Medio Ambiente

Biosfera 2, el Gran Hermano del clima

En los años 90, en el desierto de Arizona, un grupo de científicos pioneros impulsaron un proyecto que replicaba el mundo a escala. Incluía plantas, animales y a ocho humanos voluntarios.

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Universidad de Arizona
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29
junio
2023
La Biosfera 2 en la actualidad, como centro de investigación

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Universidad de Arizona

Hace unos años las portadas de todos los periódicos iban llenos de notícias sobre una nueva idea que un equipo multidisciplinar de empresas, científicos y algún que otro gurú tecnológico estaba desarrollando: la idea de poder mantener la vida humana en Marte. Este debate abrió grandes conversaciones sobre el futuro de la humanidad y los límites de la ciencia, pero no ha sido la primera vez en la historia reciente en la que un grupo de humanos hace lo que tradicionalmente se conoce como «jugar a ser Dios». En 1984, un grupo de científicos puso en marcha el proyecto Biosfera 2.

Era este un experimento científico que buscaba recrear un ecosistema autosuficiente a escala minúscula de la Tierra para investigar si era capaz de mantener la vida humana. La empresa Space Biosphere Ventures fue la organización privada que sustentó el proyecto, que estuvo liderado por el filántropo Ed Bass y el ecologista John P. Allen.

La construcción de la infraestructura se inició en 1987 y las obras finalizaron en 1991. El diseño de este experimento fue único en su momento: se trataba de una gran estructura hermética de cristales compuesta por diferentes ecosistemas interconectados que tenían, entre otros, un desierto, un océano con un arrecife de coral, una selva tropical o una sabana y áreas agrícolas en un total de 1,27 hectáreas. En este ecosistema se introdujeron diferentes especies animales y vegetales, así como una muestra de ocho personas que formaron la primera fase del experimento en 1991, y que recibieron el nombre de «biosferianos». Todos eran observados con voluntad científica.

El primer experimento de Biosfera 2 se planificó por un período de dos años, en los que se estudiaría el desarrollo de este conjunto. La intención era obtener resultados sobre la adaptación y mejora del conocimiento de los sistemas naturales y la forma de poder, con ello, brindar respuestas al cambio climático o adaptación en otros planetas.

La segunda edición se suspendió cuando los participantes intentaron salir y romper cristales para que entrara el aire

Pero como era de esperar el proyecto no fue un camino de rosas. Entre los muchos problemas que surgieron a lo largo de los meses, destacan retos como las caídas inesperadas de los niveles de oxígeno, hecho que dificultaba la respiración en muchos ecosistemas y que requirieron de inyecciones supletorias en algunas de las fases más críticas. Además, la comida no era suficiente y llevó a momentos de escasez donde los participantes llegaron a pasar hambre.

A todo se le añadió el reto del equilibrio social tanto entre especies como entre los biosferianos, que crearon dos bandos y estuvieron en conflicto durante gran parte del experimento. El limitado contacto con el mundo exterior también fue un reto, ya que en muchas ocasiones se presentaron dilemas morales que hicieron cuestionar entre la intervención exterior o dejar que pasaran situaciones que podían hacer peligrar la vida o el bienestar de los participantes. Y es que en un espacio tan reducido es imposible compactar todos los elementos que conforman la vida terrrestre. Si bien los desafíos hicieron que el experimento se considerara un fracaso, generó datos valiosos para comprender cómo funcionan los ecosistemas, reacciones de nutrientes y alimentos o las dinámicas humanas de un conjunto social y ambientalmente cerrado.

En 1994, después de incorporar los aprendizajes del primer intento, se inicio un segundo experimento que incluyó seis personas y tenía una estimación de duración de 10 meses, aunque finalmente fue interrumpido al cabo de poco más de 6 meses por los conflictos y desastres ocasionados por los participantes, que intentaron salir rompiendo cristales para que entrara el aire o escapando por puertas clandestinas. El proyecto entonces fue clausurado completamente y las instalaciones, después de muchas negociaciones, pasaron a formar parte de la Universidad de Columbia y de la Universidad de Arizona, que utilizaron la infraestructura para estudios climáticos y de sostenibilidad ambiental.

Si bien no obtuvo los resultados esperados, el proyecto Biosfera 2 representó uno de los primeros intentos de recreación humana del medio ambiente y ha brindado, si bien a partir de errores, ejemplos valiosos para la comunidad científica y aquellas empresas dirigidas a investigar sobre posibles futuros utópicos. El caso fue extremadamente mediático en su momento, y captó la atención de millones de lectores y espectadores que aún hoy en día visitan las instalaciones de lo que fue un auténtico Gran Hermano del clima, y que ha situado este complejo en un gran espacio de atracción turística. Sin ir más lejos, el diario Los Angeles Times definió Biosfera 2 como «una mezcla volátil de idealismo New Age y sofisticación corporativa».

En los próximos años la humanidad tendrá que desarrollar importantes tecnologías de adaptación al clima que requerirán de tecnología sofisticada y experimentos y ensayos científicos que demuestren su viabilidad. El caso de Biosfera 2, pese a sus grandes faltas, es un ejemplo idóneo de lo que debe y, sobre todo, de lo que no debe hacerse para sobrevivir a lo que apunta ser una gran crisis de supervivencia global.

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