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Consumo responsable, una odisea con recompensa

Internet nos abre las puertas a la información pero, para convertirnos en consumidores conscientes, tenemos que apostar por la investigación y, sobre todo, por las tres ‘R’: reducir, reciclar y reutilizar.

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30
enero
2020

El cambio de año y las consecuentes rebajas suponen una oportunidad de oro para demostrar que nuestra tarjeta de crédito puede convertirse en una eficaz herramienta de sostenibilidad. Algo que no debería ser muy complicado ya que, según un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios y la Fundación NESI, publicado en febrero de 2019, el 73% de los españoles ya toma decisiones de consumo guiados por criterios éticos o de sostenibilidad. Teniendo en cuenta que el informe está a punto de cumplir un año, y que la temperatura de la sensibilidad hacia el consumo responsable se ha incrementado en España en los últimos meses gracias al efecto Greta Thunberg, a la COP25 y a la rutilante inclusión de una vicepresidencia de Transición Ecológica en la composición del recién estrenado Gobierno de coalición, parece que hay motivos para el optimismo. Eso sí, moderado. Porque, aunque en algunos aspectos –como podrían ser el ahorro energético o el reciclaje de desperdicios–, los avances son alentadores, todavía persisten numerosas barreras que, en la práctica, dificultan a los españoles la adopción y consolidación de hábitos de consumo responsable. Como apunta el informe de la OCU, la falta de información, precio y accesibilidad son los principales obstáculos a los que nos enfrentamos en ese proceso de cambio.

El 73% de los españoles ya toma decisiones de consumo guiados por criterios éticos o de sostenibilidad

La falta de tiempo es otro de los enemigos del consumo responsable. En lo que se refiere al comercio justo, por ejemplo, seguir la trazabilidad de determinados productos requiere en ocasiones ponerse el traje de Sherlock Holmes y embarcarse en una investigación que no siempre puede llevarse a término con un par de clics en internet. Encontrar datos contrastados acerca de origen, materias primas, procesos de fabricación, condiciones laborales, política fiscal, propiedad y otras consideraciones acerca de la génesis de productos y servicios puede resultar muy farragoso. Y no todo el mundo está dispuesto a invertir más tiempo de la cuenta en esa labor. Esa misma dificultad para acceder a información relevante la encontramos en otros aspectos relacionados con hacer un uso racional de los recursos. Por ejemplo, la búsqueda de alternativas de suministro energético más en consonancia con las necesidades medioambientales no siempre es sencilla ni accesible; ni sus servicios, fáciles de contratar e instalar.

Lo mismo podría decirse de las oportunidades de reciclaje o reparación de aparatos electrónicos. Son opciones habitualmente sepultadas bajo toneladas de información corporativa que invariablemente apunta hacia la sustitución y «actualización» antes que por apostar por darle una segunda oportunidad a un dispositivo averiado. Sin embargo, si se opta por seguir lo que marca el mercado tradicional, es esencial fomentar y apostar por su correcto reciclaje. Así, se evita su acumulación en vertederos electrónicos en España, y el resto del mundo, altamente dañinos para el medio ambiente y nuestra salud. De hecho Fundación Ecolec advierte de que los residuos electrónicos, además de sustancias que pueden ser peligrosas para la salud, contienen materiales como aluminio, cobre o hierro, a los que se les podría dar un nuevo uso.

La Fundación Ecolec advierte de que los residuos electrónicos contienen materiales a los que se les podría dar un nuevo uso

El alto precio que todavía tienen determinadas opciones sostenibles –como es el caso de los vehículos eléctricos y otros productos de consumo con etiqueta responsable–, también dificulta o retrasa la adopción, haciendo que solo sea viable para los bolsillos más desahogados.  Pero, al margen de todos estos problemas de carácter operativo, no se puede olvidar una cuestión de fondo mucho más difícil de cambiar: la cultura. Pese a que se puede considerar 2019 como una conquista en términos de sensibilidad social, el fracaso a la hora de alcanzar compromisos firmes y concretos en la reciente cumbre del clima celebrada en Madrid ya debería darnos una pista sobre la verdadera complejidad de la cuestión.

Por eso, hay que trabajar en la propia concienciación. Y tener paciencia. Y dedicarle tiempo. Internet nos brinda innumerables recursos para ayudarnos a tomar decisiones mejor informadas, como la iniciativa Corporate Hall of Shame, un ranking en el que los usuarios pueden votar a aquellas empresas que, a su juicio, han tenido un comportamiento reprobable. Investigar, compartir, comprometerse con la propia causa se torna imprescindible. Porque nada que valga la pena suele conseguirse sin esfuerzo.

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