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Educación

La escuela no es un parque de atracciones

¿Ha llegado el momento de dejar de experimentar con la escuela y centrarse en su esencia? Ese es el punto de partida de ‘La escuela no es un parque de atracciones’ (Ariel), en el que Gregorio Luri –formador de docentes y docente él mismo en todos los niveles educativos– plantea que más allá de «una escuela divertida» se debería volver a poner en valor el conocimiento. Si la formación está en crisis, señala, es porque se ha perdido de vista su función.

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Tyler Hewitt
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27
enero
2023

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Tyler Hewitt

Cuando la juventud no se acerca a los valores heredados, una cultura se encuentra en crisis. Roura-Parella fue lo suficientemente clarividente para darse cuenta de que, durante el primer tercio del siglo XX, la psicología se estaba imponiendo a la pedagogía, por eso añadió que la psicología «separa al individuo de su mundo y, por lo tanto, a la juventud de los valores objetivos de su cultura». Efectivamente, así es. El filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim fue el primer pensador moderno en teorizar sobre la importancia de la preservación de la transmisión, presentándola como la primera función de la escuela.

La idea ha sido recogida después tanto por filósofos (Hannah Arendt) como por algunos relevantes pedagogos (Philippe Meirieu). El maestro transmisor aprecia su cultura objetiva y sabe que su papel es el de puente entre ella y la cultura subjetiva del alumno. Ejerce con orgullo el proselitismo cultural. Entiende el significado del «deber de la memoria», que es el deber cívico de no situarnos al margen de la corriente de la transmisión, con toda su complejidad.

Sin maestro transmisor, el sistema educativo se encuentra ante una situación decepcionante: muchos adolescentes de quince años son incapaces de entender las primeras planas de los periódicos, a pesar de que, objetivamente, hablan de ellos. Ya pueden tener la inteligencia emocional que tengan, si no disponen de contextos culturales que les permitan comprender el presente colectivo y moverse con soltura por el mismo, son extranjeros en su mismo presente. Si la preservación y enriquecimiento de la cultura común ha sido siempre relevante (Platón y los sofistas reflexionaron ampliamente sobre ella), hoy, en la era del capitalismo cognitivo, es más relevante que nunca, porque jamás hemos necesitado tanto de complejas redes sociales que nos permitan aprender de la experiencia ajena. Se ha dicho que «las redes sociales de que dispone un sujeto son un factor clave en los logros y la acumulación de capital humano».

«Si queremos ayudar a las nuevas generaciones, comencemos por facilitarles el acceso a lo mejor de nuestro patrimonio cultural»

En la década de 1950, el nivel cultural medio de Corea del Sur era similar al español. Hoy existe entre sus cincuenta millones de habitantes un porcentaje de graduados universitarios per cápita mayor que en cualquier otro país del mundo. Incrementando su cultura común, los coreanos han incrementado su capital humano. Otro ejemplo: la rica cultura matemática que existe entre los orientales explica que los padres chinos y japoneses concedan un gran valor a esta disciplina, se muestren orgullosos de sus conocimientos y sean capaces de enseñarles dicha materia a sus hijos en sus casas. Por el contrario, muchos padres españoles aún siguen considerando que un suspenso en matemáticas o física es algo comprensible, debido a la dificultad insuperable de estas materias, tal como ellos recuerdan de su escuela. El resultado es la inseguridad con la que sus hijos se enfrentan al conocimiento matemático.

Precisamente porque el cambio está ahí, imparable, a un ciudadano de a pie le resulta cada vez más difícil seguir el ritmo de las innovaciones. Pero puede observar cómo diferentes personas de su red de relaciones adquieren productos nuevos y les sacan un partido u otro. Si tuviera que aprender exclusivamente de su experiencia directa, muy pronto se quedaría rezagado. Gracias a la cultura común, se beneficia de la experiencia ajena para aprender y, de esta forma, reactualizarse permanentemente.

Si queremos ayudar a las nuevas generaciones, comencemos por facilitarles el acceso a lo mejor de nuestro patrimonio cultural, pidiéndoles que, tal como han hecho las generaciones que las han precedido, sepan gestionar y enriquecer esta fabulosa herencia. Porque cuanto más segura está una comunidad de sí misma y mayor es su fe en el destino común, más posibilidades tiene de enfrentarse a los inciertos retos del futuro con garantías de éxito.


Este es un fragmento de ‘La escuela no es un parque de atracciones‘ (Ariel), por Gregorio Luri.

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