Medio Ambiente

Transición verde, o el relato de la cooperación definitiva

Ante la crisis ambiental, los organismos internacionales demandan urgentemente una actuación conjunta para dar con soluciones efectivas que garanticen una transición ecológica y, sobre todo, justa. En el último seminario organizado por el Real Instituto Elcano y BBVA, varios expertos internacionales han abordado cómo construir esos puentes de colaboración entre América Latina y la Unión Europea.

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06
mayo
2022

Si hay algo que iguala a los países y a sus habitantes, eso es el cambio climático. Es cierto que los habitantes de algunas regiones –especialmente las más vulnerables– ya están sufriendo más sus efectos que otras. Y también lo es que no todas las economías se están resintiendo por igual, lo que inevitablemente implica que no todas estén tomando las mismas medidas con el mismo grado de preocupación para paliar los efectos de la crisis ambiental. Pero lo más certero es que las consecuencias del cambio climático serán graves para todos porque, estén donde estén, el planeta es único. El mismo para todo el mundo.

Por eso, cuando los organismos como las Naciones Unidas reclaman que se actúe y que se tomen medidas, realmente se lo están pidiendo a todos. Colaborar es la clave para resolver la situación y la gran cuestión implícita es cómo y cuánto es posible es esa cooperación. «Es mucho lo que se ha hecho», concede Charles Powell, director del Real Instituto Elcano, pero «es mucho lo que queda por hacer». La actual guerra en Ucrania, asegura, «ha complicado enormemente el panorama geopolítico mundial», aunque no por ello hay que caer en el más absoluto pesimismo: es posible que durante los próximos meses notemos una aceleración de la transición verde.

Estas reflexiones han sido parte del hilo conductor de las conversaciones que han acogido el Real Instituto el Cano y la BBVA en el seminario Políticas para el cambio climático en Europa y Latinoamérica: ¿es posible la colaboración?, donde varios expertos internacionales en transición energética y clima se sentaron el pasado 5 de mayo para abordar dos grandes cuestiones. ¿Qué deben hacer las naciones para luchar contra el cambio climático? ¿Cómo pueden colaborar Europa y América Latina cooperar en este proceso de cambio?

Hasta ahora, cada uno ha trabajado a su manera y en su propio contexto. En el caso de nuestro continente, la Unión Europea ha asumido el reto de trabajar para una mayor sostenibilidad más allá de promesas. Pasando a la acción. Al menos, así lo dio a entender María Canal Fontcuberta, consejera en Asuntos Económicos y miembro del Grupo de Trabajo para la Recuperación y la Resiliencia de la Comisión Europea en España, cuando recordó que lo verde está también ya en el corazón presupuestario comunitario. Lo demuestran los mecanismos de resiliencia y sus inyecciones de capital realizadas a los países miembros para paliar los efectos de la crisis del coronavirus, con unos objetivos de acceso que guardan una relación íntima con la lucha contra el cambio climático.

Powell, Elcano: «Es posible que durante los próximos meses notemos una aceleración de la transición verde»

Europa se ha posicionado en lo verde, tanto en el ámbito público como en el privado. «Es importantísimo el sector privado», aseguró Antoni Ballabriga, director global de Negocio Responsable de BBVA, quien recordó la posición del sector financiero como palanca para «ayudar a toda la economía a hacer la transición». Aun así, la cuestión no es tan sencilla. «Es importante no olvidar que uno de los objetivos es hacer una Europa más competitiva», recuerda Pedro Linares, catedrático del Departamento de Organización Industrial de la Escuela Técnica de Ingeniería (ICAI). En otras palabras, aunque el firme compromiso de Europa con la lucha contra el cambio climático quiere funcionar como referente internacional, también espera que esto la posicione en una situación económica más firme, lo que corre el riesgo de crear un choque con otras economías.

Ahí encaja el llamado ajuste en fronteras, un mecanismo que controla el impacto en carbono de los productos para lograr nivelar en igualdad el mercado, buscando penalizar a aquellas importaciones que abusen en las emisiones y logren precios de producción más bajos. Pero es una medida en la que los expertos tienen sentimientos encontrados. Para Linares, por ejemplo, «no es fácil de implementar» y, además, no resulta muy complicado saltársela enmascarando el origen de la producción y las energías empleadas. Así, en el debate el experto aseguraba que este tipo de reglas deberían ser «solo una parte» de un todo, completado con otro tipo de acciones que incentiven la descarbonización.

El papel de América Latina

¿Qué papel juega entonces América Latina en las ambiciones de la Unión Europea? Allí, por lo general, la población tiene pocas dudas de que hay que luchar contra el cambio climático, como se encargaron de probar los ponentes de la segunda sesión del seminario, centrada en lo que ocurre al otro lado del Atlántico. Sin embargo, esto es solo una parte de la ecuación.

Como explica Mauricio Cárdenas, del Center on Global Energy Policy en la Universidad de Columbia, si para las economías avanzadas llevar a cabo (y con éxito) la transición verde implicará una inversión anual equivalente al 6%, en los países de Latinoamérica esa cantidad es mucho más elevada, rondando el 10% del PIB y en algunos hasta el 12%. Hay que sumar también el duro golpe que ha supuesto para la economía de la zona la pandemia del coronavirus. «No hay espacio fiscal para esa necesidad de gasto», recordó Cárdenas. «En ambición, América Latina saca la mejor puntuación, pero ese nivel no tiene una correspondencia clara cuando se habla de margen de maniobra para la inversión».

Cárdenas, Universidad de Columbia: «En los países de Latinoamérica, la inversión necesaria para la transición verde dobla a la de Europa»

Además, para cambiar es necesario tener también muy presente el entorno. Salvar la biodiversidad es urgente, pero también lo es proteger a las personas que viven y, sobre todo, dependen de él. «Las grandes decisiones están en la agricultura y el uso de la tierra», señaló el experto antes de insistir en la importancia de reducir la deforestación, pero también subrayar cómo para una parte de la población la agricultura que permiten esos procesos es una salida económica. En conclusión, a las necesidades sociales se deben sumar lo que suponen las economías ilegales vinculadas a la deforestación y la precariedad en esas zonas para comprender cómo de complejo es afrontar el problema.

Aunque esta pequeña nube no debe quitarnos de mirar hacia el sol. Se está avanzando, y mucho. Especialmente en las renovables. «No vemos los NDC –las contribuciones determinadas a nivel nacional para luchar contra el cambio climático, el núcleo del Acuerdo de París– como un punto de llegada, sino como uno de salida», asegura Lennys Rivera, técnica en Transición Energética del Programa Clima y Energía, WWF España, sobre el análisis que su oenegé ha hecho de la situación en América Latina.

Apostar por una transición justa será clave para avanzar y para crear un espacio de cooperación. Al fin y al cabo, para hacer el cambio es determinante que se impliquen todos. Como concluye Ricardo Laiseca, director de transición a la sostenibilidad de BBVA, se están buscando «nuevos tipos de vivir». «Necesitamos a todo el mundo», recuerda, porque todos deben ocupar un papel e impactar en ese cambio.

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