Opinión

Muñecas sexuales hiperrealistas: ¿mejor que un amante real?

De todas las consecuencias agradables y trágicas que provocó la pandemia por la COVID-19, hay una que, como sexóloga, despertó mi atención: el aislamiento y el hambre de piel disparó las ventas de juguetes sexuales. En ese contexto, las muñecas sexuales (o sex dolls) no fueron una excepción.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
07
junio
2023
Fotograma de la serie ‘Man Seeking Woman’

Estamos ante uno de los juguetes eróticos más controvertidos hasta la fecha. La suma de tecnología y sexualidad suele provocar recelos y apasionantes debates sociales. Las muñecas sexuales nos sobrecogen y nos fascinan por su realismo, desarrollo técnico y funciones. Los modelos de Abyss Creation-RealDoll, liderados por Matt McMullen o los prototipos que se pueden encontrar en empresas y distribuidores como Sinthetics, Orient Industry o KumaDoll han llegado para quedarse y ampliar las opciones de la juguetería erótica.

El fenómeno moderno de las muñecas sexuales ha permanecido invisible en los últimos treinta años. Sin embargo, el impacto en la distribución y la ampliación de los canales de comercialización que ha permitido internet provocó que el negocio dejara de ser un secreto. Las muñecas sexuales no se esconden en la deep web. Basta con abrir Google e iniciar la búsqueda. Semejante accesibilidad ha atraído la atención de la prensa más sensacionalista, pero también de una parte de la academia y el feminismo, quienes a menudo juzgan estos productos como una expresión más de la violencia contra las mujeres.

Kathleen Richardson, profesora de Ética y Cultura de Robots e Inteligencia Artificial (IA) en la Universidad de Montfort (Leicester, Inglaterra) se ha convertido en una de las principales detractoras de las muñecas sexuales y sus homólogos robóticos. En 2015, inició una campaña contra estos productos y desde entonces, su lucha, inspirada en el feminismo abolicionista, ha sido objeto de atención internacional. En términos generales, Richardson enfatiza los efectos negativos que las muñecas sexuales pueden tener para las relaciones humanas: la deshumanización de las mujeres y las niñas, la normalización de las relaciones con las máquinas, los paralelismos con la prostitución o la cosificación de los cuerpos.

En relación al impacto social de las muñecas sociales, hay razones éticas que despiertan legítimas sospechas. Sin embargo, sin descartar las preocupaciones, conviene analizar el fenómeno al margen de pánicos morales. El público general a menudo desconoce que hay modelos para todos los gustos. Aunque quizá estamos acostumbrados a prototipos de apariencia femenina, la industria ofrece modelos masculinos, andróginos, transexuales, intersexuales, de apariencia fantástica (monstruos, hadas, diablos) e incluso, por incómodo que resulte, también muñecas con rasgos animales, embarazadas y de apariencia infantil (pedodolls). Buceando en el mercado uno puede encontrar incluso modelos con estética anime o que imitan a personajes de dibujos animados. Algunos se producen en masa, otros bajo demanda, como si fueran una especie de artesanía.

Es posible que los problemas relacionados con las muñecas sexuales se deriven de un comportamiento obsesivo y compulsivo

Aunque el negocio está en expansión, estos amantes artificiales hiperrealistas no están hechos para todos los bolsillos. Es cierto que en el mercado se pueden encontrar opciones low cost. Sin embargo, los diseños de mayor calidad y funcionalidad evidencian que estamos ante un producto de lujo. En general, el precio base está alrededor de los 3.000 euros. Si bien, el coste aumenta dependiendo de los atributos físicos que se añaden a la muñeca (esto es, el esculpido del cuerpo y la cabeza, el grado de bronceado, el tamaño de los senos, los detalles en manicura y pedicura, el diseño de tatuajes, pecas, cejas, perforaciones o dientes), el material que se utilice, los gastos de envío, el tipo de almacenamiento o los accesorios que se incluyen (por ejemplo, pelucas, zapatos o un tipo de masturbador en los pies). Hay productos que pueden suponer un desembolso de más de 25.000 euros.

Pero si hay algo que incrementa el precio de la muñeca sexual (y sus implicaciones relacionales) es su dotación robótica y en IA. Algunos modelos incorporan sensores térmicos, de estimulación del clítoris o de reproducción de gemidos. Más allá de las sensaciones físicas, la industria se esfuerza por ofrecer una experiencia más social y psicológica. Este es el caso, por ejemplo, de Harmony, de Abyss Creation – Real Dolls. Su capacidad interactiva es posible a través de Realbotix, un tipo de chatbot que permite sencillas conversaciones. Sí, como si fuera ese juguete infantil al que le aprietas la barriguita y seguidamente, te delita con una canción.

A través de veinte opciones de personalidad, Harmony puede ser divertida, tímida, celosa, intelectual o insegura. Es más, cuenta con un sistema que programa su estado de ánimo. A diferencia de los modelos tradicionales, Harmony comprende, en cierto sentido, una entidad inteligente, capaz de actuar de forma muy parecida a un humano.

Aparentemente, las muñecas sexuales nos inducen a pensar que se trata de un nuevo tipo de exploración erótica. Recrean al amante de tus sueños, siempre disponible. Pueden ser asimismo un recurso para mejorar el desempeño sexual o una opción segura para explorar aquellas fantasías sexuales que provocan rechazo en una pareja real o que difícilmente se podrían realizar sin ser un delito. Si bien, conviene señalar otras motivaciones y posibilidades. Las personas que presentan determinadas discapacidades, problemas físicos o trastornos psicológicos (por ejemplo, relacionados con la ansiedad social o los miedos sexuales) encuentran en estos dispositivos una opción para su bienestar social y sexual.

Más allá de que cultivar el erotismo constituya uno de los efectos positivos de las sex dolls, es difícil negar que el tema provoca inquietudes. Es posible que los problemas relacionados con las muñecas sexuales se deriven de un comportamiento obsesivo y compulsivo. Es decir, el uso de las muñecas sexuales será problemático para un sujeto cuando remplace las relaciones humanas, evadiendo ya no solo el contacto físico sino la conexión y profundidad emocional con el otro. Al fin y al cabo, por muy perfecta que sea una muñeca sexual, por intensas que sean sus sensaciones de placer y aún cuando incluya la recreación de emociones artificiales, nunca será capaz de proporcionar lo que es exclusivamente humano: la intimidad.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME