Economía

‘Millennials’, ¿la llave de nuestro futuro?

En lugar de agotarnos intentando meter a los ‘millennials’ en nuestro molde de pensamiento, podemos adaptar nuestros modelos de negocio para que se parezcan más a ellos: nos ofrecen valores y visiones que pueden venirnos muy bien en estos tiempos de total incertidumbre. 

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
09
abril
2022

En la actualidad, directivos de muchas empresas de todo el mundo observan dos problemas aparentemente desconectados: por un lado se encuentra la crisis polimórfica que nos va sacudiendo cada vez más fuerte. Una pandemia dio lugar a un confinamiento global que, cuando terminó, dio lugar a una escasez sin precedentes en gas y otras materias primas. Los precios de la energía despegaron para hacer un viaje espacial que aún nos marea, empujando las tasas de inflación y sacándolas de su ensimismamiento para bailar hasta donde las dejen.

Además, cuando parecía que las vacunas venían a traernos la estabilidad y el crecimiento económico que bebíamos como si no hubiese mañana desde hace algunos años, Rusia invadió Ucrania y los chinos volvieron a confinarse a niveles masivos para cumplir un criterio ideal de ‘cero covid-19’. Dicen que 2024 traerá una crisis económica muy dura, y lo que yo me pregunto es si aguantaremos hasta entonces con esta economía ahuecada por la deuda y apoyada en subsidios gubernamentales.

Miremos también el otro problema, los millennials. «¡Dios mío, qué generación nos ha caído!», piensan tantos directivos en la cincuentena que dirigen hoy las empresas que marcan los grandes movimientos de la economía. En los grandes despachos de abogados, consultoras y auditorías es donde más lo sufren. Los recién graduados son su materia prima y, sin ellos, el trabajo no sale adelante. La oferta se ha reducido y la demanda amenaza, hoy, con una guerra de talonarios sin precedentes. No obstante, ¿y si uno de estos problemas fuese la respuesta al otro?

Hace más de 18 años que comprendí que la única máquina que me interesaba realmente entender y ‘reingeniar’ era la máquina humana. Esta pasión ha primado por encima de cualquier otra cosa en mi vida, llevándome a vivir situaciones de extrema dificultad una y otra vez. Ningún lugar mejor para comprender los mecanismos de supervivencia de la vida que desde el precipicio de la muerte económica: ello lleva a un nivel de auto-cuestionamiento singular que pone en marcha todo tipo de estrategias, navegando múltiples mundos y buscando los porqués de todo tipo de fenómenos. Se desarrolla así una calidad de resistencia, resiliencia y persistencia difíciles de superar. Así me encontré haciendo coaching a 111 ejecutivos millennials elegidos por NovaTalent en 2021 como los mejores entre su comunidad de usuarios: solo el 3% superior del mercado recibe una invitación para entrar en esta comunidad. 

Los ‘millennials’ no son la generación «poco preparada y sin aspiraciones» que describe Google

Me lo tomé como me tomo la interacción con cualquier mamífero: los miro a todos como si estuviese frente a una máquina perfecta en movimiento y, según reaccionan a mi llegada, voy identificando dónde hay que ‘tocar’ para lograr un cambio que libere rozamientos y traiga más fluidez, energía y disfrute; en definitiva, resultados superiores. Luego me llamaron las big four para ayudarles con la motivación de sus millennials y volví a mirar este particular modelo de negocio en el que trabajé cuatro años como recién graduada, si bien ahora con los ojos que me han dado mis décadas de entrenamiento. Me quedó clarísimo que los millennials son la llave de nuestro futuro, la solución a la crisis polimórfica que nos ha sacado a bailar.

Cuando buscas millennials en Google se puede leer que «son aquella generación que engloba a las personas nacidas entre 1980 y 2003, y que es comúnmente calificada como perezosa, poco preparada y sin aspiraciones». Esto no es lo que yo me he encontrado. Lo que sí he visto son personas que viven entre dos modalidades extremas: aquellas que están dejándose la piel en lograr niveles de perfección tan imposibles como los ideales promocionados en Instagram; y aquellas que cuando se agotan comienzan a caerse, hundirse o desconectarse. Entran en el pasotismo y bien dejan su trabajo o bien se van de año sabático. 

Esto es incomprensible para nosotros, la generación X. Cuando teníamos su edad estábamos programados no para emular la perfección de Instagram, sino para no destacar demasiado, no cuestionar el sistema y construirnos una vida como hormiguitas diligentes y trabajadoras. El itinerario de éxito estaba más o menos marcado: coche, boda, casa, niños y luego todo irá bien. Con un buen sueldo y un trabajo estable, todo esto parecía destinado a ocurrir solo. Estos días, sin embargo, varios empresarios y amigos publican tuits de sorpresa y zozobra al ver la cantidad de amenazas serias que intentan llevarse sus negocios por delante. Llevan 30 años construyendo diligentemente sus empresas con trabajo duro, disciplina y arrojo, pero se encuentran con la aparición de pandemias, crisis energéticas, inflaciones empujadas por cuellos de botella logísticos e incluso una guerra. Unos están en shock, otros en negación y otros se han entregado a su droga de evasión favorita: trabajar y luchar contra todo pronóstico, sin notar cómo pasan los días ni los años. 

Los millennials ven que nuestras burbujas de felicidad se han pinchado. Observan que el monstruo polimórfico puede quitártelo todo en un abrir y cerrar de ojos y rechazan comprar nuestro plan de estabilidad a largo plazo. Deja de vendérselo: incluso a ti te cuesta creértelo algunos días; esta no es la forma de motivarlos para que te sigan. Los millennials han crecido en el refuerzo positivo: son adictos a los cumplidos, los likes, los aplausos, los premios y los títulos, y esto es culpa nuestra. Nosotros habíamos conocido infancias de refuerzo negativo y quisimos ser mejores que nuestros padres. Hemos mimado y apoyado tanto a nuestros hijos que ahora si no les das una chuche de positivismo al día se caen, se desmotivan, se frustran o se obsesionan.

Cuando teníamos su edad estábamos programados no para emular la perfección de Instagram, sino para no cuestionar el sistema

Este molde mental y emocional cultivado hasta la universidad se da de bruces con la fría barrera gris y mediocre que existe en nuestras empresas. Todos provienen contentos de un sistema de educación en el que si estudias mucho sacas buenas notas y, entonces, entran a trabajar en una empresa en la que muchos jefes son, por decirlo suavemente, poco inspiradores. 

La supuesta meritocracia del capitalismo se tuerce en nuestros nepotismos, nuestros tejemanejes con aliados en contra de enemigos y en nuestras cesiones a dinámicas de poder impuestas por mediocres, mentirosos o peligrosos psicópatas. Cosas que muchos hacemos para poder seguir pagando la hipoteca. Muy pocos se atreven a cuestionar el sistema y acabar andando por el frío y hostil precipicio junto al vacío. En lugar de agotarnos intentando meter a los millennials en nuestro molde de pensamiento, podemos adaptar nuestros modelos de negocio para que se parezcan más a ellos. En el fondo, los millennials nos ofrecen valores y visiones que pueden venirnos muy bien en estos tiempos de total incertidumbre. 

Hemos construido modelos de negocio igual de rígidos que los planes de vida que se impulsaron en nuestra juventud. Por mucho que los digitalicemos, si detrás de cada pantalla hay un tipo de la generación X que tiene miedo de perder su casa, divorciarse o sacar a su hijo de la pija universidad que «le abre puertas para un buen futuro», seguiremos siendo empresas rígidas e inflexibles; compañías poco adaptables a los cambios que nos envía sin consideración alguna esta crisis polimórfica.

Nuestras empresas tienen que ser capaces de vivir en el momento y nuestras estrategias deben ser como surfistas que capean –y disfrutan– cada ola según llega. Nuestros procesos de decisión deben trasladar criterios claros de decisión a todas las puntas de la empresa para que cada uno pueda tomar sus propias decisiones. La tecnología nos abre más posibilidades que nunca para revolucionar nuestros mercados: nada de estructuras tan pesadas y centralizadas con las que no podemos cambiar ni una coma del guion comercial. 

La supuesta meritocracia del capitalismo se tuerce en nuestros nepotismos

Los millennials tienen que aprender aún muchas cosas, nadie lo discute: son completamente ciegos a las dinámicas interpersonales que trasladan las ideas del papel a las realidades del cotidiano, pero démosles carne a quienes quieren cambiar el mundo. Siéntate a hablar con tus empleados millennials y mira cómo se mueven, cómo piensan y qué es lo que les emociona. Saca una tarea de tu complejo plan estratégico que les puedas encargar y dales alas, déjales que inventen algo. Dales formación en las soft skills que necesitan para navegar tu empresa: networking, gestión del cambio, comunicación en público, negociación y persuasión. Ponles un coach ejecutivo y ayúdalos a avanzar siempre que se atasquen o se paren. Entrénalos para aprender a funcionar sin tanto refuerzo positivo.

Escúchalos y mira tu empresa y tu modelo de negocio a través de sus ojos. Aprende a mirar el futuro como lo ven ellos, porque ellos son quienes van a construirlo. Tú y yo, amigo, estamos ya en otra etapa de la vida: hagamos sitio para los que vienen y ayudémosles con toda esa experiencia y sabiduría que hemos cultivado en las últimas décadas. Seamos los sabios a quienes recurren los jóvenes cazadores de la tribu cuando no saben cómo actuar. 

Los millennials pueden ayudarnos a reinventar nuestros modelos de negocio. Podemos pasárnoslo muy bien ideando y probando nuevos esquemas con ellos. Podemos seducir y doblegar la crisis polimórfica si unimos fuerzas. Podemos ganarle a su propio juego: solo tenemos que dejar de hacer lo mismo de siempre y soltarnos la melena. Los millennials no son los únicos que necesitan aprender soft skills. Los de la generación X necesitamos reducir nuestra aversión al riesgo, conquistar el miedo y aprender a tomar decisiones sin información, desarrollando la confianza en nuestro instinto. 

No lo haremos en un día. Tendremos que idear formaciones, sesiones de teambuilding, brainstorming y hacer mucho coaching para aunar nuestras visiones y discursos. Pero como nos diría un célebre anuncio, ¿a qué esperas? Just do it!


Pino Bethencourt Gallagher es consultora, project director y coach ejecutiva.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME