Sociedad

Los españoles que intentaron conquistar Nueva York

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, miles de emigrantes españoles marcharon a Estados Unidos, una parte olvidada de la historia española que ahora está siendo recuperada.

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Exposición 'Emigrantes Invisibles'
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24
agosto
2023
Emigrantes del noroeste de España en Saint Louis, Missouri.

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Exposición 'Emigrantes Invisibles'

Esta es una historia que ha sobrevivido, en parte, en cajas de galletas en las que las familias guardaban viejas fotografías. Es una parte de la historia española que se ha quedado ocultada bajo el polvo, pero que hoy se hace cada vez más visible: es la de la emigración a Estados Unidos, a donde se fueron miles de españoles entre finales del siglo XIX y principios del XX. A los historiadores no les gusta hablar de cifras concretas, pero se sabe que solo a Hawái partieron 8.000 españoles a cortar caña de azúcar durante esos años.

¿Por qué esta parte de la historia de la emigración española se ha quedado tan difuminada? «Hay dos razones principales», explica David Miranda Barreiro, profesor de la Bangor University que investiga la emigración gallega a Estados Unidos en el marco del proyecto Galician New York: a Cultural History. Miranda Barreiro apunta primero a los números –«la emigración a los Estados Unidos fue, en conjunto, mucho menor que a países como México, Venezuela, Argentina…»– y luego a la importancia cultural que algunos de esos otros países tuvieron para la cultura del lugar de origen, en este caso la gallega.

«El movimiento migratorio a estos países fue tan importante e icónico que oscureció fenómenos similares en otras localizaciones, que también tuvieron una importante presencia gallega, aunque a menor escala», indica. El caso gallego es, en cierto modo, un espejo de lo que pasaba a escala estatal y de lo que ha hecho que, salvo excepciones, esta historia se haya difuminado de la memoria colectiva. De hecho, también responde hablando de esos números Luis Argeo, uno de los comisarios de la muestra Emigrantes invisibles, que ha pasado por varias localidades españolas y está, en una versión off, en Ribadedeva (Asturias) hasta el 15 de septiembre. En 2024, la exposición espera viajar a Estados Unidos.

Podrían haber salido de España entre 1880 y 1930 entre 3 y 5 millones de personas con destino al continente americano

Gracias a fotos, objetos y material de archivo, la exposición recupera las vivencias de esos emigrantes que entre 1868 y 1945 se fueron a buscar una vida mejor a Estados Unidos. Clave para esta recuperación han sido las propias historias familiares y los recuerdos que han pasado de generación en generación, a veces en esas cajas de galletas. «Lo abordamos desde un ámbito doméstico», apunta Argeo, logrando así poner el énfasis en las historias personales y el trabajo que han hecho esos descendientes por preservar esa memoria.

La emigración no era un fenómeno extraño en la España finisecular y de arranque del nuevo siglo (no dejó de serlo, de hecho, hasta casi finales del propio siglo XX). Calcular cuántos españoles se marcharon en esas décadas es muy difícil, como escriben en Pasajeros de tercera clase Blanca Azcárate y J. Julio Rodríguez, pero, contando la emigración clandestina, podrían haber salido de España entre 1880 y 1930 entre 3 y 5 millones de personas con destino al continente americano.

«Con lo que más familiarizadas están las niñas de Fontán es con Nueva York. En cierto modo, es lo que más a mano les pilla», escribía en 1930 Magda Donato en una de sus crónicas sobre cómo vivía la mujer en España para la prensa de la época. Se había ido a un pueblo en las afueras de Sada (A Coruña) y había descubierto que allí, por lo que le contaban las niñas de la escuela, todos los padres estaban emigrados. Todos vivían en Nueva York. «Lo de Sada es curioso», suma ahora Argeo, «porque la escuela fue construida por emigrantes en Nueva York».

emigración

Retrato de un grupo de gallegos en la cubierta del barco de vapor SS Aquitania.

La anécdota sirve ahora para ejemplificar esta historia. Los emigrantes españoles que marchaban a Estados Unidos lo hacían desde muchas provincias. Miranda Barreiro apunta que «la emigración gallega era mayoritaria en ciudades como Nueva York y Newark». Los datos consulares, señala, apuntan que esas zonas eran la que contaban con la mayor colonia, «al ser ciudades portuarias, y muchos emigrantes eran marineros o trabajaban en el puerto».

También partían emigrantes desde Asturias hacia el Medio Oeste para trabajar en minas y en la siderurgia, suma Argeo, o desde el País Vasco, desde donde salieron muchos pastores a lugares como Montana, Idaho o California. Los cántabros eran canteros y cortaban granito en el Noreste y los andaluces estuvieron entre esos cortadores de caña de azúcar en Hawái. «Buscaban mano de obra blanca», explica Argeo (frente a la mano de obra local, que no lo era; una cuestión de racismo), «y de lejos de Hawái para que no fuesen nunca».

Y entre toda esa población migrante no solo había hombres. «Había también mujeres, aunque seguramente llegaban después de que se establecieran primero los hombres de la familia», indica Miranda Barreiro. «Sí, salieron muchas», suma Argeo, que apunta que solo hay que fijarse en las fotos para verlas. «Hay muchas mujeres en las fotografías», explica. Entre las historias individuales que han recuperado está la de una mujer gallega que se fue a cuidar niños a Florida: lo hizo porque sus cuñadas ya estaban haciéndolo a ese lado del Atlántico.

No obstante, la emigración española a Estados Unidos empezó a decaer en los años 20. Tanto Argeo como Miranda Barreiro recuerdan que, a principios de esa década, EEUU impuso un sistema de cuotas que limitaba la entrada de migrantes (legales) desde cada uno de los países emisores. «Aun así, hay que tener en cuenta que había más personas llegadas de Galicia que las que aparecen registradas, como aquellas que entraban ilegalmente. Por ejemplo, marineros», puntualiza Miranda Barreiro.

En términos generales, la emigración ilegal no era una rareza, ya incluso antes y a otros destinos. Falsificar cartillas militares –los hombres no podían salir si no habían hecho el servicio militar– o usar el pasaporte de un familiar, explica Argeo cuando se le pregunta por la cuestión, eran algunas de las vías con las que pisaban los límites legales. Y en Pasajeros de tercera clase se recuerda que existían falsificadores en los puertos de partida que creaban los documentos necesarios para la salida.

emigración española

«No compre mercancía fascista»: dos emigrantes españolas boicotean la reputada tienda Casa Moneo en pleno Manhattan (1939).

El estallido de la Guerra Civil supuso otro freno en esa relación migratoria hispanoestadounidense. Como señala Argeo, para quienes se habían ido a Estados Unidos supuso una ruptura frente a la idea de volver con dinero al lugar de origen —ahora una zona en guerra— y un empujón para asentarse. Tras la II Guerra Mundial, los emigrantes españoles dejaron sus asociaciones regionales y se integraron en la sociedad estadounidense. «Sus hijos abandonan esos sitios», apunta el comisario.

De todos modos, puede que la manera y las razones para irse a hacer las Américas a Nueva York, como los padres de las niñas de Sada, o a otra localidad estadounidense hayan cambiado, pero no desaparecieron del todo. «El flujo migratorio continúa hasta hoy», recuerda Miranda Barreiro

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