Opinión

Los ‘thugs’ (o macarras orgullosos)

La evolución de la palabra ‘thug’, desde su uso en la India colonial hasta su apropiación por parte de los guetos afroamericanos, revela la doble conciencia de algunos términos presentes en los grupos marginales.

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18
noviembre
2022
Grupo de ‘thugs’ originarios de la India.

Analizar el lenguaje es un modo muy curioso de rastrear procesos históricos y comprender la propia naturaleza de nuestro discurso en su devenir. Una palabra que sirve para comprender fenómenos culturales asociados a culturas y tiempos diversos es el término thug.

Thug es un concepto que el lector quizás desconozca: este término inglés, traducido comúnmente como «matón» o «macarra», forma parte del vernáculo del gueto afroamericano por lo menos desde los setenta, y su presencia es dominante ante todo en el mundo del hip hop. No obstante, dicha palabra proviene de la India y hacía referencia originalmente a los thuggees o tuggees («estafadores» o «embaucadores»), una secta de bandidos de carretera cuyos miembros pertenecían al grupo casi siempre por vía hereditaria y cuya existencia se remonta al menos hasta el siglo XIV. El primer registro de tales bandidos, de hecho, aparece en la Historia de Fīrūz Shāh, obra del año 1356.  

Los thugs indios justificaban sus acciones en el marco de la religiosidad autóctona. Eran considerados una secta devota a la diosa hindú Kali, «destructora de las fuerzas del mal y energía de la deidad masculina Shiva». Esta era representada como una mujer de rasgos enloquecidos, con piel azul o negra, y un collar de cabezas humanas. Los thugs solían presentarse ante viajeros británicos en los caminos, ganaban su confianza y viajaban con ellos largos tramos para, finalmente, estrangularlos como sacrificio a su diosa, hecho lo cual robaban todos sus enseres y dinero. Creían que a través de tales sacrificios ayudaban a Kali a mantener el equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal en el mundo, razón por la cual solo les estaba permitido apropiarse los bienes de sus víctimas en caso de haberlas asesinado de acuerdo con un ritual muy claramente definido y establecido. Tampoco eran válidas todas las víctimas: los brahmanes no podían ser sacrificados por su supuesta pureza, los enfermos no tenían valor como sacrificio a la diosa y las mujeres tampoco encajaban, ya que eran consideradas encarnaciones de Kali.

Los ‘thugs’ creían que a través de tales sacrificios ayudaban a Kali a mantener el equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal en el mundo

En ocasiones dispensaban las vidas de los niños, que entonces pasaban a ser miembros del grupo. Ir acompañados de menores inspiraba confianza en sus potenciales víctimas. La suya era, al menos en ciertas fases de su historia, una religiosidad cuyo rol consistía, ante todo, en legitimar las agresiones contra la potencia colonial británica y sus abusos. La amenaza fue bien comprendida por la metrópolis: los thugs desaparecieron de modo fulminante en la década de 1830 gracias a las leyes y medidas aplicadas por el Imperio británico, dispuesto a acabar con tales formas de subversión. Como establece una ley de le época: «Por la presente se promulga que quienquiera que se demuestre que ha pertenecido, ya sea antes o después de la aprobación de esta Ley, a cualquier grupo de thugs, ya sea dentro o fuera de los Territorios de la Compañía de las Indias Orientales, será castigado con prisión de por vida. O con trabajos forzados». A pesar de la desaparición de la secta, eso sí, la palabra sobrevivió. Es más: el término fue adoptado por británicos de alta alcurnia que, desde entonces, lo emplearon para referirse a sujetos –no exclusivamente indios– de los bajos fondos pertenecientes a cualquier cultura y nacionalidad. 

De ahí, el término thug pasó a ser empleado en los guetos negros y en la música rap como motivo de orgullo, pasando a emplear una palabra originalmente despectiva de modo positivo dentro de ciertos sectores asociados a la marginalidad. Esta doble conciencia y auto-desprecio se expresan lingüísticamente también en otros casos. Por ejemplo, cuando los negros del gueto se autodenominan niggers (una palabra sumamente insultante, si bien también omnipresente en la vida del gueto y las letras de música rap), pero también cuando transexuales y travestis, tradicionalmente repudiados por la gran sociedad, utilizan el término «maricón» para referirse a sí mismos. 

La palabra thug ha sido muy visible en el mundo del hip hop, como ilustra el nombre del grupo de rap armónico Bone Thugs n Harmony. También el del un grupo de rap, del que fue miembro Tupac, llamado Thug Life, una expresión que vendría a significar: «Vida macarra». Naturalmente, el concepto del thug tiene relación con el subgénero del gangsta rap, ese estilo de música que retrata la vida pandillera, particularmente la propia de la ciudad de Los Ángeles, protagonizada por pandillas como los Crips y los Bloods. Ello por no mencionar una película de 2001 titulada Thug Life o esos celebres vídeos humorísticos en los que la gente que hacía o decía cosas macarras para cerrar los videos con un cartel que rezaba thug life! 

No cabe la menor duda de que la palabra de origen hindú thug o thuggee cuenta con un largo itinerario, a pesar de lo cual sigue siendo empleada para hacer referencia a personas racialmente diferenciadas que ocupan estamentos marginales en lo más bajo del escalafón social. 

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