Opinión

Demorados en el primer tramo del camino de la vida

Las alarmas sobre el desinterés político de los jóvenes vuelven a sonar en nuestras sociedades. Pero no deberíamos preocuparnos demasiado: dado que lo que les espera no es precisamente una politización agradable –porque el mundo se ha desordenado de forma rápida–, tampoco pasa nada si se demoran algo más por ese primer camino que deben seguir.

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01
julio
2022

Ha vuelto a suceder: con las elecciones autonómicas andaluzas, las legislativas francesas y las presidenciales colombianas han sonado las alarmas sobre el desinterés político y la abstención electoral de los jóvenes, y los análisis sobre qué pueden ambas cosas decirnos sobre la salud de nuestras democracias. Por ejemplo, en las pasadas legislativas francesas, siete de cada diez jóvenes de menos de 25 años no fueron a votar, algo que parecería mostrar que esa cohorte no asocia su futuro a la política. Es un problema real y concreto del que, en cambio, suelen extraerse conclusiones generales discutibles.

Un problema real porque si los jóvenes no votan, su voz pesa menos a la hora de defender sus intereses en el diseño de las políticas públicas. No es nada nuevo, y están muy bien fundamentados los análisis del sesgo favorable de dichas políticas hacia las generaciones veteranas. Pero es discutible que la resolución de esos problemas de sesgo deba pasar, necesariamente, por el compromiso político o la implicación de los jóvenes.

Solo en épocas históricamente intensas, como en la Transición o el 15M en España, los jóvenes han asumido un protagonismo especial, y pese a la épica con las que se recuerda ambos momentos, no parece que sea algo deseable volver a situaciones parecidas.

«¿Cómo no entender a los jóvenes tras dos años de restricciones en una edad en la que uno está llamado a experimentar la libertad?»

Se puede aplicar el mismo razonamiento que se utiliza para extender la vida laboral o retrasar la edad de jubilación: dado que la línea de la vida se ha extendido como un acordeón, pasamos más tiempo en cada una de sus etapas, también en una primera juventud en la que se está pensando, inevitablemente, en otras cosas distintas a la política o al periodismo.

Quizá así se expliquen los datos del Digital News Report 2022 del Instituto Reuters, que afirma que los menores de 25 años evitan noticias de política y coronavirus porque afectan negativamente a su estado de ánimo. ¿Y cómo no entenderlos, tras dos años de restricciones en una edad en la que uno está llamado a ampliar sus horizontes personales, a experimentar la libertad y ampliar su perímetro?

Dado que la vida te politizará a la fuerza con el tiempo –como decía Mundstock en un número de Les Luthiers, tratando de sonar filosófico: «los que hoy son niños, mañana serán hombres»–, podemos lamentarnos del desinterés de los más jóvenes ante temas que creemos importantes para ellos, o mostrarnos incrédulos ante sus nuevos hábitos –como han hecho cada una de las generaciones de la historia con las iban llegando tras ellas–, pero no deberíamos preocuparnos demasiado. Dado que lo que les espera no es precisamente una politización agradable –porque el mundo se ha desordenado de forma rápida–, tampoco pasa nada si se demoran algo más por el primer tramo del camino de la vida. 

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