Cultura

Ernst Cassirer, el simbolismo y la importancia del consenso

El filósofo judío fue una de las personas que más teorizó sobre el rol que juegan estos en nuestro ideario colectivo y en nuestra forma de pensar, ejerciendo una influencia esencial en figuras tan destacadas como Claude Lévi-Strauss.

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01
julio
2022

Es uno de los filósofos más reconocidos en el campo de de la simbología y el análisis de la obra del filósofo Immanuel Kant, pero Ernst Cassirer (1874, Breslau, actual Polonia) fue también un importante profesor trashumante: su docencia se impartió en universidades alemanas como la Universidad de Hamburgo o la Universidad de Berlín, pero también en importantes universidades extranjeras –durante su exilio forzado por el auge del nazismo– como la Universidad de Oxford o la Universidad de Harvard. 

Cassirer sitúa su epistemología dentro de los parámetros kantianos, comprendiendo que el objeto del conocimiento parte de la capacidad del sujeto de recibir impresiones del mundo exterior, a partir de las cuales se hace su propia visión de la realidad. Al comienzo de su carrera, el filósofo judío se interesó por la teoría del conocimiento científico, pero el avance de sus planteamientos críticos en la materia le llevó pronto a convertirse en uno de los teóricos más influyentes en el campo de la crítica de la cultura. Es a partir de este salto del análisis crítico de la ciencia (o razón) al análisis de la cultura cuando Cassirer se sumerge en la función simbólica. Es esencial para comprender la carrera del autor, ya que la describe como una capacidad específicamente humana. Esta afirmación teórica permite el salto de la concepción aristotélica del hombre en cuanto «animal racional» a una nueva definición: «hombre, animal simbólico». A partir de este enfoque, Cassirer elaborará una antropología que abordará el estudio de la creación cultural como el centro de la actividad humana. 

En el libro Las dos culturas, el novelista Charles Percy Snow ya había destacado la ruptura que venía produciéndose desde hacía años entre las ciencias naturales y matemáticas (naturwissenschaften) y las disciplinas humanísticas (geisteswissenschaften). Snow afirmaba que tal separación se debía a una falta de interdisciplinariedad que originaba una incapacidad para resolver los principales retos de la humanidad. Cassirer fue precisamente un enorme conciliador de esta problemática: en su teoría buscaba acercar no solamente las ciencias naturales y las humanidades, sino también las dos grandes escuelas de pensamiento –que aunaban cada una un determinado conjunto de corrientes intelectuales– que dominaron la filosofía académica del siglo XX, la tradición analítica y la tradición continental.

Cassirer elaboró una antropología en la que la creación cultural era el centro de la actividad humana

Hasta Cassirer, ambas tradiciones habían tomado perspectivas radicalmente diferentes, incluso incompatibles en algunos debates intelectuales. La tradición analítica era propia del mundo angloamericano, mientras que la tradición continental, como su propio nombre sugiere, lo era del continente europeo; Cassirer fue uno de los pocos autores que mantuvo relaciones filosóficas, influencias e inspiraciones de ambas tradiciones, razón por la cual fue capaz de entablar relaciones personales y profesionales con autores como Moritz Schlick o Martin HeideggerCassirer fue, por tanto, un autor altamente influyente en otros intelectuales, y así lo ejemplifica su pupilo Claude Lévi-Strauss, con quien ahondó en muchos de sus análisis sobre la crítica a la cultura. 

La tesis principal de Cassirer es, en definitiva, que uno de los hechos más distintivos del ser humano consiste en su capacidad para crear símbolos, hecho que le ayuda a relacionarse con todo lo que le rodea. Gracias a estos símbolos, sostiene el filósofo judío, el ser humano es capaz de comprender el mundo. Partiendo de la terminología aportada por Kant, Cassirer considera que los símbolos son formas a priori; es decir, que existen antes de que seamos capaces de reconocerlos o reconocer su función en nuestra forma de pensar. Para él, por tanto, los símbolos son la base de nuestra cultura, pero también de nuestra psicología: según la forma en la que evolucionan en cada persona permiten construir o destruir símbolos. Esta lectura de la interacción de los símbolos y su crecimiento en el pensamiento de cada individuo dará lugar a otras teorías filosóficas posteriores esenciales, como el constructivismo. 

Los marcos de pensamiento introducidos por Cassirer aún persiste en nuestra forma de comprender el mundo. Su contribución al estudio de la simbología y la crítica de la cultura ni siquiera se han limitado al campo académico; al revés: han tenido una gran influencia en sectores especialmente pragmáticos, como la publicidad o la comunicación. Asimismo, su capacidad de dialogar entre dos tradiciones teóricamente alejadas ha sentado un precedente para muchos autores en favor de la interseccionalidad y el debate transversal entre disciplinas, tradiciones y líneas ideológicas fundamentales para una sociedad democrática.

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