. En cualquier caso, el análisis de su ideología es problemático. No es fácil extraer conclusiones claras.

Por el ensayo discurren figuras apasionantes, como Emery Reves, fundador de una editorial que buscaba publicar en la Alemania nazi a estadistas británicos y vínculo entre Chaves y el Gobierno británico. Sin embargo, crees que para entender la última etapa de Chaves es fundamental saber más de Antonio Soto, periodista asociado a la UGT y quien comunicó su muerte a la familia. ¿Por qué?

Porque es quien estuvo con él más tiempo: lo acompaña tanto en España, como en Francia e Inglaterra. En Londres vive en su mismo bloque y es quien narra su necrológica en la BBC. A mí, por tiempo, no me ha sido posible, pero es claramente una figura que necesita una revisión. Es alguien a quien no te cruzas ni en archivos ni en cartas, como sí ocurre con Frances Kaye, profesora y periodista a la que a menudo se despacha como la «secretaria» de Chaves, que es la otra gran desconocida en esta historia.

El simulacro de desembarco aliado que presenció Chaves expresaría que experimentó en vida una suerte de justicia poética, ¿has podido acreditar su presencia de manera rotunda?

Que el desembarco se ensayó en las playas de Tenby está sumamente documentado, y que Chaves había ido y se lo habían tenido que llevar de allí en avión a un hospital de Londres por el avance de su enfermedad también era conocido. Lo raro estaba en que nadie se preguntara qué hacía allí o en que esa cuestión se despachara diciendo que estaba en un balneario, más aún cuando le dispensaron un trato tan especial. Va porque tiene la información de primera mano por su trabajo, por eso pudo «anticipar» el desembarco real. No fue ese visionario que supo verlo porque en 1942 ya había acompañado a los estadounidenses en Belfast. Ese es un error que expresa muy bien lo que ha ocurrido en la recepción de Chaves.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El propagandista Chaves Nogales

Sergio del Molino

Un nuevo libro sobre su exilio ha derribado el cimiento central de su figura mitológica: la imparcialidad periodística.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME