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«El líder que suceda a Putin será aún peor»

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Juerg Vollmer
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06
febrero
2023

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Juerg Vollmer

Desde que la guerra empezó, millones de ucranianos confían sus vidas a los muros de sus casas. En el hogar del escritor Andréi Kurkov, mientras las sirenas aúllan, él escribe. Nacido en 1961, Kurkov ha escrito durante toda la vida. Comenzó a los siete años, cuando le dedicó un poema sobre la soledad a su mascota, un hámster al que se le acababan de morir sus dos hermanos. A mediados de los ochenta, escribió libros infantiles mientras era guardia de prisión en Odesa. Su obra la componen 19 novelas, varias atravesadas por el humor negro y el amor hacia los animales. Algunas han sido traducidas al español, como ‘El jardinero de Ochákov’ (Blackie Books), ‘Muerte con pingüino’ (Blackie Books) y ‘Abejas grises’ (Alfaguara). Pero desde la ocupación rusa, Kurkov dejó a un lado novelas y textos de ficción. Vivir bajo fuego no permite escapar de una nueva realidad, aquella que Kurkov narra en su libro ‘Diario de una invasión‘ (Debate), un descriptivo testimonio en primera persona de cómo la guerra ha transformado la vida de los ucranianos y, a la par, una lúcida reflexión sobre la identidad que muestra cuán lejana y distinta es la mentalidad de dos pueblos vecinos: Rusia y Ucrania.


¿Cómo fue ese último día, cuando tuvo que dejar su casa en Kiev y escapar de la invasión con rumbo a Leópolis y luego a los Cárpatos?

Yo estaba en un estado de shock. Recuerdo los movimientos pero no los sentimientos. No me llevé nada. Mi esposa, que es muy religiosa, cogió la biblia y mi último libro. Fueron tres días conduciendo hacia la frontera. Imagínese a todo un país tratando de escapar por un mismo camino al mismo tiempo. A todos los vehículos de Ucrania enfilados en una angosta avenida. Creo que pasé el 80% del recorrido en un atasco.

«Desde que empezó la guerra, solo escribo no ficción y trato de aprovechar cualquier momento para hacerlo. No he vuelto a leer: no puedo concentrarme»

La huida de su hermano fue particularmente difícil.

Sí, fue uno de los momentos más difíciles que he vivido en estos meses. Él y su familia decidieron quedarse en Kiev. Veían las explosiones desde las ventanas. Cuando optaron por huir, ya no había ninguna salida segura, apenas un camino agreste a través de los campos hacia el suroccidente. Eran cuatro personas, dos gatos y un hámster viajando en un coche de los años setenta. Yo, mientras tanto, les indicaba qué ruta seguir a través de un GPS. El problema es que cada dos kilómetros los detenía un control militar. Tardaron 18 horas en recorrer 180 kilómetros hasta llegar a una casa sin calefacción, sin internet y sin ninguna comunicación.

¿Cómo es escribir en medio de una guerra? ¿De qué forma la invasión ha transformado su oficio?

Las rutinas son muy diferentes. Antes de la guerra, solía estar de viaje unos seis meses al año. Me acostumbré a escribir en los trayectos y en los hoteles, en los trenes y en los aviones. Cuando estaba en mi casa, me levantaba a las seis de la mañana y escribía ficción hasta las once o doce. Luego hacía una pausa y me dedicaba a la no ficción en la tarde. Ahora, desde que empezó la guerra, solo escribo no ficción y trato de aprovechar cualquier momento para hacerlo. No he vuelto a leer: no puedo concentrarme.

En un fragmento del libro afirma que el escritor vagabundo lleva consigo un trauma muy difícil de curar. ¿A qué se refiere?

El trauma de la guerra roba el tiempo de quienes sobreviven. Es casi imposible distraerse de los pensamientos sobre la guerra, sobre aquellos que fueron asesinados, en especial si eran allegados. Conozco a media docena que fueron asesinados y me preocupa la vida de unas 30 personas cercanas que están en el frente. Todos los días reviso sus páginas de Facebook para ver si dan señales de vida. Y además esto: dejé de sentirme bien por cosas positivas. Es como si autocensurara mis emociones y no tuviera derecho a sentirme bien o a tener una pequeña alegría. Por ejemplo, mi hijo hizo un cortometraje junto con otros niños refugiados. Cuando nos lo enseñó a mi esposa y a mí, me mostré conforme, pero de una manera innecesariamente fría.

«Sientes pesar por los daños, los museos destruidos, los colegios y otros edificios. Pero entiendes que, si sigues con vida, puedes restaurarlos y construir algo nuevo»

Usted dice que estar en guerra les da un nuevo significado a las cosas más cotidianas: el canto de los pájaros, los colores de un paisaje. Como si cobraran más valor.

Sí, para mí fue muy interesante entender que la parte material del mundo tiene más sentido y valor en tiempos de guerra. Antes que nada, tú piensas en el espíritu y el cuerpo. Quieres sobrevivir y que los demás sobrevivan. Sientes pesar por los daños, por los museos destruidos, los colegios y otros edificios. Pero entiendes que, si sigues con vida, puedes restaurarlos y construir algo nuevo. La guerra destruye el mundo físico, y el enemigo quiere destruir el mundo en el que vives. Pero aunque todo se derrumbe, si tú no estás destruido, seguirás siendo libre de decidir si construyes otro mundo o te adaptas al de alguien más.

En esta guerra hay una clara diferencia de mentalidades entre ambos, rusos y ucranianos, algo que muchas personas ignoran.

Así es. La mentalidad ucraniana se basa en el individualismo, en la independencia. Prioriza la libertad sobre el dinero. La mentalidad rusa, en su tradición, se basa en la monarquía, en la responsabilidad colectiva o en la ausencia de responsabilidad colectiva. Cuando los rusos atacan a los ucranianos, ellos lo hacen en destacamentos, en grupos, en multitudes. Los ucranianos se defienden individualmente por su país, sin esperar al comandante ni la orden de un oficial superior. Es el espíritu de la gente ucraniana: hacer todo por su cuenta.

Esa mentalidad es una gran barrera para las ambiciones de Rusia.

Sí. Ahora Rusia está secuestrando niños ucranianos. Los envían desde territorios ocupados a Crimea con el pretexto de que estarán en un campo de verano. Luego les impiden regresar con sus padres. Eso es lo más peligroso. Quieren hacerlos rusos. Quieren robar a la generación más joven.

Una de las entradas de su diario está dedicada a los delfines. Por un lado, cuenta cómo trasladaron un grupo de estos animales de Járkov a Odesa en medio de la guerra. Por otro, se refiere a los «delfines de combate» que Rusia ha entrenado para patrullar la bahía de Sebastopol, en el mar Negro, con el fin de «atacar buzos y submarinos enemigos». 

La gente no suele entender lo rica y diversa que es la vida. De cuántos elementos consta. No somos los únicos participantes. Solo somos seres humanos. Como asumimos la responsabilidad total, incluso de la naturaleza, todo lo que hacemos depende de nuestro comportamiento. Y resulta que lo usamos para abusar del mundo natural. Este sueño de que los delfines peleen contra tu enemigo es una locura, pero es real.

«Hay mucha autocensura. Se piensa cuidadosamente lo que se quiere decir, sin sonar fatalista o pesimista: la cultura se ha vuelto más militante»

El diario del 1 de mayo está dedicado a la cultura ucraniana en la guerra: «Por ahora, todo escritor, todo artista o todo representante de cualquier profesión creativa ha de trabajar por su país y por la victoria en esta guerra». ¿Cómo ha transformado el conflicto las prácticas culturales, las expresiones artísticas, la creación literaria en su país?

La gente, los artistas, todos se volvieron menos tolerables. Hay mucha autocensura. Se piensa cuidadosamente lo que se quiere decir, sin sonar fatalista o pesimista. Creo que la cultura se volvió más militante. Hay más libros y poesías sobre la guerra. Gran parte de la literatura es patriótica o hiperpatriótica. En mi caso, dado que escribo en ruso, es más difícil publicar. Las librerías no quieren vender libros en idioma ruso, incluso si se publican en Ucrania. Por eso, la mayoría de escritores en ruso están publicando sus libros traducidos en ucraniano. Lo propio ocurre con los míos. Todavía se pueden comprar en ruso, pero solo en dos o tres librerías.

¿Qué aporte puede hacer la literatura a este conflicto entre Rusia y Ucrania?

El papel de la literatura en esta guerra aún está por establecerse. Sin embargo, los escritores se han convertido en oradores, moderadores y, para algunas personas, en sanadores. También hay un aspecto legal: hay cientos de diarios de guerra y notas escritas que pueden usarse en el futuro como prueba de crímenes de guerra cometidos por el ejército y los políticos rusos.

¿Cómo cree que terminará esta guerra?

Desde luego habrá negociaciones, pero no serán con Vladimir Putin y Serguéi Lavrov, sino con el nuevo gobierno y los nuevos líderes. Quizás ni siquiera con quien venga después de Putin. Porque creo que el líder que suceda a Putin será aún peor.

¿Por qué peor?

Porque no hay otra alternativa en la élite política de Rusia. Todos son imperialistas, todos quieren dominar el mundo que los rodea. Los rusos deben sufrir un colapso económico. Solo una crisis de esta naturaleza puede traer un cambio de opinión de la población y de la élite política.

¿Cuál era su opinión sobre el presidente ucraniano Volodimir Zelenski antes de la guerra y qué opina de él ahora?

Antes de la guerra era muy crítico y negativo hacia Zelenski y su gente. Sigo siendo crítico, pero soy menos negativo. Está haciendo su papel dramático mucho mejor que el que hacía como actor cómico.

A casi un año de la invasión, ¿cómo viven hoy en Kiev?

Bueno, las personas pagan más con dinero efectivo. Como no hay mucha electricidad, no se puede pagar con tarjetas. La mayoría de bares cierran a las diez de la noche, porque hay toque de queda desde las once. Y muchas otras cosas. Por ejemplo, ya no venden matrioskas. Eran los souvenirs más populares y ya no existen porque están asociadas con Rusia. Todo lo ruso ha sido cancelado.

¿Cuál es su mayor temor con esta guerra?

Que dure mucho tiempo. La tercera parte del país ya está en ruinas. No menos de ocho millones de ciudadanos se han convertido en refugiados en el extranjero. Si la guerra dura, la mayoría de ellos no volverán.


Esta entrevista es parte de un acuerdo de colaboración entre el diario ‘El Tiempo‘ y la revista ‘Ethic’. Lea el contenido original aquí.

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