Energía
Renovables sí, pero no a costa de la biodiversidad
El Plan Nacional Integrado de Energía (PNIEC) supone la ocupación de centenares de miles de hectáreas con plantas solares y parques eólicos, acciones que reportan beneficios climáticos pero que, sin planificación, puede afectar irreversiblemente a los ecosistemas.
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La espigada silueta de los aerogeneradores ya es parte de la fotografía de nuestro país. Basta con un viaje en carretera para cruzarse pronto con un gran grupo de estos aparatos extendiéndose a lo largo y ancho de los prados. A veces, incluso recuerdan a esos molinillos que decoran los balcones de las ciudades y resuenan cuando el viento los hace bailar. Verlos es casi una garantía de futuro: cada uno de ellos confirma que avanzamos con paso firme hacia la transición energética, buscando vivir, sola y exclusivamente, de las energías renovables.
Pero hay una clara perdedora en el avance hacia un mañana verde: la biodiversidad. Hace dos días, un milano real moría en un parque eólico del municipio zaragozano de La Muela al chocarse, en pleno vuelo, con las palas de uno de los aerogeneradores. Los Agentes de Protección de la Naturaleza (APN) encontraron al ave partida en dos. Esta especie en peligro de extinción, además, se encuentra entre las que más sufren este tipo de daños, junto con otras como el águila imperial, el cernícalo, el buitre negro o los murciélagos.
La expansión de las energías renovables, si no se lleva a cabo de forma ordenada, puede acabar provocando daños irreversibles en la biodiversidad española. Ya afectan a un mínimo de 200.000 murciélagos y varios millares de aves. Lo advertían ya veintitrés expertos en conservación de aves y murciélagos del CSIC, la Universidad Complutense de Madrid y otras instituciones, en una carta publicada en la revista Science el pasado mes de diciembre: «De no abordar inmediatamente los problemas asociados a la implementación de las renovables, la transición energética tendrá el dudoso privilegio de ser recordada no solo por el cambio de modelo, sino por poner en jaque algunos de los valores naturales únicos de este país».
Las prisas por el beneficio (económico y medioambiental)
España es el quinto país del mundo en potencia eólica instalada, tras China, Estados Unidos, Alemania e India, un título que recibe gracias a sus 1.203 parques eólicos repartidos por península e islas para cubrir el 21% de la energía consumida. Todo apunta a que vamos a seguir creciendo, ya que el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) es el billete de entrada al consumo energético verde. Tales previsiones no convencen, sin embargo, a la comunidad científica que firma la carta, pues creen que las nuevas construcciones se harán en «suelos baratos, mayormente áreas agrícolas marginales o de media montaña, todas con alto valor ecológico».
Además de destruir el hábitat, como indica SEO Birdlife, los parques eólicos generan ruidos y vibraciones que llevan a la fauna a evitar esas zonas hasta acabar abandonando su hogar. A la vez, el llamado «efecto barrera» obstaculiza el movimiento de las aves y las rutas de migración, y las obliga a alterar su viaje, invirtiendo una mayor cantidad de energía a pesar de dirigirse al mismo destino. Ocurre lo mismo con las plantas solares que, además, suman otros riesgos como el deslumbramiento o la electrocución.
Miles de aves mueren al año por culpa de los 184 aerogeneradores instalados en Gibraltar
El impacto medioambiental de las renovables era una realidad desde que empezaron a imaginarse: cualquier transformación humana del paisaje natural implica una alteración en los ecosistemas. Por entonces, había que poner en la balanza el beneficio y el problema, intentando encontrar el equilibrio más justo. La diferencia ahora es que, con la carrera contrarreloj de la neutralidad climática, la información sobre los emplazamientos «está sin actualizar y sin contrastarse científicamente». La recopilación de datos la llevan cabo, normalmente, «las mismas empresas beneficiarias de los proyectos».
Ya en 2007, SEO Birdlife destacaba el caso de Extremadura como uno de los más irrisorios: se propusieron 116 proyectos, de los cuales 16 afectaban a parte de alguna Zona de Especial Protección para las AVES (ZEPA). 60 de ellos se proyectaron en el interior de un Área Importante de Conservación de las Aves. La organización denunciaba que los estudios de impacto ambiental presentados no cumplían con ninguna de las condiciones exigidas, «a pesar de que la riqueza faunística de Extremadura es mucho mayor».
La situación puede extrapolarse al resto de las comunidades. Hace tres años, los científicos del CSIC compararon los datos estimados y reales de muertes de aves en 20 parques eólicos repartidos por España para descubrir que las licencias se habían basado en informes ambientales con criterios erróneos. Sin ir más lejos, la instalación de más de 184 aerogeneradores en el estrecho de Gibraltar ha supuesto la muerte de miles de aves al año en su paso migratorio entre África y Europa.
Un estudio demuestra que pintar las aspas de negro reducen la mortalidad al 70%
En esta línea, destacan los escasos esfuerzos que se hacen a la hora de identificar todas las especies que bien viven en la zona, o las que la visitan de paso en su viaje. Faltan datos e iniciativa, como apunta Life Eurokite, un proyecto de conservación dependiente de SEO Birdlife. La estimación del riesgo para la población de las aves suele basarse en meras «suposiciones que se utilizan para explicar puntos de vista distintos». Esta visión cuadra con la del CSIC: «Lo mismo ocurre con los protocolos de seguimiento, que se realizan con muy escasa supervisión de las Administraciones». En otras palabras: es difícil conocer la magnitud real del problema si se mira habitualmente para otro lado.
La solución: un ojo que todo lo vea
El imparable avance de las energías renovables –la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) calcula que su crecimiento se duplicará en 2024– pide con urgencia soluciones eficaces. La comunidad científica lleva tiempo intentando encontrarlas: por ejemplo, un estudio desarrollado en Noruega comprobó que pintar una de las aspas de los aerogeneradores de negro reducía la mortalidad al 70% porque, estiman, a las aves les resulta más fácil identificarlas y esquivarlas mejor. También se ha propuesto instalar lámparas de luz ultravioleta para aumentar la altitud del vuelo de las aves o construir las turbinas en zonas de corrientes descendentes, menos transitadas por estos animales.
Endurecer las condiciones para construir parques eólicos es clave en el futuro de las renovables
Pero todas estas soluciones no resuelven el problema si las plantas energéticas se han planteado mal desde un principio. Por ello, algunas eléctricas como EDF, EDP o Shell ya se han asociado con la IUCN para publicar un extenso informe con medidas muy específicas para evaluar el impacto medioambiental. Entre ellas se encuentran utilizar las tecnologías más avanzadas para hacer sensitivity mapping, identificando todas las características posibles de la biodiversidad de la zona, y trabajar en consenso con científicos, así como habitantes locales, que conocen como la palma de su mano el ecosistema con el que conviven.
Por otro lado, las ideas que propone SEO Birdlife miran hacia la posibilidad de los aerogeneradores sin aspas, pero se enfocan más hacia el ámbito administrativo. La oenegé pide endurecer las exigencias a cumplir por parte de las empresas, que deberán incluir inventarios y diagnósticos iniciales, análisis en detalle de las zonas aptas y evaluaciones ambientales basadas en los criterios más actuales. Todo ello, mientras la Administración les vigila, muy de cerca, para asegurar que, en el futuro, ver molinos en el paisaje sea una garantía de energía verde y, sobre todo, de respeto a la biodiversidad.
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