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No vamos a la velocidad adecuada. Ese es el mantra que se repite cuando nos referimos al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. El ritmo no solo es insuficiente, sino que, según los últimos estudios, los esfuerzos por cumplir con la agenda global han menguado por la crisis sanitaria del coronavirus. Sin embargo, en un momento de recuperación tras la pandemia, son cada vez más los agentes sociales han decidido reforzar sus compromisos para avanzar hacia una sociedad mejor. Todo un cambio de paradigma que necesita de alianzas entre empresas, administraciones, entidades del tercer sector y la sociedad civil para materializarse. El reto ya no reside en adaptarnos a la tendencia sostenible, sino en transformar todo el sistema en uno más justo, responsable y eficiente. Sobre ello –y con el foco en el papel de las empresas– reflexiona Ana Palencia, directora de Comunicación y Sostenibilidad de Unilever, una compañía que, a través de alianzas con entidades como Ecoembes (de la que forma parte), camina decidida hacia la circularidad. Una apuesta que se basa en incorporar la voluntad de transformación en el núcleo de la empresa. Como explica en su libro ‘Sostenibilidad’: «De lo que se trata es hacer el bien, haciéndolo bien».
El ODS 17 se refiere a la importancia de llevar a cabo alianzas para lograr el resto de los objetivos. ¿Cree que las experiencias de la pandemia transformarán la manera de considerar las alianzas alcanzando enfoques sostenibles de cambio sistémico? Si es así, ¿qué papel cobra la fórmula público-privada en este nuevo paradigma?
«Nos dirigimos hacia un nuevo paradigma de colaboración público-privada: todos nos necesitamos a todos»
El objetivo claro de la compañía siempre ha sido el número 17, ya que al final todos debemos aunar esfuerzos para conseguir cada uno de los objetivos que marca la Agenda 2030. Nosotros siempre decimos que Unilever puede tener unos compromisos muy firmes, pero si al final los conseguimos solos, lo sentiremos como un fracaso: debemos sumar esfuerzos con aquellos que cuentan con objetivos comunes para crear la escala que se necesita para avanzar. La Agenda 2030, además, está integrada en todos los negocios e instituciones del mundo, tanto a nivel público como privado. Lo que tenemos que hacer es muy simple: andar juntos. Cuando pienso en algún proyecto de la compañía para la consecución de un ODS nunca hemos estado solos. Por ejemplo, respecto al desperdicio alimentario contamos con una marca que lidera esta lucha: nos hemos unido en alianza con Too Good To Go. Están creando concienciación, están haciendo las cosas bien y creemos que podemos avanzar a la vez. Lo mismo hemos hecho en otros campos. Por ejemplo, con el Ministerio de Medio Ambiente o con Ecoembes. Este último ejemplo parece claro: Ecoembes, además de coordinar el proceso de reciclaje de envases domésticos en España, es quien lidera el programa de concienciación ciudadana en términos de gestión de residuos, y lo hacen muy bien. Al final también se trata de no reinventar la rueda. Y es que, a veces, el hecho de no tener alianzas estratégicas lo único que hace es confundir al consumidor, ya que puede crear mensajes dispares. En este sentido, nos dirigimos hacia un nuevo paradigma de colaboración público-privada: todos nos necesitamos a todos.
El ritmo al que avanzamos para completar los desafíos establecidos en los ODS va por debajo de lo esperado. ¿En qué podríamos mejorar para avanzar en objetivos verdes como el número 12, el de garantizar una producción y un consumo responsable?
Una de las principales razones por la que no hemos avanzado lo suficiente es que hemos dicho mucho y hemos hecho muy poco. Durante años nos hemos dedicado a decir «vamos a hacer, a hacer y a hacer» y, al final, no son muchas las compañías o instituciones que realmente hayan apostado por implementar verdaderas transformaciones alineadas con los ODS. Todos somos conscientes de que hay que actuar porque la sociedad y el planeta lo necesita, pero al final no nos hemos puesto a hacer los deberes. Este es el momento del hacerlo.
«Solo con el desperdicio que se produce en Estados Unidos y Europa se podría alimentar al 25% de la población que pasa hambre en el mundo»
En el caso del ODS número 12, en concreto, como compañía hemos trabajado muchísimo para abordar el problema del desperdicio alimentario, un fenómeno que emite más toneladas de gases de efecto invernadero que toda India (el tercer país del mundo por toneladas de emisiones). Solo con el desperdicio que se produce en Estados Unidos y Europa se podría alimentar al 25% de la población que pasa hambre en el mundo. Además, este problema no solo no solo incluye la pérdida de alimentos, sino que también arrastra todos los recursos que se han necesitado para elaborarlos, incluídos los envases que los contienen. Parte de lo que ha fallado un poco en este punto es la concienciación colectiva e individual: la población todavía no cree muchas veces en el consumo responsable. Tampoco quiero acusar al ciudadano, pero sí pienso que falta bastante concienciación. Si no tenemos un consumo responsable no vamos a tener alimentos para servir a una población que se prevé creciente de cara a 2050. Como dice el refrán, «cuesta más cambiar de hábitos que de religión». Sin embargo, la industria está haciendo bastantes esfuerzos. Para las compañías, el consumo responsable empieza desde el momento cero, con la innovación en el producto. En nuestro caso nos hemos comprometido con todos los compromisos de la Fundación Ellen MacArthur, como el de tener un 100% de envases reciclables o compostables en el año 2025. Pero, por mucho compromiso de reducción de materiales que impulsemos, lo fundamental es que el consumidor lo acepte. Al final, de lo que se trata es de ser conscientes de que tenemos solo un hogar común llamado Tierra.
Unilever acudió a la COP26 el pasado noviembre para demandar una mayor acción contra el cambio climático y la degradación del medio ambiente. ¿Por qué cree que está costando tanto alcanzar acuerdos para cristalizar esa transición?
A la COP26 acudió nuestro CEO Alan Jope y otras personas de nuestro comité de dirección mundial. Lo que ocurre, al menos en parte, es que creo que podemos estar habituándonos a los desastres naturales del mundo. Parece que cuando uno lo ve en las noticias no pasa nada porque no nos afecta la mayoría de las ocasiones pero ¿qué podemos hacer? Pues lo cierto es que depende de nosotros, de cada uno de nuestros actos. Uno de los problemas es que a veces no lo estamos comunicando bien, con términos y expresiones demasiado sofisticadas. A veces nos dirigimos solo al 5% de la población que está metida en estos temas pero ¿estamos llegando al 95% restante? ¿al ciudadano de a pie? Yo pongo siempre el ejemplo de mi madre: si le empiezo a explicar de manera llana comprende el problema esencial, si no, no. Se repita desde donde se repita, el mensaje tiene que ser el mismo: todos tenemos el objetivo de luchar contra el cambio climático. Y la oportunidad de rebajar nuestras emisiones de CO2 se presenta cada día. Necesitamos un mensaje común e integrado desde todos los frentes, tanto públicos como privados, tanto medios de comunicación como influencers.
Las empresas enfrentan ahora el reto de transformarse no solo para no contribuir al problema climático y de degradación ambiental, sino para aumentar su ambición en sostenibilidad y formar parte de la solución. ¿Cómo puede la inercia económica de las empresas entrar en consonancia con el desarrollo sostenible?
«Ayudamos y damos tiempo e incluso inversión a nuestros proveedores para que se adapten a nuestros estándares de sostenibilidad»
No son agendas independientes: la sostenibilidad ha de estar integrada en el modelo de negocio. Tienen que ser un todo integrado porque, además, el coste de la inacción en sostenibilidad es superior al coste de la acción. Al final, cuando en tu agenda de negocio tienes implementada la sostenibilidad, tienes la posibilidad de obtener beneficios a largo plazo. Cuando tienes tu negocio preparado puedes adelantarte, por ejemplo, a las leyes. Si no hubiese hecho los deberes, si no me hubiese anticipado, tendría que haber pagado el doble o el triple. Uno, por tanto, piensa que ser sostenible es más caro, pero no tiene por qué ser así. La sostenibilidad es, en nuestro caso, uno de los pilares de crecimiento de la compañía, al mismo nivel que puede ser conseguir una cuota de mercado en el negocio. Ya no solo porque debemos preocuparnos por el planeta, sino porque además nos debemos a un consumidor que demanda empresas con productos sostenibles. Ya no existe el consumidor pasivo, ahora es activista, se echa a la calle, habla, protesta y es capaz de cambiar modelos de negocio y estrategias de compañía.
Son cada vez más las compañías que caminan hacia una transformación sostenible gracias a la definición de un propósito comprometido con la sociedad y el planeta que atraviese toda la estructura corporativa. ¿Cuál es la complejidad de llevar a cabo este cambio de paradigma en una empresa que cuenta con hasta 400 marcas?
Nuestra marca paraguas es Unilever, lo que la convierte en una compañía con valores transversales para todas nuestras marcas. Nosotros decimos que nuestro compromiso es que para el 2025 el 100% de nuestros envases sean reciclables, compostables o reutilizables. En estos casos, lo que hay que hacer es desgranar lo que cada marca va a hacer para cumplir estos objetivos. Cada una estudia sus alternativas y da sus pasos, y de esa forma vamos avanzando. Pero esta hoja de ruta, como digo, afecta a todos: es completamente transversal.
¿Cómo gestionar tal cambio hacia la circularidad logrando la complicidad y el compromiso con todos los actores de la cadena de valor o stakeholders y en general con los consumidores?
En Unilever, por ejemplo, no aplicamos todos estos compromisos tan solo en la fabricación de nuestros productos. Hemos ido más allá y nos ocupamos –y preocupamos– del ciclo de vida de los productos. Es decir, cómo lo hacen nuestros proveedores, cómo lo hacemos en las fábricas, cómo lo hace el transporte y cómo lo hace –y elimina– el consumidor. Para nosotros es importante poder aplicar el compromiso a todo el ciclo de vida de nuestros productos, no quedarnos solo en una parte que nos resultaría fácil. Lo que nos cuesta más, obviamente, es trabajar con los proveedores, quienes queremos que también cumplan con nuestros estándares de circularidad. Y esto lo hacemos creando contratos con un código de conducta lleno de compromisos de circularidad. Lo cierto es que, si no cumplen estos compromisos, no están pudiendo trabajar con nosotros. El caso de los agricultores es simple: queremos minimizar el uso de pesticidas y fertilizantes, un uso de agua responsable y un respeto a la biodiversidad. Si alguien quisiera trabajar con nosotros, tendría que cumplir este código de sostenibilidad implementado por Unilever. Desde la compañía te vamos a ayudar y te vamos a dar el tiempo, e incluso si tienes que dar una inversión, te vamos a poner el 50%, pero tienes que garantizar una serie de cosas: establecer un control de fertilizantes, sondas de agua, control de la fertilidad del suelo… desde Unilever auditamos esta clase de cosas para poder luchar contra el cambio climático. La parte del consumidor sí que nos cuesta mucho más, incluso aún ofreciendo consejos en nuestra página web: poner la lavadora con una carga completa, no poner temperatura para no utilizar más energía o utilizar programas cortos. Falta, no obstante, que esto logre tener un mayor calado. Lo mejor, sin embargo, no es buscar culpables, sino remar juntos.
«Debemos sumar esfuerzos con aquellos que cuentan con objetivos comunes para crear la escala que se necesita para avanzar»
La competencia empresarial ha fomentado grandes avances en la historia. Actualmente, la magnitud de los retos globales parecen demandar un nuevo enfoque de cooperación. ¿Cómo deben pensarse las relaciones en el sector privado para alcanzar el horizonte sostenible?
Yo siempre digo que el mundo de la sostenibilidad se trata de compartir, no de competir. Es decir, que yo aprendo de mi competencia y estoy encantada de compartir también proyectos de sostenibilidad con los demás. Para competir hay otros temas, otras herramientas, pero no la sostenibilidad. Aquí es donde hay que aunar esfuerzos. Siempre he visto este ámbito más como un aprendizaje: la salud del planeta no es negociable, no es algo por lo que competir.
Por primera vez, la población confía más en las compañías que en los gobiernos o en los medios de comunicación, según la consultora Edelman. ¿Cómo influye esta realidad en el papel de la empresa a la hora de impulsar la tracción económica y social hacia un modelo circular y responsable con el medio ambiente? ¿De qué forma debería estructurarse el liderazgo para que todos los actores del sistema caminen en la misma dirección?
Al final influye en el sentido de que también nos hace tener voz desde la perspectiva del consumidor: saben que podemos hacer pequeñas cosas que marquen una gran diferencia a través de nuestros productos y servicios pero, sobre todo, con transparencia, responsabilidad y el cumplimiento de nuestras promesas. Lo que no podemos hacer es engañar al consumidor. Si decimos que un envase es 100% reciclable, debe ser así. Yo creo que aquí se abre un nuevo camino para las marcas en cuanto a la comunicación del propósito. Estamos transformando las marcas porque estas deben tener un propósito: uno, en concreto, que dé respuesta a alguno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y nosotros nos hemos dado cuenta de que tenemos marcas que están muy avanzadas en el propósito –su para qué–, que es lo que hace que el consumidor se acerque a ellas; estas marcas crecen el doble de rápido de aquellas que carecen de propósito, de una perspectiva de solucionar problemas. El liderazgo, por supuesto, tiene un papel fundamental en todo esto. Si a nivel de general management no hay un compromiso, será difícil que esta noción baje a todos los empleados. Debe haber un liderazgo inclusivo, y si bien entendemos que hay gente escéptica en relación con la sostenibilidad, también creemos que el sitio para mostrar sus dudas no es nuestra compañía; no sabemos hacer las cosas de otra manera. Hacer el bien haciéndolo bien tiene su recompensa: Unilever, en esto, creo que es un claro ejemplo.
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