Economía

La muerte de American Psycho

American Psycho’ captura una época: los 80 y su visión del capitalismo. Pero ¿ha muerto del todo el ideal de ejecutivo de esos años con su constante búsqueda de los máximos beneficios?

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05
julio
2023
Un fotograma de la adaptación cinematográfica de ‘American Psycho’

Nadie debería dudar de que la historia opera dialécticamente –como en su momento sostuvieron tanto Hegel como Marx, cada uno a su manera– y el que lo dude quizás deba prestar atención a los propios datos históricos, a la expresión empírica del devenir civilizatorio. Hablemos, pues, de una curiosa dialéctica que opera desde los años 60 hasta los 80, en referencia a una figura hoy demodé. Me refiero a la historia de Jerry Rubin o la transición que va desde el hippie al yuppie.

De hip surge el diminutivo hippie, sustantivo del que surgen, a su vez, los yippies o miembros de la Youth Internacional Party; organización contracultural fundada en 1967, y vinculada al teatro callejero que aboga por fórmulas alternativas de vida y ofrece métodos para combatir el sistema. La película Noviembre (2003) de Achero Mañas, hoy mayormente olvidada, parece inspirada en este grupo. Cuando, una vez terminada la guerra de Vietnam, Jerry Rubin, archiconocido yippie, invierte en acciones de Apple y se convierte en millonario, surge el concepto del yuppie, que en los 80 representa a un joven emprendedor de sesgo radicalmente materialista y ultraliberal que a menudo consume cocaína para mantener los altos niveles de energía que exige su frenética actividad.

Vemos reflejado en este itinerario lingüístico una dialéctica según la cual los elementos disidentes son reapropiados por la cultura dominante, que hace uso de ellos en su propio beneficio. Mientras Rubin centra sus talentos en enriquecerse, Abbie Hoffman, otro líder yippie que renuncia a la asimilación, acaba sus días suicidándose, al margen de la ley y presa de trastornos psiquiátricos. Algo similar ocurre en el caso de los Panteras Negras: Huey Newton muere asesinado en 1989 por un camello en Oakland. En cambio, su «hermano» Bobby Seale sobrevive gracias a la promoción de su propia marca de barbacoas.

La primera aparición de la palabra yuppie en prensa tuvo lugar en mayo de 1980, en un artículo de Dan Rottenberg para la revista Chicago. Se ha dicho que yuppie viene a ser el acrónimo de young urban professional. Rottenberg dijo años después que él no inventó el término, sino que lo había oído anteriormente en boca de otras personas. Fue él, sin embargo, el que inició la andadura del vocablo que acabó por ser tan extendido y duradero al fijarlo en negro sobre blanco.

El término ganó popularidad en los Estados Unidos particularmente a partir marzo de 1983 cuando el columnista Bob Greene publicó una historia sobre una network financiera fundada en 1982 por el ya mencionado ex yippie Jerry Rubin; Greene dijo que había escuchado a personas en el referido grupo financiero (que se reunía en el Studio 54, aunque no al son de música disco) bromear que Rubin había «pasado de ser un yippie a ser un yuppie». El titular de la historia de Greene era «De Yippie a Yuppie», una ruta vital que siguieron muchos de los jóvenes contraculturales de los años sesenta una vez se asentaron y comenzaron a ganar dinero. Ese mismo año de 1983 se publicó el Manual del yuppie y en 1987 se estrenó Wall Street, película de Oliver Stone en la que el mundo yuppie era el gran protagonista. No debemos olvidar que Lou Stone, el padre del director, había sido bróker.

Los 80 representaron el gran boom del capitalismo, del consumo y de la financiarización de la economía

Hay que entender que los 80 son la década del materialismo y el capitalismo; la década yuppie, por ende. A pesar del boom consumista que supusieron los 80, el comienzo de la década estuvo marcado por una grave recesión económica mundial que afectó a gran parte del mundo occidental. Una de las medidas para mejorar la economía, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña –dos importantísimas economías a nivel internacional–, fue dar rienda suelta a un nuevo laissez faire al estilo de Adam Smith en lo que ha venido a llamarse el modelo neoliberal, que trata de limitar la intervención del gobierno, reducir los impuestos y desregular los mercados bursátiles. Es por ello que estos años representaron el gran boom del capitalismo, del consumo y de la financiarización de la economía, en la que la figura del yuppie cobró una enorme relevancia simbólica y social.

Ocurrió entonces que el mundo financiero, la bolsa y el mercado de valores fueron dotados de un nuevo glamur, del que habían carecido desde los tiempos previos al crack del 29. En los ochenta se contemplaba a figuras como Donald Trump y Michael Milken como los nuevos John D. Rockefeller o Andrew Carnegie, verdaderos símbolos de la nueva década; una década nada contracultural, donde lo mainstream atenazaba a lo alternativo.

Los llamados boomers –ciudadanos nacidos entre mediados de los años cuarenta y los años sesenta– serán en los 80 la generación más próspera de la historia, tanto en Estados Unidos como en España y otros muchos países. Por ello, fue también la generación que más gastó, con lo que contribuyeron a desarrollar el mercado de consumo más potente de la historia. Hablamos de una década en la que el autointerés fue considerado una panacea que habría de salvar la economía mundial (de acuerdo con el dogma e ideal del laissez faire y la promoción de la iniciativa privada), en lo que sería una economía cada vez más globalizada.

La novela American Psycho, de Bret Easton Ellis, de alguna manera, expresa la muerte del yuppie. Fue publicada en 1991, nada más terminar los 80, y cuenta con un mensaje o moraleja: la vida del consumista es una vida vacía, no satisfactoria. Dicho libro sirve a modo de síntoma cultural de la muerte de una década frívola, superficial y ultra-capitalista. 1991 es también el año en que salió a la luz Nevermind, el álbum de Nirvana, que señala también la muerte de las hair bands y el GLAM Metal, tan vinculados a la década anterior al consumo y al sexo desaforados. Nevermind representa la victoria de una nueva bohemia norteamericana, el grunge, asociada a la cultura alternativa, a la introspección, la pobreza y las prendas de segunda mano. Los 90 fueron, de hecho, una década particularmente favorable a la proliferación de la cultura alternativa (como ocurrió también en los años 60).

Aunque pueda creerse que en los 80 se hablaba del beneficio, los brokers, la bolsa… mientras que, ahora, las empresas y los ejecutivos hablan de impacto y sostenibilidad. Lo cierto es que el capitalismo y los tiburones de los negocios no han muerto, ni mucho menos. Solo, quizás, tales personajes no se expresan tan abierta y explícitamente como en la década por excelencia del capitalismo; no están tan de moda como en los años 80. Dicho esto, no debemos olvidar que son las Reaganomics (tras el fin de los «treinta gloriosos años», de 1945 a 1975, asentados en las estrategias económicas socialdemócratas del keynesianismo), ecosistema del yuppie por antonomasia, las que sirven de base a la actual situación económica global. No nos engañemos, los Patrick Bateman del mundo siguen haciendo de las suyas, como siempre lo han hecho, solo que en despachos privados, alejados de las cámaras y las representaciones literarias y audiovisuales.

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