Medio Ambiente

Diez ejemplos de biomímesis

A lo largo de la historia, la naturaleza se ha convertido en el mejor departamento de I+D contribuyendo de forma inigualable al complejo progreso de la ciencia y el arte.

Ilustraciones

Carla Lucena
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20
mayo
2022

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Carla Lucena

Copiar a los animales, las plantas o los procesos o estructuras biológicos para crear soluciones u obras disruptivas ha sido un mantra repetido durante siglos. De hecho, las mentes más brillantes de la historia han contribuido al progreso de la humanidad inspirándose, precisamente, en lo que el entorno natural tiene que ofrecer. Basta fijarse en la obra del arquitecto Antonio Gaudí o recordar cómo Leonardo da Vinci se alimentó de la estructura y los movimientos de los pájaros para crear sus máquinas voladoras. Sin embargo, son infinitos los ejemplos de biomímesis, esa ciencia que recurre a la naturaleza como musa para desarrollar innovadoras tecnologías. A continuación, algunos de los ejemplos más extraordinarios.


El martín pescador y el tren bala japonés

La fascinación por el movimiento y la manera de relacionarse de los animales ha sido el origen de multitud de invenciones en el ámbito del transporte. Una de las conexiones más singulares es la que liga al martín pescador, un pájaro pequeño, de vistoso plumaje, pico alargado y velocísimo vuelo, con el tren bala japonés. Y es que la parte frontal de estos ferrocarriles de alta velocidad es un calco idéntico del pico aerodinámico de estas ágiles aves, lo que les ayuda a disminuir la resistencia del aire durante la marcha y alcanzar velocidades de más de 600 kilómetros por hora.

¿Libélula o helicóptero?

Si hay una invención que, literalmente, replica a escala humana el tamaño y el batir de alas de un animal, es el helicóptero, basado indisimuladamente en las libélulas. Este medio de transporte aéreo no solo adopta la forma del insecto, sino que también imita sus movimientos y su sistema de sustentación. Como las libélulas, los helicópteros son capaces de quedarse suspendidos en el aire antes de abatirse sobre un objetivo o de desplazarse de manera horizontal.

Las turbinas de las ballenas

La ballena jorobada es un animal que cuenta con muchos fans dentro de la comunidad científica. Su sistema de captura colectiva de presas se considera un ejemplo de trabajo en equipo, pero su anatomía también ha dado bastante juego a los diseñadores industriales. Las habilidades natatorias de estos gigantescos cetáceos llamaron la atención del biomecánico Frank Fish, quien se dio cuenta de que la particular forma de las aletas de estos mamíferos –de bordes irregulares y ondulados– permitía a las ballenas maniobrar rápidamente para cazar o huir. De esta manera, Fish decidió aplicar estas características a las palas de una serie de turbinas eólicas e hidroeléctricas más silenciosas y eficientes.

Los ultrasonidos de los murciélagos

Podríamos decir que los murciélagos no son unos animales muy populares: su fama de chupasangres y transmisores de enfermedades hacen que tengan no pocos enemigos. Sin embargo, eso no ha impedido que sus singulares capacidades de geolocalización despierten una profunda admiración. Concretamente, su habilidad para moverse por el aire a gran velocidad sin chocar a pesar de ser ciegos ha sido el punto de partida para un desarrollo tecnológico que presta un gran servicio a las personas invidentes. Se trata de un bastón que emite ultrasonidos de alta frecuencia y recibe las ondas que devuelven los objetos de alrededor. De este modo, si el bastón detecta un objeto en la trayectoria de su portador, vibra para avisarle.

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Áspero como la piel de un tiburón

A la NASA tampoco se le caen los anillos a la hora de reconocer que la naturaleza juega en una liga superior. De hecho, sus científicos han conseguido crear un material que replica la textura áspera y escamosa de la piel de tiburón para cubrir con ella el casco de barcos o submarinos. Esto no solo permite disminuir la resistencia aerodinámica, sino que también ayuda a conservar mejor la energía, con los beneficios económicos y aerodinámicos que ello supone.

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Ligero y resistente… como un fémur

Es bien sabido que el arquitecto Gustave Eiffel se inspiró en el fémur humano para dar forma a las patas de su icónica torre parisina. Pero no es el único que ha utilizado las características de este hueso para crear su obra: el diseñador industrial Joris Laarman ha reproducido, mediante la impresión 3D, las estructuras óseas para crear unas sillas que son al mismo tiempo ligeras y muy resistentes.

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Una termita en el edificio

El diseño industrial y la arquitectura son campos que tienden a espiar la naturaleza, sus formas y estructuras, pero también sus dinámicas. Uno de los ejemplos más interesantes lo encontramos en el complejo de oficinas Eastgate, en Zimbabue. Su arquitecto, Mick Pearce, se fijó en los sistemas de termorregulación que usan las termitas en sus nidos. Estos termiteros orientan sus disposición en el eje norte-sur y adoptan una forma similar a la de una chimenea, de manera que disipan el aire caliente, menos pesado, renovando el aire más frío –y pesado– en la base. Siguiendo este esquema, Pearce diseñó un edificio capaz de regular la temperatura durante todo el año utilizando una cantidad de energía mucho menor que cualquier otra construcción de dimensiones similares.

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Un templo para la naturaleza

Mucho antes que Pearce, otro arquitecto, el gran Antonio Gaudí, también se imbuyó de las formas geométricas de la naturaleza para concebir muchas de sus grandes obras. «Este árbol que tengo delante de mi ventana es mi maestro», se le atribuye al catalán. Y, en efecto, la Sagrada Familia de Barcelona está diseñada, literalmente, como un bosque de piedra. En su interior, el visitante que eleva la mirada contempla, con una mezcla de asombro y sobrecogimiento, columnas que parecen troncos de árboles con sus ramas y copas extendidas hacia el cielo a través de las cuales se filtra la luz de las estrellas.

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El origen vegetal del velcro

Al mundo vegetal también cabe atribuirle la coautoría de diversos inventos que, aunque no hayan servido para salvar vidas, sí han sido útiles para mejorarlas. Es el caso del velcro, un cierre original que se le vino a la mente por casualidad a Georges de Mestral después de que observase –y posteriormente estudiase– cómo las espinas del abrojo (una planta parecida al cardo) se quedaban adheridas en sus pantalones y en el pelaje de su perro cuando paseaba por los Alpes.

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El efecto loto en nuestros tejados

En los años 70, el botánico alemán Wilhelm Barthlott hizo un descubrimiento que supuso un punto de inflexión en el campo de la construcción. El científico advirtió que las hojas de la flor de loto eran capaces de repeler el agua. Esta propiedad es conocida como superhidrofobia o efecto loto y se ha reproducido para crear desde materiales impermeables o aislantes hasta tejidos inteligentes y paneles solares autolimpiables.

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