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Reciclaje químico, una apuesta para salvar los plásticos

Es un sistema innovador que descompone los materiales usados en moléculas orgánicas para reconvertirlas en nuevos productos. Aunque todavía requiere desarrollo, en unos años podría ser clave en la economía circular.

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11
mayo
2023

¿Cuántas toneladas de plástico se producen cada año en el mundo? No son un millón, ni tampoco diez: aunque estos números ya sean inmensos, lo cierto es que, en realidad, nos enfrentamos a una cifra de casi 400 millones de toneladas. Lo que es más: desde los años cincuenta –cuando comenzó la producción a gran escala de materiales sintéticos– hasta hoy, se han generado casi 8,5 billones de toneladas; es decir, más de una tonelada por cada ser humano hoy vivo en la Tierra. De todo ese volumen que llevamos acumulando durante casi un siglo, solamente el 9% se ha reciclado. El resto ha ido a parar a vertederos o se ha esparcido en el medio natural, provocando la muerte de más de un millón de aves y 100.000 mamíferos marinos.

Esto es especialmente grave en relación al desecho plástico, que puede persistir entre nosotros durante cientos de años. No tiene prisa por marcharse, y a menos que el ser humano haga algo por hacerlo desaparecer, las consecuencias solamente pueden ser negativas. No obstante, conscientes del problema que años atrás creamos como especie, ahora estamos encontrando soluciones para hacerle frente. Algunas de ellas ponen el foco en el reciclaje, como suele ser habitual, pero desde una perspectiva mucho más innovadora de lo que estábamos acostumbrados. Es el caso del reciclaje químico.

Este es un proceso que, en resumidas cuentas, utiliza reacciones químicas para descomponer los plásticos en sus moléculas constituyentes (llamadas monómeros), que luego pueden utilizarse para crear nuevos productos. A priori puede parecer que es idéntico al reciclaje tradicional, pero hay al menos cuatro aspectos en los que difieren: el procesamiento, el tipo de plásticos, la calidad y el impacto medioambiental.

De todo el plástico que hemos acumulado durante casi un siglo, solamente el 9% se ha reciclado

En primer lugar, el reciclado habitual, el mecánico, derrite los desechos plásticos a un nivel más superficial, mientras el químico lo hace a nivel molecular. A ello se suma que el primero está limitado a aquellos plásticos que se pueden derretir, como el PET, que es de los más comunes y el protagonista en las botellas de agua y refresco del supermercado. El reciclado químico, sin embargo, puede procesar muchos más materiales, incluyendo plásticos mezclados o contaminados que serían imposibles de reciclar con otros métodos. Además, en cuanto a la calidad, el método tradicional parte con desventaja, ya que siempre se nota el producto reciclado es de «segunda mano»; el procesamiento químico, en cambio, suele resultar en productos que parecen nuevos. Finalmente, el perjuicio medioambiental del reciclaje químico es menor al tradicional, ya que no requiere tanta energía para funcionar (evitando así emisiones de gas de efecto invernadero).

Las ventajas del reciclaje químico

Bajo el delicado contexto medioambiental en que nos encontramos, el reciclaje químico busca ser uno de los salvavidas para que los humanos puedan vivir sin problemas en la Tierra durante muchos milenios más. Según sus defensores, este sistema acelera la economía circular y proporciona nuevos medios para aumentar las tasas de reciclaje, ya que utiliza una gama más amplia de residuos plásticos que el reciclaje mecánico tradicional. Asimismo, permite la producción de productos finales de alta calidad (por ejemplo, nuevos plásticos y productos químicos) que se pueden utilizar como soluciones inmediatas en todas las aplicaciones actuales de alternativas basadas en combustibles fósiles. Paralelamente, disminuye la dependencia de las importaciones de crudo y reduce la huella de carbono de los productos, además de apoyar la reducción global de los desechos plásticos y ayudar a eliminar gradualmente los vertederos.

Ahora bien, aunque el innovador sistema químico prometa contribuir enormemente a paliar la crisis climática, es una técnica tan reciente que todavía suscita dudas sobre su viabilidad económica y medioambiental. Un informe de GAIA planteó varios inconvenientes, y Greenpeace, en según qué lugares, también cuestiona su enfoque. Las críticas sugieren que el reciclaje químico genera altas emisiones de carbono, mayores a las que se predicen, añadiendo que según ellos, además, este sistema deja subproductos tóxicos, dado que ciertas sustancias tóxicas producidas durante el reciclaje, como el cadmio y el mercurio, son difíciles de desechar y podrían filtrarse en los ecosistemas. Finalmente, el reciclaje químico podría ser utilizado para ese lavado de imagen llamado greenwashing. Los escépticos temen que la industria asuma que la tecnología escala inevitablemente y que, por tanto, se centren más en hacer desaparecer los residuos en lugar de que los ciudadanos los consuman menos.

Entonces, ¿nos quedamos con el reciclaje químico o el mecánico? Como sucede casi siempre, necesitamos ambos: el objetivo europeo está en reciclar el 50% de los envases de plástico para 2025 y el 55% para 2030. Para ello, el reciclaje químico se queda corto, por no señalar que todavía debe desarrollarse a escala industrial. Por eso, el reciclaje mecánico seguirá siendo útil hasta que se domine por completo el arte de la circularidad.

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