Cultura

Los pueblos necesitan (y quieren) cultura

Aunque los pueblos desean tener acceso a la cultura, prácticamente ningún municipio con menos de 10.000 habitantes cuenta con una librería. Ha llegado la hora de dársela.

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08
febrero
2023

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Hace poco conseguí la colección completa de Las Aventuras de Los Cinco, de Enid Blyton. Venía con aquella encuadernación blanca en pasta dura, la de aquellos libros sueltos que mis padres accedían a comprarme siempre que yo se lo pedía. Recuerdo que me encantaba hojear los diferentes títulos de la colección para buscar el que podría llegar a gustarme más.

A veces, me compraban esos nuevos libros en nuestras visitas a Valladolid, si bien en otras ocasiones lo hacíamos donde La Carmina, una de las librerías de mi pueblo, Cuéllar, que tiene menos de 10.000 habitantes.

En Cuéllar, tenemos Goyca, el verdadero nombre de la tienda donde comprábamos. También Carbajo y, últimamente, El País de Jauja, que me ha sacado de más de un aprieto. Porque, de unos años a esta parte, siempre les pido a los Reyes que traigan libros para cada miembro de la familia al llegar el 6 de enero. En este aspecto, tenemos suerte porque esta circunstancia no siempre es común en el mundo rural.

Hace poco, he sabido que solo un 4,5% de los municipios con un tamaño similar al mío disponen de librerías y que hay comunidades autónomas como Extremadura o Aragón en las que estos establecimientos apenas cubren el 8% de los códigos postales.

Hay comunidades autónomas como Extremadura o Aragón en las que estos establecimientos apenas cubren el 8% de los códigos postales

Me ha ocasionado una enorme alegría leer que el periodista y escritor Máximo Huerta ha decidido abrir La Librería de Doña Leo en Buñol, su pueblo. Y me encanta pasar tardes enteras –la última fue en Navidad– recorriendo las librerías de Urueña, la villa del libro, ubicada en Valladolid.

Del mismo modo, también me gusta poder recurrir al comercio electrónico, tener acceso a otros títulos, descubrir nuevos autores o disfrutar de fenómenos –tan ligados al mundo digital– como el de la autoedición. Creo que también está claro que las librerías pueden beneficiarse de las ventajas de la digitalización para acceder a lectores fuera de su propio municipio (de hecho, el 88% de las librerías independientes tienen ya canales online para comprar).

Sin embargo, en ese 95,5% restante de municipios con menos de 10.000 habitantes donde no hay ninguna librería, el comercio electrónico se convierte en una herramienta esencial para incentivar el acceso al libro, uno de los objetivos recogidos en el Plan de Fomento de la Lectura 2020-2024. Permite que cualquiera, esté donde esté, pueda acceder a los libros que desea leer, que tenga a mano las obras de más de 20.000 autores independientes o las publicaciones de un buen número de editores medianos y pequeños que tienen algo más difícil llegar al gran público.

El Bono Cultural Joven, que nació con el objetivo de facilitar el acceso de los jóvenes a la cultura, no tuvo en cuenta en 2022 «las dificultades de los jóvenes residentes en zonas despobladas para adquirir productos culturales», como señaló el Consejo de Estado en su dictamen de marzo del año pasado.

Hace unos días leía en un medio de comunicación que solo un joven ha accedido a esta ayuda en la provincia de Palencia y que en 17 de las 52 provincias hay menos de 2.000 beneficiarios. La mayor parte de ellas se encuentran situadas en las zonas con menor densidad de población. Mientras tanto, el 61% de los beneficiarios están, una vez más, en Madrid.

Ahora que se trabaja en la edición del Bono Cultural para 2023, es esencial incorporar la perspectiva rural y demográfica, así como aprovechar todos los recursos a nuestro alcance para que los jóvenes de toda España, no solo de las ciudades, puedan acceder a esta ayuda. Incorporar las entregas a domicilio, excluidas en la convocatoria anterior, es un paso. Y aumentar la difusión en las provincias donde el programa ha obtenido peores resultados, debe ser otro.

Hay algunos datos que ponen de manifiesto que existe una brecha lectora entre zonas urbanas y rurales. Por ello, es importante que todos contribuyamos, en la medida de nuestras posibilidades, a incentivar el acceso a la cultura en el medio rural. Los pueblos necesitan (y quieren) cultura, y hay que hacer todo por dársela.


Pablo Maderuelo es consultor de Compromiso Social en Harmon Corporate Affairs.

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