Sociedad

Pensar España

Julián Marías vivió la guerra en primera persona: en el verano del 36 estaba en Madrid. Años después, el pensador reflexionará sobre las razones detrás del conflicto y lo que supuso su resultado. También se convertirá en una de las figuras claves para recuperar esa España posible que la contienda había fracturado. Esas son algunas de las reflexiones —y Marías uno de los intelectuales— desde las que Juan Pablo Fusi desgrana qué se entiende por España en ‘Pensar España’ (Arzalia, 2021).

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20
julio
2023

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Solo a partir de ahí —de la comprensión y visión de España como una historia de plenitudes, naufragios y posibilidades— cabía construir (reconstruir) la España posible, la España deseable: una España, para Marías, responsable, libre, equilibrada, serena, pensada y construida como proyecto en común. Se propuso desde 1939 una tarea intelectual enorme, históricamente esencial: salvar a España del naufragio de 1936-1939 o, lo que era lo mismo, la recuperación en primer lugar (aunque no solo) del pulso y tono vitales de la cultura española del periodo 1898-1936 que Marías pensaba había alcanzado una calidad asombrosa que culminó en la filosofía de Ortega.

Marías no quiso aceptar que el franquismo pudiera ser un mero desierto cultural. Su obra, una de las trayectorias más fructíferas de la filosofía española de la segunda mitad del siglo XX, tuvo por eso mucho de diálogo permanente con el propio pensamiento español. Pero selectivamente: con Unamuno, Ortega y Zubiri, en tanto que sus maestros; con Cervantes, Jovellanos, Feijóo, Moratín, Cadalso, Valera, Menéndez Pidal (entre otros), como circunstancias españolas ineludibles. Sin duda, a Julián Marías se debió la reanudación de una vida intelectual sustantiva en España tras la guerra, y la continuidad en el tiempo del pensamiento y la cultura españoles.

Ciertamente, no solo a él; también a lo publicado antes de 1960, mucho de ello de calidad e interés indudables, por intelectuales y escritores de generaciones anteriores a la guerra (Menéndez Pidal, Azorín, el propio Ortega, Marañón, Aleixandre, García Gómez, Carande, Gerardo Diego…) y de las generaciones nuevas, esto es, a lo que Marías llamó «la vegetación del páramo». Pero su labor fue determinante, esencial. España, en todo caso, recobró de esa forma —a pesar del franquismo— el pulso de la modernidad y con ello un sistema de ideas e incitaciones culturales plenamente asimilables al pensamiento moderno europeo (sin lo cual no se podría entender la rápida recuperación de la libertad y la democracia que la sociedad española llevó a cabo tras el fin del régimen de Franco en 1975).

«Marías no quiso aceptar que el franquismo pudiera ser un mero desierto cultural»

Marías vio la recuperación de la libertad, el tránsito de España de la dictadura a la democracia —lo que él llamó «la devolución de España a sí misma»— con optimismo y esperanza. Creyó que en 1975 la España real, un pueblo «vivo», «activo», «ni enfermo ni envilecido ni lleno de odio», estaba ya plenamente preparada para la libertad y la democracia. La Transición, a la que contribuyó como senador por designación real entre 1977 y 1979 y sobre todo en tanto que intelectual con sus artículos y ensayos que recogió en sus libros La España real (1976), La devolución de España (1977) y España en nuestras manos (1978), fue así, para Marías, el final de la Guerra Civil, el comienzo de una nueva etapa plena de posibilidades: un proceso, diría, de devolución de un viejo e ilustrado pueblo por el que, tras la aprobación de la Constitución de 1978, los españoles volvían a ser plenamente responsables de España.


Este es un fragmento de ‘Pensar España‘ (Arzalia), por Juan Pablo Fusi.

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