Cultura
Cinco películas (y una saga) para combatir el racismo
‘Invictus’ y ‘The Confederate States Of America’ son solo algunas de las películas que han desmantelado con mayor eficacia, a través del arte, los prejuicios y la discriminación racial.
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COLABORA2022
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En el año 1960, Harper Lee publicaba Matar a un ruiseñor. Apenas dos años después, la celebrada novela se convertía en una película de la mano de Robert Mulligan y Gregory Peck. El planteamiento, revolucionario para algunas partes de Estados Unidos en una época no tan lejana, era que un hombre negro podía tener los mismos derechos legales que uno blanco. Esto hizo que la película no solo se considerase una de las obras maestras del cine, sino algo más: un punto clave en la lucha contra el racismo en los estados sureños de Norteamérica.
No es la única obra que lo ha hecho desde la poderosa posición ofrecida por el celuloide.
‘En el calor de la noche’ (1967)
En El calor de la noche, Virgil Tibbs, un agente especial del FBI, es enviado a investigar el asesinato de un poderoso industrial en un pequeño pueblo de Mississippi, en el sur de Estados Unidos. Se sospecha que hay motivos políticos tras su muerte: el fallecido pagaba la misma cantidad a los trabajadores negros y blancos. El inspector Tibbs, no obstante, se encuentran con un problema extra en su investigación, y es que él mismo es negro, lo que hace que la población local, profundamente racista, se muestre poco colaborativa. Solo gracias a su inesperada amistad con el jefe de policía local podrá indagar con tenacidad en el corazón del misterio.
No es casual que Virgil Tibbs cuente con el rostro de un joven Sidney Poitier: el actor fue la primera gran estrella afroamericana, pero era plenamente consciente de las injusticias raciales. Es por ello que se dedicó a rodar películas como esta o Adivina quién viene a cenar esta noche, que escandalizó al país al presentar a una pareja interracial en una comedia romántica, lo que constituía una crítica implícita al racismo en una época en la que algunos estados del país aún contaban con fuentes y baños para las personas que no fuesen blancas.
‘The Confederate States of America’ (2004)
Este falso documental, dirigido por Kevin Wilmott, esboza un retrato muy poco amable de los gobiernos de Estados Unidos a través de la sátira. La película, con cameos de estrellas cinematográficas de la talla de Samuel L. Jackson, recrea la historia de un mundo en el que el sur ganó la guerra civil estadounidense: en él, por ejemplo, la esclavitud sigue siendo legal. Anuncios de televisión vendiendo esclavos jóvenes y sanos se superponen a las falsas recreaciones históricas en las que el país participa en la Segunda Guerra Mundial en el bando del Eje y en las que John Fitzgerald Kennedy es presentado como un revolucionario peligroso.
Wilmott ni siquiera se limita a la cuestión racial: presenta unos ficticios Estados Confederados de América en los que los valores extremistas religiosos de una parte de la población mantienen a las mujeres sin derechos políticos y a los homosexuales insertados en «centros de curación». De su ambiente opresivo se servirá la adaptación televisiva de El cuento de la criada.
‘El traje’ (2002)
Patricio es un inmigrante ilegal que sobrevive en Sevilla mediante pequeños trabajos hasta que un día, por un golpe de suerte, acaba en sus manos un traje hecho a medida que estaba destinado a una estrella del baloncesto. De pronto, todo cambia para él: antes lo echaban de los negocios sin mirarlo a la cara; ahora, en cambio, lo reciben con agrado. Un simple cambio de ropa y ya no es «un negro», sino un extranjero y un hombre de negocios respetable. Cuando se una al estafador local llamado Pan con Queso, sin embargo, surgirán imprevisibles consecuencias.
Aquí, el director Alberto Rodríguez ofrece a Jimmy Roca uno de sus escasos papeles protagonistas. Nacido en Badajoz, con el nombre oficial de Eugenio José, la carrera de Roca –que ha contado con papeles en Torrente, Cuéntame o Aída– ilustra la misma paradoja que esta comedia sobre las percepciones acerca de la raza en España: su actor protagonista es completamente español, pero solo consigue papeles de migrante en los que no habla bien su propio idioma.
‘Invictus’ (2009)
Eastwood tiene fama de ser un artista conservador, un hombre anclado en otros tiempos, pero la mayoría de los títulos que ha elaborado durante los últimos 25 años parten de una defensa explícita de los derechos humanos. Invictus se basa en el libro homónimo del periodista John Carlin, en el que explica cómo Mandela, aquí interpretado por Morgan Freeman, utilizó el campeonato mundial de rugby tras el apartheid para cohesionar a la población negra y blanca de Sudáfrica en torno a un sentimiento de identidad común.
‘La última primavera’ (2021)
La familia Gabarre-Mendoza celebra el cumpleaños de su nieto cuando una inspección policial interrumpe el festejo. En la Cañada Real, un barrio de chabolas a las afueras de Madrid, surgen fuertes tensiones entre las autoridades y los vecinos: los terrenos han sido vendidos y las familias son obligadas a abandonar las casas que ellos mismos han construido. Agustina, la madre, pasa a vivir atormentada por el miedo; el padre, David, intenta encontrar una solución frente a la fallida burocracia del sistema. Los miembros más jóvenes de la familia, mientras tanto, luchan por sus vidas en la cuerda floja en que se ha convertido su existencia.
Isabel Lamberti rodó esta ficción –con aires de documental– en la propia Cañada Real con actores no profesionales. Es un intento para retratar de la manera más fiel posible la situación de muchas comunidades gitanas en España.
Bonus: ‘Star Trek’ (1960 – actualidad)
La saga de ciencia-ficción creada por Gene Roddenberry se basaba en una premisa sencilla: dentro de 300 años, la humanidad habrá avanzado tanto que todos nuestros prejuicios actuales estarán superados. Por esta razón básica el Capitán Kirk comparte su puente de mando con oficiales japoneses –el enemigo de la entonces reciente Segunda Guerra Mundial–, rusos –la entonces vigente Guerra Fría– y afroamericanos. Star Trek no se detuvo en ese punto: en la época de la llamada «guerra contra el terror», la saga contaría con tripulantes de claro origen árabe.
Estos pequeños hitos no son extraños. Desde el principio, los propios actores de la saga nacen del activismo por los derechos humanos. Leonard Nimoy, que interpretaba a Spock, era hijo de migrantes judíos ucranianos que habían huido de la URSS. George Takei, el señor Suluu, se convirtió pronto en un defensor de los derechos de la comunidad asiática en Estados Unidos tras sufrir el racismo en su carnes durante los años cuarenta. No deja de ser lógico: en Star Trek, por fin, hay un universo en el que tienen nulo sentido las divisiones raciales; hasta los klingons pueden ser nuestros amigos.
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