Cultura
«La cultura de la cancelación tiene que ver con la reputación, que nos obsesiona y que se puede destruir muy rápido»
Daniel Gascón acaba de publicar ‘El padre de tus hijos’, una colección de relatos en la que habla de relaciones personales, sentimentales y familiares.
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COLABORA2023
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El escritor Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) acaba de publicar su último libro, ‘El padre de tus hijos‘ (2023), con la editorial Random House. Más conocido por su exitosa novela ‘Un hípster en la España vacía’ (2020), el autor aragonés publica una serie de dieciséis relatos cortos en los que trata diversas temáticas, centradas ante todo en asuntos como relaciones personales, sentimentales y familiares.
¿Por qué un libro de relatos cortos o cuentos?
Me gusta el género: tanto el cuento en sí como el libro más o menos unitario de cuentos. Además, en este caso me permitía trazar una especie de arco, contar una historia, sin seguir la trayectoria de un solo personaje: un arco casi emocional, como el que puede dibujar un disco. David Jiménez Torres me decía que era un libro sobre la pérdida de la inocencia y el deseo de recuperarla, y creo que en cierto modo es así. Frente a una novela, con un libro de cuentos podía tener más puntos de vista, relatos que fueran algo más desasosegantes, otros más humorísticos, otros más tristes, historias contadas desde el punto de vista de un hombre, de una mujer.
¿Qué resulta más complicado, escribir una novela o un libro como el que acabas de publicar?
Cada uno tiene sus dificultades. Un cuento lo puedes hacer en un par de tardes, aunque algunos te pueden llevar mucho: cambias el narrador o no encuentras la forma. Pero puedes ponerte a escribir teniendo muy clara la estructura en la cabeza. En la novela es más complicado, aunque lleves un plan. El cuento te exige más exactitud. Otro problema con la novela tiene que ver con mi carácter: como soy indeciso, me cuesta elegir una sola historia, me parece que me he equivocado. En un relato crees que te equivocas y te importa menos: al día siguiente haces otro. En cambio en la novela la pérdida es mayor, y la angustia que te genera esa duda es más paralizante. Aunque escribiendo las novelas del Hipster lo pasé muy bien, y espero haber ganado algo de seguridad (o inconsciencia) y no dudar tanto a la hora de empezar una novela.
¿Cuáles han sido tus referentes a la hora escribir este libro?
Muchos, supongo que algunos sin saberlo yo. Entre los que me influyeron de manera consciente, y que a veces salen mencionados, están Tobias Wolff, Alice Munro, John Cheever, Saul Bellow, Cristina Grande, Ismael Grasa, Félix Romeo, Bohumil Hrabal, Coetzee, Leonard Cohen, Stanley Cavell, Richard Rorty, Woody Allen, Éric Rohmer, Rachel Cusk, Bruce Jay Friedman.
«El final abierto, además de a un gusto estético, obedece a un intento de evitar lo formulario o efectista»
Se dice que hoy vivimos en la era de la autoficción. ¿Hasta qué punto basas, generalmente, tu literatura en experiencias propias, vividas?
Depende del libro. Entresuelo, por ejemplo, no tenía nada de ficción, era la historia de mi familia materna. Aquí hay algún relato autobiográfico –una expedición de unos chavales que van al pueblo de al lado porque se lo piden las chicas de su edad, que han quedado con unos macarras; otro que habla de un episodio de mi relación con el escritor Félix Romeo– y muchos donde puede haber algún elemento autobiográfico inicial que he transformado. En Entresuelo me importaba la fidelidad a los hechos, aquí, salvo en esos dos cuentos, puedo usar un episodio de mi vida o una idea que he tomado de una película o de una canción, me importa solo el resultado y no que se ajuste a los hechos. Quería que aparecieran emociones, fantasías, angustias que he podido sentir o intuir, pero no hacer autoficción o contar cosas que me han pasado: puede verse como autobiografía de la imaginación, las frustraciones y los deseos, pero no de los hechos. Hay cuentos donde el punto de vista es femenino, por ejemplo, he empleado historias que me han contado o que he imaginado. Hay libros de «autoficción», o autobiografías, que me encantan, pero no es un género que me apeteciera practicar en ese momento.
Vemos un final abierto en muchos de tus cuentos. ¿Por qué? ¿Cuál es el fin concreto de tal mecanismo narrativo?
Muchos de estos relatos cuentan un momento, o unos momentos, en un personaje, y el cuento acaba y más o menos siguen las cosas, como en la vida (con suerte). También me gusta el final epifánico, o ese cierre que según Vila-Matas dibuja la «imagen que resume una vida entera», pero hay que dosificarlo, al igual que el final sorpresa: si abusas, pierde eficacia. Hay alguno así en el libro (el final de chiste es un final sorpresa). Los finales son fundamentales, claro, y me preocupa sobre todo que parezcan seguir una fórmula. Supongo que el final abierto, además de a un gusto estético, obedece a un intento de evitar lo formulario o efectista.
«La cultura de la cancelación asusta a gente, que prefieren no meterse en líos: es miedo a la censura de tus pares, a ser un apestado»
Se ha hablado mucho en los últimos tiempos de la cultura de la cancelación, ¿qué opinas al respecto?
La intolerancia asume nuevas formas sin perder las viejas. Aquí, por supuesto, tenía que ver con las nuevas formas de comunicación. Por un lado, vivimos en un presente continuo, porque a menudo lo que has dicho en las redes queda para siempre. Por otra, mostrar tu indignación hace que parezcas virtuoso; se organizan fácilmente estampidas. Es una especie de ostracismo social, que a veces tiene efectos económicos porque reclama que te echen del trabajo, te aparta de tu grupo, asusta a empleadores, anunciantes, etc. Tiene que ver con la reputación, que nos obsesiona y que se puede destruir muy rápido. Otro efecto es que asusta a gente, que prefieren no meterse en líos: es miedo a la censura de tus pares, a ser un apestado. En España había un ejemplo de cultura de la cancelación aunque no se llamaba así: la que sufrían intelectuales antinacionalistas en comunidades autónomas donde el nacionalismo era poderoso. Como muestran muchos casos en Estados Unidos, a menudo la cancelación ha servido para la sustitución de élites: tiene algo de revolución cultural incruenta. Por eso, bastantes víctimas de la cancelación han sido gente de centro izquierda, atacada por personas de izquierda algo más jóvenes: ese virtuosismo moral podía enmascarar una lucha por el poder. La discusión en torno a la cancelación también eclipsaba otras formas de intolerancia y ataques a la libertad de expresión más extendidos y comunes, como leyes absurdas o anacrónicas o sentencias incomprensibles como la que condenó a Anónimo García. Por desgracia, los instintos censores abundan y el de la extrema derecha no solo es pronunciado sino que parece que le gusta exhibirlo.
«Lo ‘woke’ es un fenómeno que tiene que ver con el puritanismo, en su absolutismo moral»
En los últimos tiempos ha habido momentos en los que ha dado la impresión de que la ciudadanía está cansada de los enfoques woke, ¿crees que estamos llegando a un cambio de paradigma en España y en Occidente?
Creo que el 28-M vimos descontento con la gestión de Podemos y también en parte con el PSOE, por los pactos, errores legislativos, etc. Lo woke en España no sé si ha tenido tanta penetración: creo que se utilizó el feminismo como pretexto y que la ley del solo sí es sí fue una catástrofe, así como el enfrentamiento que produjo dentro del movimiento la ley trans. Todo eso fue perjudicial para una buena causa que goza de un apoyo muy extendido. Pero no ha llegado tan lejos como en Estados Unidos o Canadá: lo woke es un fenómeno que tiene que ver con el puritanismo, en su absolutismo moral. Es un proyecto que defiende la diversidad pero solo dentro de las élites. Creo que, salvo en algunos ambientes, como muchas universidades en Estados Unidos –donde son una nueva ortodoxia, un elemento de distinción de clase y por supuesto una máquina de hacer dinero–, las versiones más extremas o ridiculizables de lo woke han perdido algo de fuerza.
¿Estamos volviendo al bipartidismo en España?
Diría que sí, aunque parece que esos partidos necesitarán la ayuda de otros. El sistema ha sabido integrar sensibilidades diferentes, pero la llamada nueva política fue decepcionante, la fragmentación ha hecho más difícil formar gobiernos y los partidos centrales se ven atraídos por los extremos.
Se habla mucho de fascismo y antifascismo en redes y medios. ¿Crees que el fascismo es una amenaza real en la actualidad?
Creo que es bastante impreciso hablar de fascismo y antifascismo en el contexto español actual. Igual sirve para movilizar o disfrutar de una épica recreacionista, pero me parece que es un diagnóstico erróneo y si partes de un diagnóstico erróneo es difícil lograr tu objetivo, que supongo que es conseguir que voten menos a las fuerzas que no te gustan y rebatir los argumentos que las impulsan. Yo creo que Vox, una escisión del PP que surge sobre todo a raíz de la crisis catalana, es nacionalista y reaccionario, con muchas propuestas a mi juicio equivocadas e irrealizables, con posiciones que no comparto sobre la inmigración, la posición de la mujer y los lgtbi, con su matraca delirante contra el globalismo y con cargos cuya principal posición ideológica es oponerse a lo que perciben como consenso progre, pero no creo que sea fascista: no tiene ese componente paramilitar, ni escuadrones, ni defiende la violencia política, no pretende ser una religión política, presenta tendencias autoritarias pero no diría que es totalitario, acepta las reglas del juego aunque tenga propuestas que van contra la Constitución. Hay elementos de nostalgia franquista, pero en muchos sentidos es comparable a fuerzas de la extrema derecha europea.
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