Opinión

Esa visible revolución verde

Frente a las promesas intangibles de otros grandes cambios anteriores, la revolución verde es una transformación mucho más tangible y honesta. Para ver qué está pasando, solo hay que salir y verlo.

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19
abril
2023

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Al viajar en coche percibimos la realidad de la que nos hablan los medios sobre el despliegue de las energías renovables. Los datos y números de megavatios se materializan en grandes molinos de viento para producir energía eólica o en parques solares para la energía fotovoltaica o la termosolar distribuidos por todo el territorio. En cada viaje vemos nuevas instalaciones que ayudan a descarbonizar la economía y a bajar los precios de la energía.

Pero este rápido despliegue también está encontrando resistencias en determinados sectores por su impacto paisajístico, así como quejas sobre los costes que deben asumir los territorios despoblados para dar servicio a los núcleos urbanos. Está surgiendo una narrativa de «perdedores» de la revolución verde que, vistos los efectos que produjo el de otros cambios sociales, económicos y tecnológicos, conviene atender.

Sin embargo, el hecho de que haya cierta oposición nos habla también de la materialidad de dicha revolución verde frente a las promesas vaporosas de otras. Tras décadas oyendo hablar y leyendo  sobre el valor de lo intangible en la nueva economía, de flujos financieros internacionales a través de la red, de una nube en algún lugar que no vemos que guarda todos los datos, de relaciones personales virtuales a través de redes sociales… Frente a todo eso, la revolución verde no esconde las cartas y nos habla de un coste de oportunidad que hay que asumir como sociedad si queremos descarbonizar la economía, ser más autónomos frente a terceros que puedan utilizar la energía a modo de chantaje, y tener precios mucho más bajos.

Está surgiendo una narrativa de «perdedores» de la revolución verde que, vistos los efectos que produjo el de otros cambios sociales, económicos y tecnológicos, conviene atender

No es que el resto de cambios no tuviera costes de oportunidad, pero estaban más escondidos –desde las hipotecas subprime hasta la desindustrialización de muchas comarcas, pasando por la polarización social–. Al leer el relato primigenio de la globalización, el de las redes sociales o el de la digitalización, todo parecía un win-win: seríamos más ricos, más felices, más cooperativos y más eficientes. Después vinieron las reacciones y nos mostramos sorprendidos ante unas consecuencias que parecían camufladas. Eso no ocurre en la misma medida con la revolución verde, que es, en este sentido, una transformación mucho más tangible y honesta. Basta con subirse a un coche y observar su progreso, sus costes en impacto paisajístico, pero también sus enormes beneficios.

Lo que, en un principio, puede parecer una desventaja de la revolución verde de la energía, se podría interpretar de otra forma: como un cambio profundo que no esconde ni retarda su coste de oportunidad, y que propicia, por tanto, un debate social mucho más veraz que en otros sectores y momentos.

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