Medio Ambiente

Biomímesis: por qué conviene (y mucho) imitar a la naturaleza

En plena emergencia climática, evolucionar hacia la supervivencia es una prioridad y la naturaleza es el espejo perfecto: si ya Da Vinci se fijaba en ella para sus inventos, hoy la biomímesis está en la innovación aplicada a la arquitectura, la movilidad o la energía.

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07
enero
2021

No hay arte o ciencia que nunca se haya inspirado en las bondades de la naturaleza. El mismo Da Vinci la adoraba. Su mirada siempre se dirigía hacia la observación del medio y el análisis de sus formas, sus procesos y sus beneficios. En una ocasión llegó a afirmar que «fuera de la Naturaleza no hay nada y otras búsquedas son vanas». Esta inmensa pasión por todo lo relacionado con lo que nos rodea –la misma que sintieron otros contemporáneos como Boticelli o Miguel Ángel Buonarotti– llevó a Da Vinci a convertirse en pleno siglo XV en uno de los grandes practicantes de la biomímesis, la ciencia que estudia la naturaleza como fuente de inspiración para tecnologías innovadoras, alimentándose intelectualmente de la estructura y los movimientos de pájaros y murciélagos para crear sus conocidas máquinas voladoras.

Más tarde, Gustave Eiffel siguió su camino tomando como inspiración el fémur humano para diseñar las curvaturas de su famosa torre en París. Siete siglos después, Janine Benyus, cofundadora del Biomimicry Institute y bióloga, la define como el proceso de «emular conscientemente la genialidad de la naturaleza». La biomímesis guarda un importante pasado y un brillante futuro. En los últimos años se han producido grandes avances en el campo, desde la inspiración en las silenciosas plumas aserradas de los búhos para reducir el impacto acústico del tren bala japonés hasta la fabricación de un dispositivo capaz de llevar a cabo la fotosíntesis artificial para generar energías más sostenibles. La arquitectura, la química, la nanotecnología… todo campo mira hacia la biosfera como fuente de inspiración. ¿Cuáles son las ventajas de imitar a la naturaleza?

El ‘efecto loto’ o cómo evolucionar hacia la superviviencia

Para hablar de los grandes beneficios de inspirarnos en la naturaleza desde la ciencia y la tecnología recurriremos a los llamados Principios de la vida, definidos por la organización Biomimicry, que representan los distintos procesos de la naturaleza y la vida como ideales a los que aspirar para el modelo de estrategia y diseños innovadores enfocados dentro del esquema de la sostenibilidad. A fin de cuentas, el planeta ha sido capaz de desarrollar procesos interconectados y en continua evolución que lo han mantenido vivo durante más de 4.000 millones de años. En plena emergencia climática, ser capaces de adaptarnos a las condiciones cambiantes y evolucionar hacia la supervivencia es una prioridad, tal y como lo demuestran tanto la Agenda 2030 como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Y aquí la biomímesis es una gran compañera de batalla al ayudarnos en la integración, la incorporación de la diversidad y la resiliencia a través de la descentralización.

La biomímesis puede aplicarse a la arquitectura o la movilidad, pero también a la gestión empresarial

En este contexto, la superficie de las hojas de la flor de loto, con 3,8 millones de años de edad, y las diversas ceras de compuestos hidrocarburos que proporcionan una fuerte repulsión al agua y a agentes contaminantes, han servido de inspiración para desarrollar tejidos autolimpiables y pinturas de exteriores de edificios, barcos y aviones para reducir la frecuencia de limpiezas y ahorrar millones de litros de agua. Por otro lado, el escarabajo del desierto de Namibia también ha inspirado al Massachussets Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Oxford por las pequeñas protuberancias en su espalda que actúan como minúsculos puntos de recolección de agua condensada y le permiten canalizar y llevarla hasta su boca. Siguiendo este mismo proceso han creado un material capaz de recolectar agua del aire con mayor eficiencia que otros materiales previos, lo que podría facilitar la vida de millones de personas.

La fotosíntesis como motor de la movilidad

La naturaleza sigue un proceso de equilibrio circular que consiste en tres niveles: productores primarios, consumidores y descomponedores. Esto quiere decir que la energía se redistribuye continuamente, alcanzando a todos los seres vivos de la biosfera. Sin embargo, nuestro ritmo de vida y consumo no cumple las mismas condiciones, partiendo de que aún continuamos con una gran dependencia energética sobre los combustibles fósiles, una energía no renovable que nunca vuelve al proceso de producción y, además, daña al resto de niveles. En este aspecto, la biomímesis puede ser una gran aliada de cara a la eficiencia material y energética entrando en sintonía con nuestros entornos locales a través del desarrollo de procesos de consumo de energía más moderados y renovables.

El reto de la movilidad sostenible puede también encontrar soluciones muy factibles en la flora y la fauna. La empresa Shanghai Automotive Industry ya presentó al mundo el primer prototipo de un que ahorra más energía de la que consume y que recibe el nombre de Ye Zi (en japonés, ‘hoja’) precisamente por un proceso inspirado en la fotosíntesis que recogería a través de metales orgánicos el dióxido del carbono del aire, lo convertiría en metano para utilizarlo como combustible y posteriormente lo enviaría de vuelta a la atmósfera en forma de oxígeno. Si finalmente pudiera implantarse en el plano urbano, Ye Zi supondría toda una revolución automovilística y ambiental. Y las responsables habrían sido las plantas.

gemasolar biomímesis

Foto: Torresolar

Otra especie, esta vez los girasoles, inspiraron a la planta solar andaluza Gemasolar para diseñar su distribución circular inspirada en las semillas de estas flores que, no solo ocupa menos espacio que una planta solar rectangular, sino que además rota cada uno de sus paneles según el movimiento del sol para aprovechar al máximo cada segundo de luz. Los nidos de pájaros, por otra parte, ya están inspirando a algunos despachos de arquitectos de cara a la reconstrucción energética de los edificios dada su alta capacidad impermeabilizante y aislante, esencial en el cumplimiento de los ODS.

Simbiosis en hongos para una empresa eficiente

El sector económico suele ser el más reacio a evolucionar hacia una economía circular porque, sobre él, todavía vuela la amenazadora idea de que beneficio y sostenibilidad nunca pueden ir de la mano. Y, sin embargo, no hay nada más eficiente que la naturaleza, para la que el ahorro y la adaptación son su patrimonio. Lo demuestra la Teoría de la Evolución de Darwin: las especies se han adaptado a lo largo del tiempo para vivir de la forma más eficiente posible. Además, un estudio de la Universidad de Kansas demuestra que los especímenes que usan gran cantidad de energía durante sus vidas se extinguen más rápido que los que consumen menos.

Un estudio demuestra que los especímenes que usan gran cantidad de energía durante sus vidas se extinguen más rápido

La planificación y la previsión son constantes: las hormigas acumulan provisiones para el invierno, los osos hibernan en los meses más fríos para perder la mínima energía posible y la rana australiana duplica su peso almacenando agua para poder pasar hasta cinco años sin probar una gota. Situar a la industria y a la economía frente al espejo de la naturaleza permite introducir procesos de organización mucho más eficientes, convirtiéndose en un aliado fiable para entender que perseguir la maximización de ganancias tiene un efecto destructivo en una sociedad. En Alemania, el filósofo economista Friedrich Glauner y el experto en bosques Rainer Kant se llevaron a 20 gerentes a dar un paseo por el bosque para buscar en él la clave de la biomímesis, planteando un cambio de mentalidad: en lugar de perseguir el beneficio, las empresas deben centrarse en un proceso más tranquilo que atendiera a todos los que forman parte de la cadena de suministro. Como la naturaleza.

«Un árbol puede cooperar con varias micorrizas y, si un hongo no suministra suficiente agua y nutrientes, el árbol le dará menos azúcar para alentarlo a aumentar el suministro. No lo mata porque eso sería perjudicial para él. Dirige una relación comercial equilibrada», explicaba el experto. Esta simbiosis puede servir de modelo a las empresas para que consideren a empleados, clientes y proveedores como parte esencial de su ecosistema y no como simples factores de coste: «Cada cosa, por pequeña que sea, juega un papel importante. En la naturaleza el crecimiento no tiene valor en sí mismo: hay estancamiento, fases de recuperación y descanso». En nuestro caso, necesitamos aprender de ella para pasar finalmente al descanso medioambiental y no al estancamiento definitivo.

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