Energía

Plantas solares y biodiversidad: el reto de una transición sostenible

Las energías renovables son claves para responder a los retos climáticos, pero la instalación de elementos como plantas solares abren nuevos potenciales problemas. Estudiar sus efectos en la biodiversidad y planificar bien qué se hace resultan, por ello, fundamentales.

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26
julio
2023

La llamada urgente de la comunidad internacional para mitigar los impactos del cambio climático y detener la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad ha propiciado, a nivel mundial, la puesta en marcha de políticas ambientales centradas en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, la comunidad internacional, a través del Panel Internacional sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) ha puesto sobre la mesa la necesidad de detener la actual pérdida de diversidad biológica y los beneficios asociados que presta a la humanidad, lo que necesariamente obliga a un desarrollo sostenible de cualquier actividad productiva y, por tanto, compatible con la conservación de la biodiversidad.

La energía solar fotovoltaica tiene uno de los mayores potenciales de mitigación del cambio climático entre todas las fuentes actuales de energía renovable y se ha convertido rápidamente en una de las tecnologías más baratas para la generación de electricidad en todo el mundo. Sin embargo, el desarrollo de proyectos solares fotovoltaicos a gran escala (los denominados Utility-Scale Solar Energy) pueden estar asociados a una amplia gama de impactos ambientales a lo largo de su ciclo de vida, siendo la ocupación del suelo uno de los principales.

El resultado puede ser una pérdida neta de hábitat para las comunidades biológicas allí presentes, con el consiguiente riesgo de desaparición local de muchas poblaciones, a veces de especies amenazadas.  Sin embargo, y a diferencia de otras fuentes de energías renovables, si existe una correcta planificación territorial y gestión de las instalaciones de generación de energía fotovoltaica, así como una adecuada compensación de los impactos locales, estas pueden ofrecer oportunidades y beneficios a determinados componentes de la biodiversidad.

Las zonas de estepas naturales y cerealistas se encuentran entre los ecosistemas más frágiles y afectados por la actividad humana del mundo.  Los ambientes esteparios imponen fuertes presiones de selección sobre los organismos debido a las condiciones climáticas o la competencia por unos recursos limitados en el espacio y en el tiempo. En respuesta, los organismos esteparios muestran adaptaciones únicas a dichas presiones del medio.

«Si existe una correcta planificación territorial y gestión de las instalaciones, así como una adecuada compensación de los impactos locales, estas pueden ofrecer oportunidades y beneficios a la biodiversidad»

Por otro lado, el creciente uso de los ecosistemas esteparios por parte de las poblaciones humanas, tanto para una agricultura cada vez más intensiva, como recientemente para el desarrollo de proyectos de energía fotovoltaica, pone de manifiesto la necesidad de su gestión sostenible sobre la base de un conocimiento científico adecuado. Muchas especies esteparias están en peligro de extinción o muestran descensos poblacionales preocupantes. Las aves propias de las estepas no son una excepción, ya que llevan décadas en regresión y ya han desaparecido de buena parte de sus antiguos dominios. La Península Ibérica alberga las mejores poblaciones de aves esteparias de Europa y, en el caso de algunas especies, del mundo, por lo que disponer de herramientas y conocimientos para la conservación de estas poblaciones es fundamental. A su vez, la evaluación basada en evidencia científica del impacto de la actividad antrópica sobre estos ecosistemas y su respuesta a diferentes modelos de gestión es fundamental para evitar una mayor degradación.

En este contexto resulta imprescindible generar conocimiento técnico y científico que garantice la compatibilidad de la conservación de la biodiversidad con el desarrollo de plantas de producción fotovoltaica, fomentando la investigación sobre ecosistemas agro-esteparios y su interacción con dicho desarrollo.

Para ello, lo primero que debemos hacer es conocer la respuesta de las poblaciones de aves esteparias a la instalación de proyectos fotovoltaicos a medio y largo plazo y el efecto de las medidas compensatorias que se ejecuten. En el último año, además de censos de la comunidad de aves esteparias, hemos marcado ya hasta 45 individuos de seis especies distintas de aves amenazadas (sisón común, ganga ibérica, ganga ortega, alcaraván, cernícalo primilla y aguilucho cenizo) con emisores GPS, lo que está permitiendo conocer de forma muy detallada cómo usan estas aves el espacio y cómo responden a las distintas actividades humanas asociadas a la construcción y futura explotación de las plantas. Este trabajo continúa en 2023, año durante el cual se ha empezado a abordar nuevas áreas de investigación relacionadas con el potencial efecto lago (confusión de las plantas con masas de agua en superficie por parte de aves migradoras), así como con la tasa de depredación sobre las aves esteparias potencialmente asociada a la presencia de instalaciones fotovoltaicas.

El segundo aspecto relevante de la investigación que estamos llevando a cabo es el diseño, gestión y seguimiento de medidas compensatorias para estas aves. A partir del conocimiento a este respecto generado en distintos programas, y muy especialmente el realizado en Cataluña por el CTFC, ya se han señalado medidas concretas como la implantación de barbechos ambientales, sobre la que se está trabajando actualmente y que se ha revelado muy eficaz para favorecer la instalación e incremento de poblaciones de avifauna.

Todos estos trabajos los hemos llevado a cabo en el marco de la Cátedra Steppe Forward, formada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC), centros de referencia a nivel nacional e internacional en el estudio y conservación de las aves esteparias y sus hábitats. Esta experiencia pionera cuenta con el apoyo de TotalEnergies, compañía multienergías que está actualmente desarrollando proyectos de energía solar fotovoltaica en España que suman una potencia instalada de 3 GW y se espera que estén operativos en 2025.

Si bien es cierto que hasta el momento nos hemos centrado en uno de sus ejes, la investigación científica de impacto, son sin duda la transferencia de ese conocimiento a los sectores público y privado y la divulgación de los resultados a la sociedad los dos elementos diferenciales que creemos clave para avanzar en la conservación de nuestros ecosistemas esteparios; y que ya han suscitado el interés tanto del sector de las renovables como de los mundos conservacionista y académico.

Mitigar los impactos del cambio climático, como indicábamos al principio, es vital y estamos ante una oportunidad única para que distintos actores trabajen juntos en la dirección que la sociedad realmente demanda a unos y otros: la de una producción energética ambientalmente sostenible que facilite una verdadera transición ecológica.


Gerard Bota es investigador del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña y Manuel B. Morales es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Ambos son coordinadores de la Cátedra Steppe Forward.

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