Se están construyendo más islas artificiales que nunca

Desde Dubai hasta Panamá, las islas artificiales se multiplican como nunca antes lo habían hecho. Las leyes internacionales aún no son claras a la hora de lidiar con estas construcciones y algunos Estados han aprovechado ese vacío legal para avanzar con sus propios fines estratégicos y geopolíticos.

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20
abril
2022

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En noviembre de 2021, desde Glasgow, Escocia, se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Allí se presentó un vídeo de Simon Kofe, el ministro de relaciones exteriores de Tuvalu, una isla en el medio del Océano Pacífico. En él advertía: «En Tuvalu, estamos viviendo la realidad del cambio climático mientras ustedes me observan hoy. No podemos esperar a los discursos cuando el mar está subiendo a nuestro alrededor todo el tiempo».

Lo que más sorprendió a los dirigentes políticos que lo vieron fue que les habló con el agua hasta las rodillas. Y es que Tuvalu, al igual que muchas otras islas en el mundo, se enfrenta al riesgo de desaparecer como consecuencia del calentamiento global. Al mismo tiempo, las nuevas tecnologías de construcción han permitido la creación de islas artificiales a un ritmo nunca antes visto. Algunas sirven para albergar hoteles y residencias de lujo, como por ejemplo The World en los Emiratos Árabes, Forest City en Malasia y Ocean Reef Islands en Panamá.

«Justo frente a la costa de la ciudad de Panamá se están construyendo pequeñas islas residenciales donde los ultra ricos pueden escapar del ruido, la contaminación y el crimen. Son tan exclusivas que tuve que aparentar que quería comprar una propiedad allí para poder entrar», explica el geógrafo Alastair Bonett, quien ha escrito un libro sobre estas islas artificiales que próximamente se publicará en español. «Pero a 70 kilómetros, hacia el este, tienes las islas del pueblo índigena Kuna, que están desapareciendo. El plan del Gobierno panameño para reubicar a las poblaciones no está funcionando. Y hay una especie de pánico en cámara lenta».

La promesa de turistas e inversores muy pudientes impulsan a los Gobiernos a permitir la construcción de estos complejos, incluso si exacerban la desigualdad. El proyecto panameño, por ejemplo, requirió unos 300 millones de dólares y los apartamentos que ya se han construido allí pueden llegar a costar hasta 5 millones de dólares.

Estos emprendimientos sin regulación se pueden prestar a muchos objetivos, incluso para realizar experimentos médicos

Las leyes internacionales aún no son claras a la hora de lidiar con estas construcciones y algunos Estados han aprovechado ese vacío legal para avanzar con sus propios fines estratégicos y geopolíticos. Desde 2014, China ha construido siete islas artificiales en el Mar del Sur, ubicando puestos militares e industriales en aguas disputadas con Gobiernos como Brunei, Malasia, Vietnam y Taiwán. Así, el gobierno chino ha expandido su capacidad de desplegar barcos y aviones de combate.

Por otro lado, crear estas islas artificiales tiene un coste ambiental que no tenía en el pasado, cuando los humanos tiraban rocas al mar durante años buscando ganar terreno para vivir y cultivar. «Las islas modernas se construyen rápidamente y normalmente dragando el fondo del mar y moliendo todo ese material, incluyendo la vida marina, la piedra y la arena. Eso luego se coloca sobre arrecifes y se vierte el hormigón sobre él. Es increíblemente destructivo para el medio ambiente. Destruye el fondo marino», advierte Bonett.

Bonett: «En Panamá nos encontramos con estas lujosas islas, pero a 70 kilómetros las del pueblo indígena Kuna están desapareciendo»

Esto no ha marcado, sin embargo, un límite para una nueva generación de constructores de islas, que buscan edificarlas en aguas internacionales donde vivir y trabajar sin el control de ningún Gobierno. Es el caso del llamado Instituto Seasteading, fundado por el economista Patri Friedman y por  Peter Thiel, cofundador de la plataforma de pagos PayPal.

Para expertos como Bonnett, este tipo de emprendimientos sin regulación se pueden prestar a muchos objetivos, incluso para realizar experimentos médicos y genéticos con humanos sin ningún tipo de supervisión: «Hay algo ligeramente aterrador sobre la visión del Seasteading Institute. Las islas pueden ser fuente de esperanza y belleza, al mismo tiempo que son lugares de terror. Muy a menudo ocurre que si quieres deshacerte de la gente, si quieres crear una prisión de la que nadie pueda escapar, entonces la pones en una isla».

También es cierto que las islas artificiales no tienen por qué ser totalmente destructivas. En los Países Bajos, miembros de oenegés, con el apoyo del Gobierno, construyeron cinco pequeñas islas en Lelystad, un lugar que por la contaminación y urbanización había perdido muchas especies marinas. Hasta el momento, los ambientalistas relatan que se han vuelto a ver peces y fauna que habían desaparecido.

No obstante, el ritmo con el que se están construyendo islas excede la creación de marcos nacionales e internacionales que regulen este campo. Y mientras este sea el caso los desafíos ambientales, sociales y de seguridad no dejarán de existir.


Este contenido fue emitido en formato audiovisual por el programa de televisión ‘Efecto Naím’, una producción de Naím Media y NTN24. Forma parte de un acuerdo de colaboración de este programa con la revista Ethic.

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