Opinión

Expertos

La actual y desmedida proliferación de expertos está destinada a crear una considerable fuente de contradicciones. Nuestra naturaleza, además, no está diseñada para seguir multitud de reglas especializadas, sino para disfrutar de las cosas sencillas.

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20
junio
2023

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En la figura de los expertos, los medios de comunicación han encontrado una fuente inagotable de titulares. Aspectos tan anodinos de nuestra existencia como cruzar las piernas al sentarnos se han convertido en material periodístico en tanto que pueden mermar la calidad del esperma y, con ello, poner en peligro la perpetuación de la especie. A diario, podemos leer entrevistas donde consumados expertos nos aleccionan, por ejemplo, sobre cómo y cuándo debemos dormir, sobre cuál es la mejor hora y lugar para hacer el amor o sobre cómo debemos usar de forma inteligente los ya de por sí inteligentes teléfonos móviles.

Todas las facetas de nuestra existencia están sujetas a guía y escrutinio experto, aunque la alimentación es sin duda la temática que más interés ha despertado en las últimas décadas. Son tantos los expertos que nos han aconsejado qué, cuándo, cuánto y cómo comer, que seguirlos a todos sería no sólo tarea imposible, sino una temeridad suicida. Mención especial merece el tipo de experto que, financiado por la industria alimentaria de turno, descubre que cierta sustancia presente en un determinado alimento provoca una mejora específica en cierto indicador de nuestra compleja biología. Este experto sabe bien que ni la sustancia ni el indicador existen de manera aislada más allá de su estudio, y que la subsiguiente recomendación que haga –por ejemplo, tomar una «copita de vino» diaria– está abocada a ser refutada más pronto que tarde por otro experto, aunque ello no le impedirá ni la publicación científica ni el titular correspondiente.

La sobreabundancia de expertos y recomendaciones es un fenómeno que no parece haber suscitado –por ahora– el interés de los propios expertos. No obstante, cualquier observador raso de la realidad como el que suscribe puede constatar fácilmente que esta proliferación desmedida está abocada a ser fuente de contradicciones, además de saturar la industria editorial, pues la apoteosis del experto consiste en publicar un libro destinado al público llano. Sin ir más lejos, un experto en amistad –sí, los hay también en este campo– afirmaba recientemente que era mucho mejor para la salud quedar con tus amigos en un bar que salir a correr solo. No hay que ser un experto para sospechar que esa afirmación choca con otras –pronunciadas también por expertos– que enaltecen el ejercicio físico, aunque se practique en solitario. Es más, tampoco hay que ser un experto para deducir que lo ideal para la salud sería en todo caso hacer ejercicio físico con los amigos, y luego ir juntos al bar.

La pandemia fue aprovechada por algunos de ellos para dar un paso adelante definitivo, proponiendo una suerte de «sofocracia» en la estela de Platón

La del experto es una figura que adquirió carta de naturaleza definitiva con la pandemia. Ese período de zozobra planetaria fue aprovechado por algunos de ellos para dar un paso adelante definitivo, proponiendo una suerte de «sofocracia» en la estela de Platón y su gobierno de sabios, aunque en descargo de Platón hemos de decir que la figura que nos concierne dista mucho de la que Platón seguramente tenía en mente. Con el lema «En salud ustedes mandan, pero no saben» los expertos sanitarios parecían alentar una revolución en toda regla, que contaba con el precedente de un artículo (publicado a mediados de 2020) titulado Que la ciencia revolucione la política, firmado por dos españoles afincados en Estados Unidos, la meca de los expertos. Afortunadamente, el tiempo ha calmado unas aguas que fueron muy turbulentas, hasta el extremo de encontrarnos (en octubre de 2022) con titulares acerca de una comisión de expertos que había denunciado «fallos masivos globales» en la gestión de la covid-19; gestión que, por otra parte, hemos de entender que contó con la participación de otros expertos. En resumen, los expertos terminaron señalando los fallos de los expertos.

Pero más allá de los momentos de tensión, esta figura es parte esencial del engranaje tecnocrático que nos mueve, donde la obsesión que padecen muchos gobernantes por regular nuestras vidas (sobre todo en sus aspectos más íntimos) cuenta siempre con el correspondiente asesoramiento especializado. La relación entre la política y los expertos es antigua y circular, si bien los expertos se han dedicado tradicionalmente a sus laboratorios, a sus estudios de campo o a lo que fuere, dejando su huella en las correspondientes publicaciones especializadas, que luego eran objeto de transferencia práctica. Pero de un tiempo a esta parte no nos conformamos con eso, y hay un empeño feroz en atosigar a la ciudadanía para tenga puntualmente conocimiento de todos y cada uno de los avances especializados –divulgación, lo llaman– y los incorpore, cuanto antes, a la vida cotidiana, pues ya se sabe que hasta la fecha vivíamos a ciegas, guiados simplemente por los instintos de nuestra imperfecta naturaleza. 

Este afán por la difusión de conocimiento especializado tiene, como indicábamos al principio, un caldo de cultivo óptimo en los medios de comunicación digitalizados, siempre ávidos de contenido único y constantemente renovado, ya sea un artículo sobre los mejores restaurantes de carretera o una entrevista con el último ganador del Nobel de Medicina. Mientras tanto, a los lectores se nos indigesta la continua sobredosis de conocimiento experto, y solo nos queda esperar que esta vorágine no sea más que una moda pasajera y pronto volvamos a comprender, sin necesidad de que lo diga un experto, que lo más sensato y prudente es vivir con cierta moderación y sentido común, así como en sintonía con la naturaleza, pues nuestra natural inteligencia humana (ya veremos qué pasa cuando nos injerten la artificial) no está hecha para procesar y seguir tantas reglas y dictados especializados, sino para disfrutar de las cosas sencillas.  

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