Cultura

Impacto, el epicentro del arte

Los artistas jóvenes, cuando finalizan su formación, se enfrentan a una realidad laboral que hace de su carrera algo insostenible. Sin embargo, entidades como la Fundación Nadine están dando el empujón a aquellos que quieren hacer de su creatividad un altavoz para concienciar sobre las injusticias sociales.

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04
julio
2022

El tándem entre el emprendimiento social y el artístico ha venido para quedarse. Lo dicen las cifras, y lo corroboran los datos de algunos colectivos centrados en su promoción. Tras meses (o años) de parón vírico, ha tocado volver a poner en marcha el engranaje creativo. En muchas ocasiones, ese emprendimiento se lleva a cabo por supervivencia: un mercado laboral inestable y plegado ante lo desconocido o lo inexperto no deja otra alternativa que lanzarse al vacío. Pero muchas personas no disponen de recursos económicos para animarse a desarrollar su inquietud. Necesitan un impulso.

Precisamente este es uno de los objetivos de la Fundación Nadine y su arte con impacto, un concepto que la organización identifica muy bien: «El arte es el lenguaje universal que nos conecta y nos confluye. Desde siempre, ha sido capaz de aportar nuevas miradas a los retos urgentes que tenemos como sociedad. La sensibilidad crítica la persona artística la convierte en un agente de cambio capaz de identificar necesidades concretas y plantear soluciones innovadoras». Cada año, esta entidad organiza una convocatoria para ayudar a todos aquellos artistas que busquen generar un impacto social y medioambiental con su creatividad y recibe más de 200 candidaturas de jóvenes de entre 18 y 32 años que buscan una primera oportunidad para convertir su idea en una realidad.

Las inquietudes del panorama artístico joven son múltiples, aunque existen convergencias. Encabezando la escala de interés se encuentran las artes escénicas y las creaciones audiovisuales: más de la mitad de los proyectos presentados pertenecen a estas disciplinas, seguidas de la música, la literatura y la pintura. En cuanto a los retos sociales, la temática que más preocupa no es otra que la salud mental. Y con ello se cierra el círculo, ya que en 2019, fruto de la misma inquietud, nació Nadine: una fundación que, ante la situación crítica del sector, vio en el emprendimiento una oportunidad para fomentar la estabilidad laboral y así repercutir en un mejor bienestar emocional del colectivo de artistas jóvenes.

Una vez finalizada la formación como artista, el acceso laboral se convierte en una cuesta muy difícil de ascender

Y es que según el Barómetro Juvenil – Salud y Bienestar 2021 publicado recientemente por FAD Juventud y Mutua Madrileña, el 56,4% de los jóvenes asegura haber sufrido problemas psicológicos, psiquiátricos o de salud mental en el último año. Un 37,3% de ellos cuenta no haber podido pedir ayuda profesional debido a motivos económicos. Y, como apunta el reciente estudio del Centro de Investigación en Salud Laboral y la Universidad Pompeu Fabra realizado con personas de entre 18 y 28 años, un inicio inestable y precario de la vida laboral en las personas jóvenes está relacionado con una peor salud mental futura. Algunas investigaciones previas ya mostraban que el desempleo, la temporalidad y la inseguridad laboral son sinónimo de una mayor incidencia de trastornos mentales.

¿Y cómo se traduce todo esto en la vida real artística? Lo que suele ocurrir es que una vez finalizada la formación, debido a la falta de experiencia y recursos, el acceso al mercado laboral se convierte en una cuesta muy difícil de ascender. Sumergirse en unas prácticas laborales infinitas, acceder a laboratorios de pruebas y a voluntariados resulta la única opción viable, pero no es precisamente un plan sostenible. Por este motivo, contar con un proyecto propio con compromiso social se convierte en la oportunidad muy deseada.

Hasta el momento han sido nueve los proyectos artísticos que han ganado la convocatoria Nadine, gracias a su programa de incubación y una inversión a fondo perdido de hasta 12.000€ por proyecto. Lo que obtienen sus creadores y creadoras, en primera instancia, resulta fundamental: la estabilidad emocional que genera confiar en tu idea y recibir una primera oportunidad. Lo que reciben después no es menos importante: financiación, acompañamiento y herramientas útiles.

La selección

Los proyectos se han seleccionado en base a su mayor potencial para  utilizar el arte enfocado a retos sociales, económicos y/o ambientales. Recientemente, Caixa Forum (Madrid) albergó una exposición con las nueve iniciativas premiadas. Así, Comiendo con miedo consiste en educar y concienciar sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) a través de la ilustración: son una novela gráfica y una cuenta de Instagram las que se encargan de difundir los TCA. Artepaliativo, por otro lado, busca acompañar la dimensión emocional, espiritual y social de personas que padecen una enfermedad avanzada a través de la expresión artística. Y en relación con la naturaleza, Loubé aúna arte y psicología para conservar la biodiversidad.

Pero también la música se convierte en una importante protagonista. Proyecto Nana es una iniciativa musical y social de acompañamiento artístico a madres recientes con sus bebés en el proceso de creación, interpretación y grabación de sus propias canciones sobre la maternidad. Apasiónate crea espacios de aprendizaje colaborativo, trabajando en la motivación a través de música, videoclips y largometrajes.

El reconocimiento de los proyectos es fundamental para los artistas jóvenes: les dota de una primera oportunidad

Los objetivos del resto de iniciativas son múltiples. En primer lugar, Proyecto 2036 consiste en talleres de teatro y artes escénicas en el Centro Penitenciario de Navalcarnero de Madrid. En el proyecto fotográfico Identidades, las personas refugiadas por cuestiones de identidad, género y/u orientación sexual se expresan desde el arte en libertad. También Memento trabaja para la cohesión social e investiga sobre el patrimonio inmaterial de los entornos construidos a través de las pieles, cicatrices y tatuajes de sus habitantes. Por último, Barriometrajes consiste en una experiencia vecinal de creación de cortometrajes colectiva, horizontal y cooperativa en barrios urbanos o rurales.

El impulso de lo comunitario, el bienestar emocional, la diversidad y la transdisciplinareidad son algunos puntos comunes. No podría ser de otro modo, ya que una sociedad con múltiples carencias necesita de estas nutritivas redes entre lo social y lo cultural. Para ello es necesario seguir sembrando. La cosecha tarda más o menos tiempo en hacerse visible, pero llega.

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