Ciudades
Poner remedio
‘Un botiquín para mi ciudad’, con la proyección de un futuro más sostenible, promete mejorar la convivencia entre habitantes (y la propia vida urbana).
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COLABORA2023
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Un botiquín es una caja de remedios. Se abre, mágicamente, para ofrecer un espectro de elementos posibles para curar, paliar, transformar, resolver, cuidar, sanar, endulzar o acompañar algún tipo de problema, de enfermedad o de dolor. Los remedios pueden tener forma de pastilla, de gotas o de las temidas inyecciones. Pero también conocemos los remedios naturales, las hierbas y los potingues de todo tipo que, según la latitud, la época o la cultura han compuesto los botiquines históricos de nuestras sociedades.
Pero la palabra «remedio» trasciende el ámbito terapéutico, el mundo de las enfermedades, las heridas, los padecimientos o el dolor. No todo remedio es una acción de cura o una estrategia de sanación. Remediar es un verbo activo que apunta en muchas direcciones posibles y en todas ellas lo que se pone en juego es algún tipo de transformación a mejor. Un remedio es un principio o una acción que introduce un cambio favorable en una situación determinada. Más allá del mundo de la terapia y de la farmacopea, por lo tanto, un remedio es un medio, disposición o medida para reparar, evitar un daño o salvar un inconveniente.
Un botiquín de remedios, por tanto, no es solamente una caja de tiritas bajo distintas formas. Es una caja de herramientas para enmendar, corregir, desviar, evitar, superar, crear, continuar, desplazar, imaginar o proponer soluciones, enmiendas y cambios de rumbo en todos los ámbitos de la vida.
Pensar el botiquín de nuestras vidas como una caja de remedios en este sentido amplio, activo e imaginativo es un paso necesario para desmedicalizar el lenguaje, las éticas y las políticas de los cuidados. Desde los feminismos, la educación y los movimientos sociales de base sabemos muy bien que los cuidados no son solamente aquello que ejerce el personal médico y sanitario y que no sólo se aplican allí donde hay patologías. Cuidamos jardines, ideas, personas sanas, dependientes e independientes. Cuidamos colectivos, proyectos, objetos y luchas. Cuidamos los libros que nos orientan y cuidamos el presente para que el futuro no se convierta, todavía más, en nuestro enemigo.
«Pensar el botiquín de nuestras vidas como una caja de remedios en un sentido amplio es un paso necesario para desmedicalizar el lenguaje, las éticas y los cuidados»
Sin embargo, hace tiempo que el estado doloroso y enfermizo tanto del día a día social como del horizonte planetario, hacen que la comprensión y la práctica de los cuidados derive y se encierre en una práctica terapéutica. Incluso en una práctica peligrosamente paliativa, que parte de la aceptación de la irreversibilidad y de la inevitabilidad del daño y del sufrimiento social. Lo vemos de forma clara y clamorosa respecto al protagonismo que ha tomado, en nuestros tiempos post pandémicos, la salud mental. Por ejemplo, parece que hoy la única manera de ser joven sea entre la idiotez (alienación tecnológica, consumista, etc) y la enfermedad (ansiedad, depresión, suicidio…). Frente a ello, se imponen los cuidados sin que sepamos o nos atrevemos a poner remedio a esta situación. ¿Qué implicaría, realmente, hacerlo? ¿A qué nos enfrentaría?
El botiquín de los remedios no llega solamente cuando el mal ya está hecho. Es la posibilidad que nos damos de actuar e intervenir desde todas las preposiciones y adverbios posibles: antes, después, mientras tanto, con, contra, junto a, para y por y, siempre abiertos, con todos los porqués.
Por ello, en este contexto de aparente irreversibilidad, la Asociación GRIGRI ha desarrollado, en colaboración con el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, el proyecto Un botiquín para mi ciudad, que ha permitido escuchar e involucrar a los habitantes de Ceuta, Vallecas (Madrid) u Orriols (Valencia) y hacer que sean protagonistas del cambio hacia un futuro más sostenible que se materialice en alianzas con instituciones, personas y territorios.
Partiendo de la escucha, y por medio de herramientas artísticas, se han identificado las aspiraciones, necesidades y conocimientos de los vecinos y vecinas, transformándolas, a través de procesos abiertos y colaborativos, en esos remedios que componen el botiquín.
Algunos de estas soluciones pasan, en Ceuta, por la transformación de la valla que divide Ceuta y Marruecos en un gran parque que elimine las fronteras físicas, socioculturales o simbólicas; en Orriols, por fomentar la creatividad para la recuperación de los espacios abandonados del barrio; y en Vallecas, por el aprovechamiento de los productos que recoge la despensa del barrio para crear su propia marca de conservas, Valle del Kas, que supone una nueva forma de ingresos y una fuente de trabajo para el barrio.
Un botiquín para mi ciudad representa una herramienta de cuidado radical, un espacio para el ejercicio de la conciencia colectiva y un recuerdo sobre la capacidad de transformación que poseemos al confiar, escuchar y apoyar las capacidades y visiones del otro. No solo nos transformaremos más rápido, sino que nos transformaremos mejor si tenemos a mano este botiquín que ya no solo es de sus participantes, sino que es de todos y para todos.
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