Biodiversidad

Los delfines cautivos de España

A pesar de la reciente aprobación de la Ley de Bienestar Animal, casi 100 especies de estos animales se encuentran privados de su libertad para ser empleados con fines de entretenimiento.

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22
junio
2023
Delfines en cautividad en un recinto recreativo de Puerto de la Cruz, Tenerife.

España lidera, en la actualidad, el ranking de países con más delfines en cautividad. La cifra alcanza los 93 y se concentran, sobre todo, en el Oceanogràfic de Valencia. No solo eso: también es el país con más centros en los que «se utilizan los delfines con fines de entretenimiento». Así lo indica la organización World Animal Protection a raíz de la comparativa que han llevado a cabo con motivo del Día Mundial de los Océanos, que se conmemoró el 8 de junio. Según dicho estudio, existen 308 delfines «atrapados» en 14 países europeos «donde se siguen utilizando cetáceos para entretener a los humanos a costa del sufrimiento animal». A la cabeza de este «vergonzoso ranking», como lo califican desde la organización, se encuentran también países como Portugal, Ucrania y los Países Bajos.

Y es que aunque se defiendan estos muestrarios de animales como opción para contemplar especies que, de otra forma, sería muy difícil ver, la realidad es que sus condiciones de vida no son las más idóneas. Según señala la oenegé, «los delfines en cautividad no tienen otra opción que actuar hasta tres veces al día a cambio de comida, mientras que el resto del tiempo lo pasan languideciendo apiñados en pequeñísimas piscinas 200.000 veces más pequeñas que el espacio en el que vivirían en la naturaleza, sin poder disfrutar de la diversidad de los ecosistemas y la libertad que les ofrece el océano, su entorno natural». De hecho, World Animal Protection ha iniciado una campaña de firmas solicitando al Oceanogràfic «que deje de hacer negocio con el sufrimiento de los delfines». La idea no supone una utopía, y es que ya existen hasta 30 países en Europa donde no se llevan a cabo espectáculos con cetáceos, como ocurre con Francia, Croacia, Chipre, Hungría, Suiza, Luxemburgo, Eslovenia, Noruega o Reino Unido.

No obstante, cabe hacerse la pregunta del millón. ¿Cómo pueda ser que ocurra esto en España cuando en marzo de este mismo año se aprobó la Ley de Bienestar Animal? La respuesta es sencilla: la normativa, impulsada por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, dejó fuera a los delfines, al igual que dejó fuera –pese a las quejas de las organizaciones ecologistas y veterinarias– a los perros de caza, las aves de cetrería o los toros.

La Ley de Bienestar Animal dejó fuera a los delfines, al igual que dejó fuera a los perros de caza, las aves de cetrería o los toros

En relación a los cetáceos, lo que se aprobó fue que delfines, orcas y otros animales que permanecen en cautividad en acuarios y otras instalaciones, «no estarán prohibidos si a partir de 2026 se hallan en centros adecuados y con actividades de investigación». ¿Se considera que estas especies sufren menos? No, la cuestión parece ser otra: se emplean en negocios muy lucrativos. Los delfines en cautividad generan miles de euros al año en los diversos espectáculos en los que se emplean, aunque según Delphinaria Free Europe se está produciendo un cambio y cada vez se está tomando más conciencia de los efectos negativos de los cautiverios de estos animales. Una alternativa para estas especies serían los santuarios destinados a albergar cetáceos cautivos retirados del mundo del espectáculo. No se trata del hábitat natural de estas especies, sino de un entorno protegido donde los delfines y orcas pueden vivir en un entorno lo más cercano posible al medio originario y permanecer protegidos y atendidos por personal y equipos veterinarios.

Porque si el objetivo pasa por proteger el medio ambiente, no parece muy beneficioso continuar privando de libertad a animales que están en peligro de extinción, como ocurre con varias especies de delfines. Anunciar como práctica de educación ambiental la contemplación de especies que tienen unas pésimas condiciones de vida parece un verdadero contrasentido. ¿Importa, por tanto, la protección de la biodiversidad, o tan solo importa siempre que no proporcione pérdidas económicas? El verdadero camino, sin embargo, podría dirigirse hacia la generación de otras opciones donde el cuidado del medio animal y la sostenibilidad económica puedan complementarse. 

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