Siglo XXI
Extinción
El final de la Humanidad podría llegar, como han alertado un grupo de expertos, por la llegada de la inteligencia artificial. Es un «riesgo de extinción». Pero, quizás, el problema ya está aquí, con la polarización y el egocentrismo.
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«Hemos perdido, como sociedad, la capacidad de encontrar las soluciones correctas». Es 2021 y estamos en Nueva York. Kate Dibiasky, estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy, hacen un descubrimiento asombroso: un cometa en órbita alrededor del Sistema Solar va a entrar en colisión directa con la Tierra asegurando una gran extinción masiva. Preocupados por evitar el gran golpe, la sociedad pierde la capacidad de encontrar la solución correcta. Esto es No mires arriba, una película, que puedes encontrar en la cartelera. Te la recomiendo.
Trayendo la historia a la realidad, en los últimos meses, al meteorito lo hemos bautizado como inteligencia artificial (IA). Y es que según han manifestado un grupo de 350 ejecutivos, investigadores e ingenieros expertos en IA en una carta abierta de tan solo 22 palabras publicada por el Centro para la Seguridad de la IA, esta tecnología supone un «riesgo de extinción» para la humanidad, al mismo nivel que una guerra nuclear o una pandemia. Como si del meteorito de la película se tratase.
Y ahora nos preguntamos cómo nos va a afectar la IA mientras disfrutamos de las bondades de multitud de herramientas que han llegado para dejarnos alucinados, como ChatGPT o DALL-E y las utilizamos, sin control, bajo la sombra del meteorito. Ni contigo ni sin ti.
Geoffrey Hinton, considerado el padre de la IA, ha dejado su puesto de trabajo en Google para advertir de los riesgos que plantea. Hinton, de 75 años, desarrolló la tecnología que está en el corazón de chabots que parece ponen en riesgo el desarrollo de nuestros hijos, las relaciones sociales, numerosos puestos de trabajo, disminución de habilidades y capacidades humanas, por citar algunas.
Y, sin duda, todas las hipótesis catastrofistas son reales, pero mientras seguimos mirando al meteorito cargado de IA que parece que nos va a caer, hemos perdido de vista que hace mucho tiempo que iniciamos el camino hacia ese «riesgo de extinción para la humanidad». Llegó cuando perdimos el sentido de comunidad y pertenencia, cuando abandonamos la capacidad de escucharnos a nosotros mismos y a los demás. Cuando priorizamos las pantallas a mirarnos a los ojos.
Yo me pregunto: ¿para qué queremos fabricar un meteorito que nos extinga?
La extinción de la humanidad se relaciona con todo aquello que hace que nos olvidemos de lo que nos define como personas y nos diferencia de las máquinas, de lo que diluye la diversidad y adormece nuestra capacidad de aprender, crear y sentir. Administrado en pequeñas dosis, tiene efectos incluso más peligrosos que los de la inteligencia artificial como, por ejemplo, inventar la inteligencia artificial y utilizarla sin regularla.
Esta realidad ya está aquí: la falta evidente de bienestar social y el aumento continuo de una polarización que, lejos de sumar, nos divide desde el individualismo, en la época del egocentrismo, son las mejores pruebas de ello.
Y corremos y desarrollamos herramientas a ritmo vertiginoso en pro del progreso. Y yo me pregunto, ¿alguien sabe hacia dónde vamos? ¿Para qué queremos fabricar un meteorito que nos extinga? ¿Acaso queremos el premio de Dios a la mezquindad y estupidez?
Deberíamos estar poniendo todos nuestros esfuerzos en cuidarnos y proteger las relaciones humanas. Deberíamos fomentar las competencias de las personas, nuestras emociones y capacidad de crear. Deberíamos nutrir nuestra curiosidad, nuestro instinto, nuestra espiritualidad y capacidad de conectarnos por un bien mayor. Hemos perdido, como sociedad, la capacidad de encontrar las soluciones correctas. Y desde que inventamos la silla, la bici, la moto, el coche, nos hemos acomodado físicamente. Ahora también queremos acomodarnos mentalmente y adormecernos. Y eso, señoras y señores, se llama extinción.
Ízaro Assa de Amilibia es Global Diversity Manager de BBVA
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