Sociedad

¿Somos adictos al café?

Ya sea solo, cortado, con leche o con mezclas excéntricas como puré de calabaza, esta bebida a base de cafeína es parte del día a día de miles de millones de personas. Pero los expertos advierten: el consumo excesivo tiene consecuencias.

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10
febrero
2023
Kyle MacLachlan en ‘Twin Peaks’.

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«El café fuerte me resucita, y me causa un dolor que no carece de placer». «Sin mi café de la mañana, soy solo como una pieza seca de carnero». «El café es un bálsamo para el corazón y el espíritu». Estas frases las pronunciaron Napoleón Bonaparte, Johann Sebastian Bach y Giuseppe Verdi respectivamente, y si bien no podemos asegurar realmente que el compositor alemán necesitara un cortado matinal para componer sus geniales cantatas sacras –son enunciados apócrifos–, resumen muy bien lo que supone el café para la sociedad actual y la de los siglos pasados. Hoy se beben unas 2.000 millones de tazas diarias en todo el mundo, lo que lo convierte en la bebida más consumida del planeta, tan solo por detrás del agua.

Aunque existen innumerables leyendas sobre el origen del café, la mayoría de los historiadores coincide en situar el inicio de su consumo en el siglo XIII en Etiopía. La primera referencia en Europa apareció más tarde, y lo hizo en la obra del botánico alemán Leonhard Rauwolf, quien lo describió por primera vez en 1583. Sus efectos estimulantes han sido siempre valorados, desde los pastores de cabras africanos del medievo hasta los millones de empleados que hoy inundan las oficinas, pero sería injusto limitar su éxito a su capacidad de mantenernos despiertos. El sabor, desde el sencillo cortado de un bar de barrio hasta los cafés gourmet de locales hípster de zonas gentrificadas, pasando por el aguachirle de las máquinas ubicuas en los lugares de trabajo, es otra de las claves de su aceptación universal.

La cadena Starbucks, con presencia en casi todos los países del mundo y una facturación de más de 6.000 millones de euros solo en el último trimestre, ha sabido explotar como pocas el lado más hedonista de esta bebida: además de los clásicos, ofrece su café en formatos inopinados como refrescos o batidos. Prueba de su éxito es la normalización de neologismos como frapuccino o smoothie. Algunos van más allá: el Bar Donald despacha en el centro de Sevilla 300 cafés al día y, según confesaba su dueño en el programa BuenaVida de la Cadena Ser, los ha visto tomar con salpicón o incluso mojando los langostinos. Aunque no solo en España es posible encontrar excentricidades: en Finlandia es muy popular el kaffeost con queso fundido, en Vietnam se le añade huevo y en Estados Unidos, por ejemplo, triunfa el café con puré de calabaza.

¿Nos despierta el café?

La popularización masiva de esta bebida tiene mucho que ver con lo que muchos denominan «gasolina para el cuerpo»: pocos conciben arrancar el día sin una taza humeante. Según un estudio del Institute for Scientific Information on Coffee (ISIC), casi el 70% de los trabajadores encuestados confiesa tomarse al menos uno a lo largo de la mañana. Y aún más importante: uno de cada tres reconoce que lo hace «para estar más alerta». Más de la mitad afirmó que su principal período de consumo de café era entre las 09:00 y las 11:00 (mientras que el 29% lo elige como bebida al final de la tarde).

El café es la bebida más consumida del planeta, tan solo por detrás del agua

La razón es sencilla. En palabras de Peter Rogers, catedrático de Psicología Biológica de la Universidad de Bristol: «La asociación entre la cafeína y el estado de alerta está relacionada con los receptores de adenosina, un compuesto que se une a los receptores cerebrales y que lleva a una cadena de eventos que reducen los neurotransmisores estimulantes como la dopamina, lo que a su vez produce la sensación de estar cansado. La cafeína tiene una estructura similar a la adenosina y puede unirse a los receptores en su lugar de la adenosina, lo que aumenta la sensación de alerta».

¿Esto resulta saludable o es tan solo un engaño a nuestros sentidos? Según publica el Journal of Neurochemistry, «la cafeína es la droga psicoactiva más consumida en el mundo, y produce los mismos efectos conductuales que los psicoestimulantes clásicos, como la cocaína y la anfetamina, principalmente activación motora, excitación y efectos de refuerzo». En este sentido, otra publicación científica, Psychology Today, advierte de que «la cafeína no solo hace que el cuerpo se mienta a sí mismo acerca de los recursos energéticos que tiene, sino que también hace que libere adrenalina, brindándole esa sensación productiva de “amplificación». El problema con esto es que la adrenalina empuja al cuerpo a toda marcha, agotando aún más sus recursos». Y resume: «La liberación de adrenalina está bien siempre que el cuerpo tenga tiempo y recursos para recuperarse de este estrés más tarde, pero la cafeína bebida ha hecho que el cuerpo use precisamente esa energía que estaba destinada a esta recuperación».

Esto sucede cuando se realiza un consumo excesivo, tal como recuerda Timothy J. Legg, doctor en Psicología y Salud Mental: «Cuatro o más tazas de café por día –entre 500 y 600 miligramos– lo que puede causar insomnio, aceleración de los latidos cardíacos, irritabilidad, ansiedad, sacudidas musculares, temblores o malestar estomacal».

El consumo racional, como suele suceder, es la clave para disfrutar de los beneficios del café sin sufrir sus contraindicaciones. La cadena norteamericana CNBC incide en que, además del «cuánto», hay que cuidar el «cómo», dando un ejemplo sorprendente: no se debería tomar café justo al despertarse, sino una hora después para que no interfiera en la producción de cortisol, la hormona que le indica al cuerpo que esté despierto y receptivo. También recomienda elegir los ingredientes correctos (esto es, el café más fresco según la época del año). En invierno, por ejemplo, los de Papúa Nueva Guinea, Kenia, Colombia y Guatemala. Y otro consejo sorprendente: tomarse un café al mediodía y echarse una siesta de 20 minutos puede ser beneficioso. Tal como explican, «estudios elaborados en Inglaterra y Japón han demostrado que de esta manera puedes concentrarte mejor en el trabajo el resto de la tarde». ¿Sería consciente de esto Napoleón cuando invadió la Península Ibérica?

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