Economía
La responsabilidad, el valor del cambio
En el epicentro del gran cambio en los modelos de negocio del siglo XXI está la responsabilidad: las empresas buscan ser motor de cambio y de transformación social.
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Como dijo Dan Millman, autor del libro Way of the Peaceful Warrior, que dio pie a la película titulada en español El guerrero pacífico: «La responsabilidad es un regalo que te das a ti mismo, no una obligación».
La responsabilidad no se trata de un talento, virtud o habilidad adquirida, ni tampoco debe de ser algo que asumimos porque nos es impuesto. La responsabilidad es un acto propio de compromiso hacia los valores que cada persona tiene consigo misma. Es por ello que el ejercicio de responsabilidad debe realizarse en coherencia con aquello que somos, pensamos, sentimos y hacemos.
Pero, ¿estamos preparadas y preparados para asumir nuestra responsabilidad individual en aspectos que hasta ahora solo hemos sabido depositar en otras personas, instituciones, entidades o gobiernos? Como sociedad, hay momentos en los que parece que renunciamos a jugar nuestro papel en el logro de nuestros propios sueños, quizás por desesperanza, temor, pereza o cobardía, y nos establecemos en la cultura de culpabilizar a otros, en el victimismo y en la justificación constante de nuestra inacción. Este ejercicio de poner nuestro valor de responsabilidad individual al servicio de lo colectivo posibilita el cambio social necesario para hacer una sociedad más justa, equitativa e igualitaria.
Una de las mayores transformaciones de este siglo XXI es el paso a modelos que equilibran los beneficios con el compromiso y propósito
Mi interpretación más socrática del coaching organizacional y sistémico hace que valore la responsabilidad y la importancia de las acciones individuales como motor de los cambios colectivos. Son muchas las personas que, desde el ejercicio de la responsabilidad, con sus acciones, están diariamente construyendo empresas socialmente comprometidas con sus personas y con su entorno. Desde mi experiencia profesional, junto a ellas, en el diseño de programas a favor de la inclusión de personas con discapacidad, en pro de la igualdad efectiva y que fomentan la diversidad y promueven la conciliación y el bienestar corporativo, he forjado en mí el convencimiento de que la responsabilidad es el valor que promueve el cambio.
En el ámbito empresarial, una de las mayores transformaciones de este siglo XXI es el paso de modelos de negocio que buscan exclusivamente beneficios económicos, a modelos que equilibran tales beneficios con el compromiso y propósito de generar un impacto positivo medioambiental y en la sociedad. Cada vez más empresas introducen acciones y programas que tienen como objetivo final reducir la desigualdad y la pobreza, cuidar el medio ambiente, fortalecer el tejido social, mejorar calidad de las personas y crear empleos de alta calidad.
Muchas personas acuñamos como propia la responsabilidad individual de crear, fomentar y formar parte activa de este escenario de motor de cambio y transformación social que representa la empresa. Además, en este ejercicio de responsabilidad personal de ser coherentes con los valores propios, cada vez más personas quieren formar parte de empresas que apuesten por su formación, que les faciliten la conciliación de la vida laboral, personal, familiar y social, que cultiven una cultura organizativa en la que conviva la motivación, el optimismo, la apuesta por la felicidad y la pasión por el trabajo, y que fomente la participación en acciones solidarias.
Esta cultura de empresa basada en el fomento de la corresponsabilidad entendida en su visión más amplia genera un entorno laboral basado en la confianza, en la responsabilidad individual puesta a disposición del equipo, en la cohesión, la colaboración, el compromiso y la felicidad. Como decía Dalai Lama: «La felicidad no es algo que ya esté hecho, emana de nuestras propias acciones». Generar estas acciones participativas, colaborativas y corresponsables en los entornos laborales que propician este sentimiento de felicidad se ha convertido en una estrategia por la que cada vez apuestan más organizaciones convencidas de la importancia de atraer, cuidar, motivar, potenciar y fidelizar el talento.
Sandra Polo es experta en conciliación en Alares.
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