Sociedad

Pareidolia o la extraña manía de ver caras en todos lados

Existe un sesgo cognitivo por el cual vemos formas reconocibles en estímulos aleatorios. Aunque puede llevar a malinterpretaciones de nuestro entorno, es el resultado de años de selección natural y con una clara ventaja evolutiva.

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16
diciembre
2022

En 2004, un sándwich de queso se vendió por 28.000 dólares. La pieza no solo llevaba diez años guardada en una bolsa de plástico, sino que además estaba mordida. ¿Acaso era el almuerzo de una celebridad mundial? Mucho mejor: el sándwich tenía grabado, por el socarrado de la tostadora, ni más ni menos que la cara de la Virgen María. Su dueña se embolsó varios miles y los compradores llevaron el sándwich de gira mundial, encerrado en su bolsa de plástico para alimentar la fe de quien quisiera.

De este acontecimiento se pueden extraer dos conclusiones: la primera es que realmente la madre de Jesucristo decidió manifestarse en una rebanada de pan de molde, por la razón que fuera. La segunda es que, como tantas otras veces, la percepción nos tomó el pelo.

La pareidolia es el sesgo cognitivo por el cual vemos formas reconocibles en estímulos aleatorios: animales en los posos de café, dragones en las nubes, a Michael Jackson en las humedades de la pared… Antes se entendía como una llamada del más allá, un milagro que hacía, a una persona en particular, partícipe del mundo sobrenatural; sin embargo, la psicología y la ingente cantidad de memes al respecto se han encargado de difundir la regularidad de este fenómeno.

No solamente identificamos rostros, sino que además parece que tengan personalidad o emociones

Aunque todavía no se tiene una explicación concluyente, se cree que los objetos con una disposición espacial concreta activan en la corteza occipital mecanismos de asociación de patrones, que existen para interpretar mejor el entorno que nos rodea y actuar en consecuencia. Dicho de otro modo, si hay dos objetos circulares a cierta distancia y justo debajo hay una ranura horizontal, nuestro cerebro automáticamente lo asocia a las condiciones necesarias que tiene, o debería tener, una cara.

Pero no solamente vemos caras, sino que además parece que tengan personalidad o emociones. Por ejemplo, un par de ventanas pueden mirándonos fijamente, con el ceño fruncido y recriminándonos a saber qué. En este sentido, somos siempre conscientes de que el objeto en cuestión no tiene mente, pero inevitablemente se la atribuimos, incluso llegamos a empatizar con él, lo usamos como chiste o nos atemoriza. Ahora bien, ¿sirve de algo ver caras en todos lados?

Los niños que hace millones de años eran incapaces de reconocer las caras de los adultos sonreían menos y, en consecuencia, eran menos atendidos por sus progenitores

Hay muy pocas capacidades del ser humano que sean injustificadas, y esta no es una excepción. Se sabe que la pareidolia es una ilusión óptica producto de billones de años de selección natural, una ventaja evolutiva que favorece a las personas que saben detectar estados emocionales en los estímulos externos. El ejemplo más clásico nos trae de vuelta a la Edad de Piedra, cuando un tipo, mientras se rasca la barba, piensa: ¿eso que hay merodeando entre los arbustos es un tigre? Los hombres y mujeres que sí detectaron los patrones característicos del animal fueron los que huyeron y sacaron adelante la especie humana.

Por eso, aquel que fuera buena detectando patrones visuales y de conducta sabía cuándo alguien estaba enfadado, fingiendo o a punto de atacar. En los años 90, el astrónomo Carl Sagan escribió que los niños que hace millones de años eran incapaces de reconocer las caras de los adultos sonreían menos, y en consecuencia, eran menos atendidos por sus progenitores. Así, es mucho mejor que nuestro cerebro se pase de frenada que estar totalmente insensibilizados al significado de las expresiones faciales, a pesar de que la imperfección de este sistema nos lleve a extrapolarlo incontroladamente a estímulos no vivos.

Un estudio demostró que las personas con alta inestabilidad emocional también muestran predisposición por la pareidolia

Y a cada cual le afecta a su manera. En este sentido, la pareidolia suele tener un tono espiritual o sobrenatural, y nuestra mente fuerza el reconocimiento de patrones para ver aquello que ansiamos ver fuera del mundo físico. Un estudio de la Universidad de Helsinki demostró que las personas religiosas tienden a ver más caras en objetos inanimados y paisajes que los no religiosos.

Por otro lado, las personas con alta inestabilidad emocional también muestran predisposición por la pareidolia. Como suelen estar más tensos y nerviosos, mantienen un estado de alerta constante, lo que les lleva a ver peligro donde no lo hay. En este caso, el peligro toma forma de cara, de animal o de santo. Algo similar podría ocurrir entre los que están de mal humor, según algunos estudios preliminares, pero en realidad, cualquiera puede ver caras en todos lados si se esfuerza. Incluso en un sándwich de queso mordido.

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