Salud

¿Qué me pasa, doctor Google?

Las infinitas posibilidades que nos ofrece internet también entrañan algunos riesgos. Ante un malestar común tendemos a buscar información para autodiagnosticarnos de forma errónea una enfermedad, generalmente de carácter grave o crónico. Es la era de la cibercondría.

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23
enero
2023

Estrés prolongado, tristeza y nerviosismo generalizado. Parecen daños propios de la salud mental, y así es, si bien asociados a un hábito nocivo que las nuevas tecnologías nos están facilitando. Es lo que se ha denominado «cibercondría», un síndrome que consiste en una preocupación desmedida por la propia salud que lleva a una búsqueda exhaustiva a través de internet de diversos síntomas o malestares que confirmen nuestras peores hipótesis. Tras esa investigación cibernética, las probabilidades de terminar autodiagnosticándonos como si estuviéramos avalados por una licenciatura en Medicina crecen (un diagnóstico que, frecuentemente, nos muestra una enfermedad de suma gravedad). Se trata, por tanto, de una hipocondría clásica, si bien potenciada a nuevas fronteras a través de las nuevas tecnologías. No es algo tan inusual como pueda parecer a simple vista: según el IV Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon y el Consejo General de Psicología de España, el 43% de la población española utiliza buscadores de internet para autodiagnosticarse, algo que hacen especialmente las mujeres mayores de 55 años y las jóvenes de entre 18 y 35 años.

Hay mucha gente que recurre a internet para consultar información médica o comprender mejor ciertos temas relacionados con la salud. Es un interés que resulta reconfortante y óptimo, pero para esa otra parte de la población (más numerosa de lo que imaginamos) con aprensión, Google no suele ser de ayuda; más bien, y aunque el desencadenante no es otro que una ansiedad excesiva por la propia salud, al contrario. En esta situación se genera un bucle infinito: al verificar que los síntomas que buscamos corresponden a esa enfermedad terminal que ya teníamos en mente, la preocupación se multiplica, con lo que el bienestar emocional o mental se resiente. Ello puede desembocar en un aumento de la presión arterial, intensos dolores de cabeza, tensión muscular, debilitación del sistema inmunitario, inestabilidad emocional, irritabilidad o dificultades para conciliar el sueño.

Enfermar en la red

¿Cómo podemos identificar si somos cibercondríacos? Existen algunos rasgos que pueden darnos pistas, si bien todos ellos suelen ir combinados. Dedicar un tiempo diario excesivo –esto es, entre una y tres horas– a buscar compulsivamente información sobre la salud sería uno de los principales, ya que afecta a la actividad cotidiana y provoca que se pierda un tiempo muy valioso, convirtiendo la idea en una obsesión.

El 43% de la población española utiliza buscadores de internet para autodiagnosticarse

Otra acción que revela esta clase de hipocondría consistiría en preocuparse por tener una enfermedad grave sin que un especialista médico lo haya diagnosticado (o incluso pese a que un especialista haya hecho una valoración diferente a la propia). De hecho, estas personas no suelen confiar en el diagnóstico que les ofrecen en una consulta presencial, ya que que no coincide con sus peores augurios. De todo ello deriva otro rasgo común: presuponer que la información que obtienen en internet es rigurosa, así como llegar a las conclusiones más nefastas. Aunque en muchas ocasiones no se exploren fuentes científicas, eso no supone ningún problema para constatar las sospechas sobre la dolencia y asociar sensaciones que son completamente normales con síntomas graves de una enfermedad.

El ciclo de la cibercondría, no obstante, no termina ahí. Continúa con una consecuencia ampliamente conocida: la automedicación. Según el estudio previamente mencionado, cerca del 65% de las personas que se automedican habían buscado con anterioridad información en internet. Lejos de suponer el único riesgo, esta dolencia de la era digital también puede resultar económicamente rentable para los negocios más perspicaces (o sin escrúpulos): algunas páginas recomiendan o exigen que la persona se realice pruebas médicas costosas, como resonancias magnéticas y tomografías computarizadas; otras, incluso, lo recomiendan para garantizar la tranquilidad. La oferta de tratamientos falsos online también se ha convertido en una dinámica habitual: para contrarrestar esa enfermedad crítica, nada mejor que la medicación que esa web en cuestión tiene para ofrecer. 

Algunos consejos para alejarse de las investigaciones médicas pasarían por realizarse controles médicos rutinarios, desactivar las notificaciones y evitar anuncios sobre medicamentos (e incluso tomar un poco de distancia del mundo virtual). Si la preocupación termina sobrepasando a la persona, se recomienda realizar terapia cognitivo conductual, considerada la más efectiva en estos casos. No obstante, y como ya se sabe, el mejor remedio en muchos casos consiste en prevenir: llevar una dieta saludable y realizar ejercicio físico moderado son dos de las mejores compañías en nuestra vida diaria, tengamos o no diagnosticada alguna dolencia.

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