Salud

¿Hemos convertido la terapia psicológica en un producto de consumo?

La sociedad se mueve a caballo entre dos extremos, quienes aseguran que la terapia no sirve para nada y quienes sostienen que la terapia psicológica es necesaria para todos. Aferrarnos a este pensamiento maniqueo es la vía rápida para convertir la salud mental en una moda. Y es que algo está claro: la terapia no va a solucionar instantáneamente nuestros problemas psicológicos.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
08
febrero
2023

Hay momentos en la vida de un psicólogo dignos de un particular Show de Truman. El primero tiene lugar al comienzo de los estudios, cuando en casa dicen esa manida frase de «¡Pues con esta familia siempre vas a tener trabajo!». El segundo se sucede tiempo después, y surge cuando uno oye que «todo el mundo necesita terapia». El tercero, finalmente, se produce al ejercer, cuando por primera vez alguien acude a ti en busca de desahogo, un consejo y una sesión de sesenta minutos una vez al mes para reconducir su vida, pero sin cambiar absolutamente nada de esta entre medias. Llegados a ese punto, hay una pregunta dolorosa: ¿se ha convertido a la terapia psicológica, en ocasiones, en el equivalente de ir a un spa? Es decir, ¿se ha convertido, en algunos casos, en un producto de consumo que alivia la tensión instantáneamente pero sin efectos a largo plazo?

La salud mental lleva en crisis desde tiempos inmemoriales, pero en los últimos años –especialmente a raíz de la pandemia– hemos sido conscientes de las implicaciones de esta problemática. Con una tasa ínfima de psicólogos clínicos en la Seguridad Social por habitante, la asistencia psicológica se ha vuelto un privilegio: quienes necesitan terapia y no pueden permitírsela, se ven condenados a la medicalización de su malestar. Esta escasa oferta y alta demanda ha sido el caldo de cultivo ideal para el auge de pseudoterapias y estrategias de marketing que visibilizan la salud mental a la par que la banalizan. 

Entras en Instagram y los anuncios irrumpen tu sesión vespertina de cotilleo: «Elimina la tristeza de tu vida», «No sufras más por amor», «No vuelvas a preocuparte por nada». La premisa es potente –quién no querría vivir eternamente feliz–, pero los medios son cuestionables: quien imparte estos cursillos no tiene ningún conocimiento de psicología, ningún código deontológico que rija su práctica profesional y ninguna consecuencia legal si hay una negligencia psicológica. Aun así, accedes, haces clic y pagas cien euros por un taller de dos semanas. Desgraciadamente, al acabarlo te das cuenta de que todo sigue exactamente igual, que tus emociones a veces son incontrolables y que afrontar las dificultades del día a día no depende solo de mantener una «actitud positiva». Aun así, te aferras a una ayuda que no te está ayudando y te apuntas a cada cursillo, pseudoterapia o charla de autoayuda que aparece en tu camino para tachar una casilla más de la lista del autocuidado.

La terapia no elimina emociones, aunque estas sean desagradables; la terapia capacita para gestionarlas de una manera más adaptativa

Con esta concepción errónea de la ayuda psicológica, acudimos a veces al psicólogo pretendiendo que sacuda una varita mágica con la que elimine de golpe cualquier atisbo de tristeza, ansiedad, dependencia emocional, complacencia o duda que habita en nuestro cerebro. El problema es que la terapia no elimina emociones, aunque estas sean desagradables; la terapia capacita para gestionarlas de una manera más adaptativa. También enseña a afrontar los problemas interpersonales, a priorizar, a poner límites o a buscar actividades reforzantes en el día a día, pero esto no tiene lugar durante la hora de la sesión, sino en los días posteriores en los que activamente –y con mucho esfuerzo– ponemos en marcha las pautas que hemos aprendido en consulta.

¿Necesita todo el mundo terapia para aprender estas habilidades? Ni mucho menos. A menudo, la estrategia más eficaz para gestionar el malestar psicológico son los cuidados mutuos proximales y distales. Encontramos el ejemplo perfecto de los cuidados mutuos proximales en la maternidad: si te sientes sola tras el parto porque tu pareja no se implica en la crianza y renuncias a todas las áreas de tu identidad para centrarte en la de madre, es muy normal desarrollar problemas de ansiedad, de depresión o de obsesiones. En este caso, contar con el apoyo de la pareja, de la familia o de las amistades, puede provocar una reacción positiva en cadena: tienes más tiempo para ti, exploras otros roles, se distribuyen las responsabilidades visibles e invisibles de la crianza y compartes tus preocupaciones con alguien que te entiende en vez de vivirlas en silencio. 

Los cuidados mutuos colectivos implican un cambio generalizado que incluye medidas sanitarias, laborales y económicas

Los cuidados mutuos colectivos implican un cambio generalizado que incluye medidas sanitarias, laborales, económicas y políticas protectoras de la salud mental de todos los ciudadanos. Algunos ejemplos son reducir las listas de espera en las intervenciones quirúrgicas, consultas médicas y citas diagnósticas, regular la burbuja del alquiler, penalizar las condiciones laborales abusivas o crear redes de apoyo vecinales. Algunos de estos cambios pueden parecer ajenos a la psicología, pero es inviable contar con una buena salud mental si tienes un problema médico y te dan cita dentro de dos años, si no puedes encontrar un piso en alquiler por menos de 1.000 euros al mes, si te explotan en el trabajo y no hay protección legal real, o si estás completamente solo en tu día a día porque vives lejos de tu familia.

Es posible integrar la asistencia psicológica en estas medidas colectivas como ya se hace en algunos entornos –véase el programa grupal para mujeres embarazadas con problemas emocionales del Hospital Universitario Puerta de Hierro–, pero para lograrlo debemos salir del pensamiento maniqueo que asegura o bien que «la terapia no sirve para nada», o bien que «la terapia es necesaria para todo». De lo contrario, acabaremos transformando a la salud mental en una moda intermitente y a la asistencia psicológica en un producto de consumo.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Suicidio: ¿Existe realmente el efecto llamada?

Susana Al-Halabí | Eduardo Fonseca Pedrero | Adriana Díez Gómez del Casal

Informar con responsabilidad sobre el suicidio puede ayudar a arropar a quienes se encuentran en situaciones límite.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME