Sociedad

Déjame verte (y te diré cómo eres)

La teoría del criminal nato asentó la idea de que los rasgos dicen cómo somos. No tiene base científica, pero sí ha tenido un largo recorrido cultural.

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16
junio
2023

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La «teoría del criminal nato», que sostiene que determinados rasgos físicos advierten del carácter violento y patibulario de quien los porta, fue desbaratada por las distintas disciplinas a las que incumbía (psicología, biología, criminalística, genética…) No obstante, como cualquier otra pseudociencia, mantiene vigente su capacidad de seducción.

El gran teórico de esta tesis fue el alienista italiano Cesare Lombroso, quien detalló en su ensayo El criminal cómo cierto aspecto de la forma del cráneo o de las facciones en el rostro evidenciaban que estábamos ante un delincuente. Por ejemplo, el hundimiento de la fosa occipital —en la parte posterior de la cabeza—, peculiaridad que, según Lombroso, el malhechor compartía con ardillas o castores, a los que Darwin tomaba como ejemplo de «evolución atávica». La tendencia criminal quedaba probada para Lombroso, además, en frentes huidizas, arcadas superciliares (preminencia ósea situada sobre las cavidades oculares), brazos demasiado largos o una caja craneana desarrollada en exceso. Los científicos se han encargado de desmontar las tesis delirantes de Lombroso, aunque le debemos la creación de la antropología criminal, que estudia no solo la descripción física de los criminales, sino sus comportamientos.

Homero ya establecía correlaciones entre el aspecto físico y el moral, de ahí que describiera a algunos personajes malévolos o vicios con defectos físicos o aspecto inquietante, como Tersites, uno de los guerreros aqueos que luchó en Troya, o Semónides, creador de la poesía satírica o yámbica. Cuentan que Pitágoras, antes de escoger a sus discípulos, examinaba con atención su rostro, y no admitía en ningún caso a quienes no tuviera un cuerpo y cabeza debidamente proporcionados. Lo contario, según el matemático, indicaba dudosas inclinaciones hacia la depravación o la inmoralidad.

Los médicos Hipócrates y Galeno establecieron una clasificación de temperamentos de acuerdo con el tono de la piel y la firmeza de los músculos: flemáticos, sanguíneos, melancólicos y coléricos. Más feroces fueron las descripciones medievales de las brujas, que coincidían en su retrato grotesco: chepas, verrugas, narices prominentes y afiladas, de corta estatura, con deformidades varias… Bastaba observar una excrecencia para concluir en herejía, sacrilegio o indecencia.  Lo mismo ocurre con algunos personajes villanos de la literatura: el Capitán Ahab, el jorobado de Notre Dame, el Capitán Garfio, Shilock, el despiadado judío creado por Shakespeare en El mercader de Venecia

Pitágoras examinaba con atención el rostro de sus discípulos y no admitía en ningún caso a quienes no tuviera un cuerpo y cabeza debidamente proporcionados

Pero la fisiognomía, método que deduce rasgos psicológicos a partir de los físicos, no tiene base científica alguna. Sus defensores se apoyan en un tratado atribuido apócrifamente a Aristóteles llamado así, Fisiognomía, que estudiaba el color del pelo, de la piel, el tipo de carne, los movimientos y la voz para extraer de ellos ciertas conductas. Una de las conclusiones es que existe una correspondencia entre la gracilidad de las formas, la belleza de los cuerpos y un alma buena. Y a la inversa, un físico poco agraciado denotaba un alma turbia. Esta tosca consideración fue recogida por autores como Cicerón, Séneca, Plinio o Sexto Empírico.

El otro puntal teórico se lo debemos al renacentista Giovanni Battista della Porta, que escribió en el siglo XVI De humana physyognomonia, donde ahondaba en las supuestas tesis aristotélicas. «Como el alma no puede soportar la vergüenza, se produce una efusión de sangre hacia el exterior y, entones, como una especie de guía, aparece de inmediato el rubor; lo contrario ocurre cuando hay miedo: la sangre se refugia en el corazón como en una fortaleza y surge la palidez». Es cierto… pero ni mucho menos en todo caso, de ahí que exista el adjetivo desvergonzado y que haya quien no conoce el miedo ni la palidez que, en teoría, provoca.

A principio del XIX, el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall desarrolla la frenología, otra teoría pseudocientífica, también desautorizada en la actualidad, que detectaba tipos de carácter y de personalidad, así como tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones. Estas tesis fueron validadas por el pintor Charles Le Brun, que incluso escribió un pequeño tratado al respecto que se convirtió en un texto de culto, Método para aprender a dibujar las pasiones. También por Balzac, el retratista Ducreux, Dickens, Thomas Hardy o Charlotte Brönte.

Pese a que no hay respaldo empírico alguno, de la fisiognomía surgieron dos hijas bastardas, la metoposcopia, el arte de conocer el futuro mediante las arrugas de la frente, y la metoscopia, que adivina el porvenir interpretando el tamaño y la posición de los lunares.

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