Sociedad

‘Ghosting’, o por qué ignoran tus mensajes

Desaparecer sin dar señales de vida ni explicaciones se está convirtiendo en la forma predeterminada de acabar con una relación (ya sea amistosa o romántica). Evitar el conflicto es muy sencillo emocionalmente, pero ¿qué implicaciones psicológicas tiene eludir la responsabilidad afectiva?

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18
octubre
2022

El auge de las redes sociales ha cambiado las reglas del noble arte del romance, pero también de su antítesis: el desamor. Terminar una relación cara a cara está demodé. La inmediatez de WhatsApp ha convertido las rupturas en un trámite por el que hay que pasar desde la distancia, y es que según un estudio realizado por la firma de investigación análisis de datos YouGov, el 61% de la población de entre 18 y 34 años ha puesto fin a una relación a través de una llamada telefónica o un mensaje, una cifra que desciende al 52% en las personas de entre 35 y 54 años y al 27% en los mayores de 55 años.

En una sociedad en la que el tiempo ha pasado a ser el bien más preciado –quizá porque es el único hilo conductor vital que podemos controlar–, escoger en qué experiencias lo invertimos y con qué personas no queremos perderlo es un acto de economía afectiva. Sin embargo, hemos acabado confundiendo el autocuidado con la destrucción ajena: para preservar nuestra salud mental, arruinamos la de otros. Muestra de ello es que las rupturas online son para algunos un acto de benevolencia si se comparan con la medida más drástica del ostracismo emocional o, como hoy en día se le llama, ghosting.

Aplicar la estrategia de ghosting es, en términos psicológicos, cortar de forma unilateral el contacto con una persona con la que mantenías una relación afectivosexual, un fenómeno que se ha popularizado en parte debido al auge de las plataformas online para ligar. Según los datos, el 85% de los usuarios ha tenido que lidiar con la incertidumbre de una ruptura sin despedida, tal y como revela una investigación realizada con una muestra de 328 participantes.

La sencillez de desaparecer en vez de explicar el motivo o no querer herir los sentimientos de la otra persona son algunos de los motivos más comunes del ‘ghosting’

No se trata de una experiencia que les resulte ajena, pues el 63% de los encuestados había desoído el consejo de «no hagas lo que no quieres que te hagan a ti» ejerciendo ghosting alguna vez. ¿Los motivos? Generalmente, encontraban a la otra persona aburrida, muy invasiva o con comportamientos que reflejaban cierto miedo al compromiso; antes de sufrir por amor les pareció más oportuno desaparecer. En otros casos, fue una forma de cortar una conversación incómoda debido a comentarios irrespetuosos o a contenido sexual no solicitado.

«Sorprendentemente, algunos mencionaron que lo hacían porque su ligue se negaba a aceptar las razones del rechazo y sentían que no tenían otra solución que desaparecer», señalan Elisabeth Timmermans, Anne Hermans y Suzanna Opree, autoras del estudio, quienes insisten en que desaparecer es a veces una estrategia de protección frente a «un comportamiento verbalmente abusivo o de acoso por parte de la otra persona al rechazarla más directamente».

En busca de la responsabilidad afectiva

Más allá de la justificación del ghosting en ocasiones incómodas y/o abusivas puntuales, el 29% de los participantes reconoció que prefería desaparecer sin explicar el motivo porque es más fácil que rechazar a alguien de forma directa, el 22% sostuvo que no le debía nada a la otra persona y un 16% confesó que no quería herir los sentimientos confrontándole explícitamente. Al tratarse de relaciones interpersonales sin importancia, cualquiera de estos argumentos pueden resultar razonables, pero ¿qué implicaciones tienen para los demás y para uno mismo?

En primer lugar, que la persona que hay detrás de la pantalla se merece cierta responsabilidad afectiva independientemente de la estabilidad y profundidad de la relación, pero tendemos a reservárnosla para relaciones ya consolidadas. En otras palabras, queremos relaciones con personas libres de traumas y, hasta encontrar con el premio gordo, añadimos más peso en la mochila emocional de los defectuosos con los que interactuamos porque sabemos que serán otros quienes arreglen nuestro destrozo.

Cortar una relación banal de forma responsable es una forma de prepararnos para lidiar con futuros conflictos más serios de forma asertiva

Sí, es más fácil desaparecer. Pero la sinceridad y la empatía no deben ser una bonificación para las personas que merecen la pena, sino un elemento básico de cualquier relación interpersonal.

En segundo lugar, y quizá aludiendo a nuestro egoísmo, cortar una relación banal sin recurrir al ghosting es una forma de prepararnos para lidiar con futuros conflictos más serios de forma asertiva. Si te acostumbras a desaparecer cada vez que una relación se aleja de tus expectativas, el día de mañana serás incapaz de hablar cara a cara con tu jefe para dejar el trabajo –mejor mandar un breve mail y arruinar la posibilidad de volver a la empresa–, de expresar a un amigo que te ha molestado algo –mejor dejar que una relación con gran potencial se enfríe paulatinamente hasta romperse en mil pedazos– o de romper un matrimonio que ya no te hace feliz –mejor actuar de forma distante y cruel hasta que tu pareja se canse y sea ella quien rompa–.

Decir adiós no es fácil, pero es que la asertividad no es un camino de rosas. A veces la sinceridad nos arrebata lo que a los humanos más nos gusta: sentirnos –que no ser– buenas personas. Al fin y al cabo, la verdad implica ser testigos del daño que hacemos a los demás al rechazarles, al poner límites y al reconocer en voz alta que no vamos a darles lo que esperaban de nosotros. Lo curioso es que, de no hacerlo, el dolor será mayor, pero no lo verán nuestros ojos. Así es la culpabilidad: nos vuelve cobardes si la eludimos pulsando el botón de «bloquear contacto» y nos hace crecer si le plantamos cara.

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