Opinión

Putin y las dos Españas

Cuando se cae el telón de esa tragicomedia berlanguiana que es nuestra política nacional aparece la cruda realidad. Masacrando a Ucrania, con la simpatía de China y enfrente de Europa y de la democracia liberal se encuentra ese psicópata instruido por la KGB, Vladímir Putin, para quien la peor catástrofe del siglo XX fue la caída de la Unión Soviética y no los 20 millones de personas que aniquiló ese régimen sangriento que algunos, aunque nos parezca alucinante, siguen añorando; a veces en secreto, y a veces no.

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08
marzo
2022

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Si durante la pandemia surgió de la nada una legión de expertos diplomados en virus, con el ataque de Putin a Ucrania muchos se apuran para terminar lo antes posible el cuadernillo de Santillana dedicado a la geopolítica y al nuevo orden mundial. Sí, horror, una pléyade de sabelotodos despiadados se disponen, en bares, salones y platós, a tertulianear sin ninguna compasión. Andy Warhol no se imaginaba lo corto que se iba a quedar cuando vaticinó que en el futuro todo hijo de vecino tendría sus cinco minutos de gloria. 

«Los propagandistas de la ‘alt-right’ en España andan preparando su cartel: ‘welcome, christians and white refugees’»

A estos gurús del reciclaje les suele acompañar el redoble de tambores de las dos Españas, siempre dispuestas a competir para ver cuál suelta el disparate mayor. Una periodista, en sintonía total con la melopea actual, lamenta en antena el sufrimiento «de las familias y las mascotas» en Kiev. Walt Disney y Alberto Garzón lo han hecho tan bien que los sapiens ya estamos en el mismo saco existencial que los hámsters o los canarios; que no nos sorprenda luego que Miguel Bosé y sus acólitos crean que la covid-19 no ha sido más que un experimento en los laboratorios de capitalismo y la globalización.

Vox pide su turno –o rebuzno– de palabra, y su portavoz en Andalucía declara que los refugiados ucranianos no deben venir a España. Le desautoriza Santiago Abascal, amado líder, que matiza la posición del partido de la «derecha Cuéntame»: no es lo mismo quienes vienen de Ucrania que quienes proceden de un país musulmán. Remata la jugada por Twitter el eurodiputado Hermann Terstch, que tras 40 años de travesía en el desierto está ahora en Vox como pez en el agua, como si trotara a Babieca pero en plan mal: los ucranianos, escribe, sí son refugiados porque son «cristianos y blancos». Luego van y protestan por la discriminación positiva que puso de moda ZP. Los propagandistas de la alt-right en España andan preparando su cartel: «Welcome, christians and white refugees». 

«Mr. Wonderful ya ha diseñado unas tazas con la frase de Ione Belarra»

Pero llega el 8-M y la ministra de Igualdad, Irene Montero, saca el comodín de la sororidad: «Las mujeres son las que más sufren en los conflictos bélicos». Que nunca falte, hermanas, un cuarto de kilo de interseccionalidad. El otrora macho alfa Pablo Iglesias –que anda desatado desde que dejó esa vicepresidencia donde se aburría soporíferamente– señala a Jabois por decir impertinencias en antena. En dos telediarios, ya veréis, el bueno de Jabo es facha también. Y es entonces cuando, en ese espacio para el surrealismo y la pornografía que son los mítines políticos, aparece, envuelta en un manto de resiliencia empáticasin ningún estilo Delacroix, pero dispuesta a abrazar la negatividad del dolor provocada por las bombas rusas–  esa gran estratega internacional que es Ione Belarra. Desde su pedacito del Gobierno de España –un metro cuadrado, como el que cantaban Vainica Doble, pero mucho más noisy, no os creáis, que son muchos años de megáfonos, pancartas y distorsión– la ministra activista nos advierte que «la paz es el único camino». El departamento de marketing de Mr. Wonderful ya ha diseñado unas tazas con esa frase. Cualquier día nos escribe una encíclica con el Papa Francisco así, al alimón.

Cuando se cae el telón de esa tragicomedia berlanguiana que es nuestra política nacional aparece la cruda, crudísima, realidad. Para nuestra desgracia, esto no es un debate entre intensitos en la humeante moqueta de la Facultad de Ciencias Políticas. Masacrando a Ucrania, con la simpatía de China y enfrente de Europa y de la democracia liberal se encuentra ese psicópata instruido por la KGB, Vladímir Putin, para quien la peor catástrofe del siglo XX fue la caída de la Unión Soviética y no los 20 millones de personas que aniquiló ese régimen sangriento que algunos, aunque nos parezca alucinante, siguen añorando; a veces en secreto, y a veces no.

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