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Aunque aún están lejos de convertirse en una realidad, los coches autónomos serán uno de los grandes avances en un futuro. No obstante, la gestión y protección de los datos personales ya están alimentando las grandes dudas que surgen alrededor de ellos.

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15
julio
2022

Sabemos que la tecnología ha llegado para quedarse de por vida. No puede ser de otra forma: está presente en cada ámbito de nuestra cotidianeidad.  En principio, los avances digitales se contemplan como herramientas y recursos para hacernos la vida más sencilla, aunque aquí podríamos introducirnos en un amplio debate sobre dónde termina la utilidad y empieza la excesiva comodidad. 

En cualquier caso, y dejando a un lado este cuestionamiento, uno de los sectores que ha incorporado un mayor número de cambios relacionados con la tecnología es el del automóvil. En los últimos años, los avances han ido encaminados a lograr una conducción cada vez más autónoma, lo cual quiere decir que el vehículo puede realizar un mayor número de funciones sin nuestra participación. 

Para definir el grado de independencia, se han establecido varios niveles. El nivel 0 es el coche tradicional; en el nivel 1 existe una asistencia en la conducción, como los controles de velocidad; en el 2 ya encontramos una automatización parcial, por lo que el coche actúa de manera independiente en ciertos aspectos; la autonomía va aumentando en el nivel 3 y ya, en el nivel 4, no se necesitará intervención humana, aunque si se da algún fallo, la persona puede tomar las riendas de la conducción. En el caso del nivel 5, la automatización es completa y pueden solventar por sí mismos cualquier problema. De momento, la mayoría de los vehículos se sitúan entre el primero y el segundo, pero se estima que los coches con nivel 3 serán una realidad el próximo año.

Se estima que el próximo año los coches capaces de tomar las riendas de gran parte de las funciones humanas serán realidad

Lo que ocurre es que, para dar cobertura a este nuevo tipo de conducción, los datos se convertirán en elementos fundamentales. No solo los que se refieren al estado del tráfico, sino también a los de los propios conductores, que tendrán que ceder gratuitamente información personal a las plataformas de estos vehículos para que puedan desempeñar determinadas funciones, como que el coche se dirija a uno u otro lugar. Estamos, por tanto, ante los mismos problemas que surgen con la propagación de las apps y de las páginas de internet: cada vez resulta más complicado limitar el uso de datos personales. Sin embargo será indispensable encontrar una manera de proteger a las personas usuarias del uso que las compañías puedan hacer de ellos.

Y es que esa información abarcará numerosos aspectos que van desde los datos relativos al nombre, dirección o teléfono, hasta las características físicas de la persona, su destino o de qué manera conduce en cada trayecto (a casa, al trabajo, a un espacio de ocio). Si los coches van a simular lo máximo posible la conducción humana, estos necesitarán hacerse con el mayor volumen de información posible. Sin embargo, para las plataformas y empresas no consistirán únicamente en datos de situación, sino que tendrán en su poder un sinfín de perfiles y posibilidades, lo que abrirá la puerta a la oferta de productos, servicios y puntos de interés durante el viaje. ¿Publicidad también autónoma?

Para simular la mente humana, los vehículos inteligentes necesitarán, indudablemente, que les proporcionemos una gran cantidad de datos

Si es de vital importancia que las redes de datos que se utilicen en la transmisión ofrezcan garantías de privacidad, también lo es que eviten el robo de información o que garanticen cualquier intrusión que pueda tener consecuencias en la conducción.  Esto último no parece muy sencillo de conseguir. Pero es que además los sensores de calidad extrema también pueden ser contraproducentes: dejar todo en manos de una máquina, incluida la sensibilidad, puede no ser siempre lo más efectivo. 

Hasta el momento resulta bastante complejo dar con un sistema de protección en el que confiar y que en todo momento garantice la seguridad de quienes viajan. Además, a medida que los vehículos autónomos se propaguen surgirán nuevas amenazas y problemáticas desconocidas actualmente. Hasta que no llegue el momento no podremos situarlos en un contexto concreto. Y será solo entonces cuando podamos determinar si ese sueño de viajar sin conducir tiene tantas ventajas como creíamos, o si esa comodidad buscada supone demasiados riesgos añadidos.

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